sábado, 21 de julio de 2012

Evangelio según San Marcos cap 15. 2-46; 16


2 Pilato lo interrogó: ‛‛¿Eres Tú el rey de los judíos?" El respondió y dijo: ‛‛Tú lo dices."
3 Como los sumos sacerdotes lo acusasen de muchas cosas, 4 Pilato, de nuevo, lo interrogo diciendo: ‛‛¿Nada respondes? Mira de cuántas cosas te acusan." 5 Pero Jesús no respondió nada más, de suerte que Pilato estaba maravillado.
6 Mas en cada fiesta les ponía en libertad a uno de los presos, al que pedían. 7 Y estaba el llamado Barrabás, preso entre los sublevados que, en la sedición, habían cometido un homicidio. 8 Por lo cual la multitud subió y empezó a pedirle lo que él tenía costumbre de concederles. 9 Pilato les respondió y dijo: ‛‛¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?" 10 Él sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia. 11 Mas los Sumos sacerdotes incitaron a la plebe para conseguir que soltase más bien a Barrabás. 12Entonces, Pilato volvió a tomar la palabra y les dijo: ‛‛¿Qué decís pues que haga al rey de los judíos?" 13Y ellos, gritaron: ‛‛¡Crucifícalo!" 14 Díjoles Pilato: "Pues, ¿qué mal ha hecho?" Y ellos gritaron
todavía más fuerte: ‛‛¡Crucifícalo" 15 Entonces Pilato, queriendo satisfacer a la turba les dejó en libertad a Barrabás, y después de haber hecho flagelar a Jesús, lo entregó para Ser crucificado.
16Los soldados, pues, lo condujeron al interior del palacio, es decir, al pretorio, y llamaron a toda la cohorte. 17 Lo vistieron de púrpura, y habiendo trenzado una corona de espinas, se la ciñeron. 18Y se pusieron a saludarlo: ‛‛¡Salve, rey de los judíos!" 19 Y le golpeaban la cabeza con una caña, y lo escupían, y le hacían reverencia doblando la rodilla. 20 Y después que se burlaron de Él, le quitaron la púrpura, le volvieron a poner sus vestidos, y Se lo llevaron para crucificarlo.
21 Requisaron a un hombre que pasaba por allí, volviendo del campo, Simón Cireneo, el padre de Alejandro y de Rufo, para que llevase la cruz de Él. 22 Lo condujeron al lugar llamado Gólgota, que se traduce: "Lugar del Cráneo."
23 Y le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero Él no lo tomó. 24 Y lo Crucificaron, y se repartieron Sus vestidos, sorteando entre ellos la parte de cada cual. 25Era la hora de tercia cuando lo crucificaron. 26 Y en el epígrafe de, su causa estaba escrito: "El rey de los judíos."
27 Y con Él crucificaron a dos bandidos, uno a la derecha, y el otro a la izquierda de Él. 28 Así se cumplió la Escritura que dice: ‛‛Y fue contado entre los malhechores." 29 Y los que pasaban, blasfemaban de Él meneando sus cabezas y diciendo: ‛‛¡Bah, El que destruía el Templo, y lo reedificaba en tres días! 30;Sálvate a Ti mismo, bajando de la cruz!” 31 Igualmente los Sumos sacerdotes escarneciéndole, se decían unos a otros con los escribas: ‛‛¡Salvó a otros, y no puede salvarse a sí mismo! 32 ¡El Cristo, el rey de Israel, baje ahora de la cruz para que veamos y creamos!” Y los que estaban crucificados con Él, lo injuriaban también. 33 Y cuando fue la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora nona. 34 Y a la hora nona, Jesús gritó con una voz fuerte: "Eloí, Eloí, ¿lamá sabacthani?”, lo que es interpretado: "Dios mío. Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” 35 Oyendo esto, algunos de los presentes dijeron: "He ahí que llama a Elías! " 36Y uno de ellos corrió entonces a empapar con vinagre una esponja, y atándola a una caña, le ofreció de beber, y decía: ‛‛Vamos a ver sí viene Elías a bajarlo.” 37 Mas Jesús, dando una gran voz, expiró

Comentarios
2 ss. Véase Mat. 27, 11 ss.; Luc. 23, 2sS.; Juan 18, 29 ss.
5. No respondió nada más: No era un rey que se imponía por la violencia (Mat. 26, 53), sino que, al contrario, la sufría (Mat. 11, 12; Juan 18, 36). La Sinagoga lo rechazó formalmente (Juan 19, 15; cf. Luc. 19, 14), no obstante la actitud del pueblo (11, 10; Mat. 2l, 1­11; Luc. 19, 29―45; Ïuan 12, 2ss.).
10 S, Véase la nota a Mat. 27, 18.
15. Pilato había preguntado a Cristo qué verdadera, aquella de que Él daba testimonio Y no aguardó siquiera la respuesta (Juan 18, 38), que le habría revelado las maravi1las,de los profetas (cf. Rom, 15, 8). De esta despreocupación por conocer la verdad nacen todos los extravíos del corazón. Pilato ha quedado para el mundo -que lo reprueba Sin perjuicio de imitarle frecuentemente- como el prototipo del juez que pospone 1a justicia a los intereses o al miedo. Véase en el S. 81 y sus notas las tremendas maldiciones con que Dios fulmina a cuantos
abusan del poder. ,
16ss. Véase Mat. ,27, 27 SS.; Juan 19, 2s.
2l. Marcos no sólo menciona a Simón, sino también a sus hijos Alejandro y Rufo, conocidos en Roma, donde el Evangelista escribió su Evangelio (Rom. 16, 13). Esto demuestra que Simón con su familia Se convirtió a la religión cristiana, sin duda como una gracia que Jesús concedió al que llevaba con Él la Cruz, aunque no lo hubiese aliviado mucho. Véase Luc. 23, 26 y nota.
22 ss. Véase Mat, 27, 33; Luc. 23, 32 ss.; Juan 19, 17ss.
25. La hora de tercio, o sea, el segundo cuarto del día que comenzaba a las nueve y terminaba a las doce. Según S. Juan (19, 14) eran casi las doce
28. Véase Is. 53. 12; S. 21, 8; 108, 25.
29. Cf. 14, 58; Juan 2, 19.
34. Jesús no padeció a la manera de los Santos mártires, que sufrían confortados por la gracia. Su alma estaba oprimida por el peso de los pecados que había tomado sobre si (cf. Ez. 4, 4Ss. y nota), pues su divinidad permitió que su naturaleza humana fuera sumergida en un abismo insondable de sufrimientos. Las palabras del S.21, que Jesús repite en alta voz, muestran que el divino Cordero toma sobre si todos nuestros pecados. Véase nuestro comentario a dicho Salmo.
36. Sobre el misterio de Elías, véase 9, 12 S. y nota.
37. E1 Hijo de Dios muere emitiendo una gran voz para mostrar que no le quitan la vida sino porque El lo quiere, y que en un instante habría podido bajar de la cruz y sanar de sus heridas, si no hubiera tenido la voluntad de inmolarse hasta la muerte para glorificar al Padre con nuestra redención (Juan 17, 2; cf. Mat 26, 42 y nota). Los evangelistas relatan que Jesús murió en viernes y, según los tres más antiguos, cerca de la hora nona, es decir, a las tres de la tarde.


38 Entonces, el velo del Templo Se rasgó en dos partes, de alto a bajo. 39 El centurión, apostado enfrente de Él, viéndolo expirar de este modo, dijo: "¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!” 40 Había también allí unas mujeres mirando desde lejos, entre las cuales también María la Magdalena, y María la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, 41 las cuales cuando estaban en Galilea, lo seguían y lo servían, y otras muchas que habían subido con Él a Jerusalén.
42 Llegada ya la tarde, como era día de Preparación, es decir, víspera del día sábado, 43 vino José, el de Arimatea, noble consejero, el cual también estaba esperando el reino de Dios. Este Se atrevió a ir a Pilato, y le pidió el cuerpo de Jesús. “Pilato, se extrañó de que estuviera muerto; hizo venir al centurión y le preguntó si había muerto ya. 45Informado por el centurión, dio el cuerpo a José; 46 el cual habiendo comprado una sabana, lo bajó, lo envolvió en el sudario, lo depositó en un sepulcro tallado en la roca, y arrimó una loza a la puerta del sepulcro. "Entre tanto, María la Magdalena y María la de José observaron dónde era sepultado.

Capítulo XVI
1 Pasado el Sábado, María la Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas, para ir a ungirlo. 2 Y muy de madrugada, el primer día de la semana, llegaron al Sepulcro, al salir el sol. 3 Y Se decían unas a otras: ‛‛¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del Sepulcro?" 4 Y al mirar, vieron que la piedra había ya sido removida, y era en efecto sumamente grande. 5 Y entrando en el sepulcro vieron, sentado a la derecha, a un joven vestido con una larga túnica blanca, y quedaron llenas de estupor. 6 Mas él les dijo. No tengáis miedo. A Jesús buscáis, el Nazareno crucificado; resucitó, no está aquí. Ved el lugar donde lo habían puesto. 7 Pero id a decir a los discípulos de Él y a Pedro: va delante de vosotros a la Galilea; allí lo veréis, como os dijo." 8 Ellas salieron huyendo del sepulcro porque estaban dominadas por el temor y el asombro; y no dijeron nada a nadie, A causa del miedo.
9 Resucitado, pues, temprano, el primer día de la semana, se apareció primeramente a María la Magdalena, de la cual había echado siete demonios. 10 Ella fue y lo anunció a los que habían estado con Él, que Se hallaban afligidos y llorando. 11 Pero ellos al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron. 12 Después de estas
cosas Se mostró en el camino, con otra figura, a dos de ellos, que iban a una granja. 13 Estos también fueron a anunciarlo a los demás; pero tampoco a ellos les creyeron.
14 Por último, se les apareció a los once mientras comían y les echó en cara su falta de fe y dureza de corazón porque no habían creído a los que lo habían visto a Él resucitado de entre los muertos. 15 Y les dijo: ‛‛Id por el mundo entero, predicad el Evangelio a toda la creación. 16 Quien creyere y fuere bautizado, será salvo; mas, quien no creyere, será condenado. 17 Y he aquí los milagros que acompañarán a los que creyeren: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán nuevas lenguas, 18 tomarán las serpientes; y si bebieren algo mortífero no les hará daño alguno; sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán."
19 Y el Señor Jesús, después de hablarles, fue arrebatado al cielo, y se sentó a la diestra de Dios. 20 En cuanto a ellos, fueron y predicaron por todas partes, asistiéndolos el Señor y confirmando la palabra con los milagros que la acompañaban.

Comentarios
39ss. Véase Mat. 27, 54sS.; Luc. 23, 47ss.; Juan 19, 38 ss.
42. Preparación: Los judíos llamaban así el viernes, pues Se preparaba en este día todo lo necesario para el sábado, en que estaba prohibido todo trabajo.
43. El heroísmo de José de Arimatea no tiene paralelo. Intrépido, confiesa pública y resueltamente ser partidario del Crucificado, confirmando las palabras con sus obras, mientras los apóstoles y amigos del Señor están desalentados y fugitivos. El Evangelio hace notar expresamente que José esperaba el reino de Dios, en lo cual vemos que esa esperanza era común entre los discípulos. Véase 10, 35 y nota;
11, 10; Mat. 23, 39; Luc. 19, 11; Hech. 1, 6; II Tim. 4, 1; Hebr. 2, 8; 10, 37, etc.
1ss. Véase Mat. 28, l ss.; Luc. 24, 1ss.; Juan 20, 1 ss.
6. S. Juan (20. 2) refiere que Marín Magdalena fue la primera en comunicar a los discípulos la resurrección del Señor (v. 9 y nota).
7. Menciona especialmente a Pedro, como para indicar que le han sido perdonadas sus negaciones.
9. El evangelista parece querer destacar, como una paradoja de la divina misericordia, esta preferencia de Jesús por aparecerse a Magdalena, la que estuvo endemoniada. El v. 6 nos muestra que ella fue la primera en tener noticia de la resurrección, y que recibió también el honor de anunciarla a los apóstoles. Así quise el Maestro recompensar la fidelidad de quien había antepuesto a todo su divina Palabra (Luc. 10, 39), su perdón (Luc. 7, 37ss.), su culto (14, 13 ss.) y su apostolado (Luc. 8, 2), siguiéndolo, junto a la Madre fidelísima, al pie de la Cruz (Juan 19, 25).
11. Esta impresionante incredulidad general muestra cuán lejos estuvo el Señor de ser glorificado visiblemente hasta que el Padre lo glorificó en el cielo sentándolo a su diestra (v. 19; S. 109, 1) en el Tabernáculo "no hecho de mano de hombre" (Hebr. 9, 11 y 24; S. 109, 4). De ahí que el Espíritu Santo no viniese hasta después de la Ascensión (Juan 7, 39), y que ni en ésta ni en la resurrección (que nadie presenció) se mostrase Él glorioso como en la Transfiguración, donde Él quiso manifestarse con la gloria que ostentará también en su segunda venida. Cf. 9, 1; S. .109, 1ss.; II Tes. 1, 10; Hebr 1, 6.
12. Alusión al episodio de Emaús que sólo narra San Lucas (24, 13-25).
14. Esta aparición se realizó el dia de la resurrección por la tarde, Probablemente en la casa de María, la madre de S. Marcos, donde 1os discípulos solían reunirse.
16. Sobre esta precedencia de la fe véase Hech. 2, 41; col. 2, 12 y notas.
19. Se sentó a la diestra de Dios: Jesús, termina así su misión de Maestro y su epopeya de víctima redentora, inicia aquí la plenitud de su misión (v. 11 y nota), esencialmente sacerdotal, intercediendo sin cesar por nosotros ante el divino Padre, a quien presenta sus llagadas manos, desbordantes de sus méritos infinitos (S. 109, 1 y 4; Hebr 5, 6; 7, 25; Rom 8, 34) hasta que llegue la hora en que el Padre le cumpla la promesa de ponerle a sus enemigos por escabel de sus pies ( I Cor 15, 25; Hebr 1, 13; 10, 13; Ecli 24, 14 y nota)
20 El final de este Evangelio (vv. 20) falta en muchos códices antiguos. Su inspiración fue definida en el Concilio Tridentino. Críticamente consta de su autenticidad

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