miércoles, 29 de agosto de 2012

Evangelio según San Juan caps. 19, 20, 21


Capítulo  XIX
1 Entonces, pues, Pilato tomó a Jesús y lo hizo azotar. 2 Luego los soldados trenzaron una corona de espinas, que le pusieron sobre la cabeza, y lo vistieron con un manto de purpura. 3 Y acercándose a Él, decían: "¡Salve, rey de los judíos!" y le daban bofetadas.
4 Pilato salió otra vez afuera, y les dijo: "Os lo traigo fuera, para que sepáis que yo no encuentro contra Él ningún Cargo." 5 Entonces Jesús salió fuera, con la corona de espinas y el manto de púrpura, y (Pilato) les dijo: "¡He aquí al hombre!" 6 Los sumos sacerdotes y los satélites, desde que lo vieron, se pusieron a gritar: "¡Crucifícalo, Crucifícalo!" Pilato les dijo: "Tomadlo vosotros, y crucificadlo; porque yo no encuentro en Él ningún delito." 7 Los judíos le respondieron: "Nosotros tenemos una Ley, y según esta Ley, debe morir, porque se ha hecho Hijo de Dios." 8 Ante estas palabras, aumentó el temor de Pilato. 9 Volvió a entrar al pretorio, y preguntó a Jesús: "¿De dónde eres Tú?" Jesús no le dio respuesta. 10 Díjole, pues, Piato: "¿A mí no me hablas? ¿No Sabes que tengo el poder de librarte y el poder de crucificarte?" 11 Jesús le respondió: "No tendrías sobre Mí ningún poder, si no te hubiera sido dado de lo alto; por esto quien me entregó a ti, tiene mayor pecado,"
12 Desde entonces Pilato buscaba cómo dejarlo libre; pero los judíos se pusieron a gritar diciendo: "Si sueltas a éste, no eres amigo del César: todo el que se pretende rey, se opone al César," 13 Pilato, al oír estas palabras, hizo salir a Jesús afuera; después Se sentó en el tribunal en el lugar llamado Lithóstrotos, en hebreo Gábbatha. 14 Era la preparación de la Pascua, alrededor de la hora sexta, Y dijo a los judíos: "He aquí a vuestro Rey." 15 Pero ellos se pusieron a gritar: "¡Muera! ¡Muera! ¡Crucifícalo!" Pilato les dijo: "¿A vuestro rey he de crucificar?" Respondieron los sumos sacerdotes: "¡Nosotros no tenemos otro rey que el César!” 16 Entonces se lo entregó para que fuese crucificado.
Tomaron, pues, a Jesús; 17 y Él, llevándose su cruz, salió para el lugar llamado "El cráneo", en hebreo Gólgotha, 18 donde lo crucificaron, y con El a otros dos, uno de cada lado, quedando Jesús en el medio. 19 Escribió también Pilato un título que puso sobre la cruz. Estaba escrito: "Jesús Nazareno, el rey de los judíos”. 20 Este título fue leído por muchos judíos, porque el lugar donde Jesús fue crucificado se encontraba próximo a la ciudad; y estaba redactado en hebreo, en latín y en griego. 21 Mas los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: ‛‛No escribas "el rey de los judíos", sino escribe que Él ha dicho: "Soy el rey de los judíos”. 22 Respondió Pilato: "Lo que escribí, escribí", 23 Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, de los que hicieron cuatro partes, una para cada uno, y también la túnica. Esta túnica era sin costura, tejida de una sola pieza desde arriba. 24 Se dijeron, pues, unos a otros: "No la rasguemos, sino echemos suertes sobre ella para saber de quién será"; a fin de que se cumpliese la Escritura: "Se repartieron mis vestidos, y sobre mi túnica echaron suertes". Y los soldados hicieron esto.
25 Junto a la cruz de Jesús estaba de pie su madre, y también la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena 26 Jesús, viendo a su madre y, junto a ella, al discípulo que amaba, dijo a su madre: "Mujer, he ahí a tu hijo". 27  "Después dijo al discípulo: ‛‛He ahí a tu madre". Y desde este momento el discípulo la recibió consigo.
28 Después de esto, Jesús, sabiendo que todo estaba acabado, para que tuviese cumplimiento la Escritura, dijo: "Tengo sed". 29 Había allí un vaso lleno de vinagre. Empaparon pues, en vinagre una esponja, que ataron a un hisopo, y la aproximaron a su boca. 30 Cuando hubo tomado el vinagre, dijo: "Está cumplido", e inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
31 Como era la Preparación a la Pascua, para que los cuerpos no quedasen en la cruz durante el sábado -porque era un día grande el de aquel sábado- los judíos pidieron a Pilato que se les quebrase las piernas, y los retirasen. 32 Vinieron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero, y luego del otro que había sido crucificado con Él. 33 Mas llegando a Jesús y viendo que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas; 34 pero uno de los soldados le abrió el costado con la lanza, y al instante salió sangre y agua. 35 Y el que vio, ha dado testimonio -y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad- a fin de que vosotros también creáis. 36 Porque esto sucedió para que se cumpliese la Escritura: "Ningún hueso le quebrantaréis”. 37 Y también otra Escritura dice: ‛‛Volverán los ojos hacia Aquel a quien traspasaron".
38 Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero ocultamente, por miedo a los judíos, pidió a Pilato llevarse el cuerpo de Jesús, y Pilato se lo permitió. Vino, pues, y se llevó el cuerpo. 39 Vino también Nicodemo, el que antes había ido a encontrarlo de noche; éste trajo una mixtura de mirra y áloe, como cien libras. 40 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en fajas con las especies aromáticas, según la manera de sepultar de los judíos. 41 En el lugar donde lo crucificaron había un jardín, y en el jardín un sepulcro nuevo, donde todavía nadie había sido puesto. 42 Allí fue donde, por causa de la Preparación de los judíos, y por hallarse próximo este sepulcro, pusieron a Jesús.

Capítulo XX
1 El primer día de la semana, de madrugada, siendo todavía oscuro, María Magdalena llegó al sepulcro; y vio quitada la losa sepulcral. 2 Corrió, entonces, a encontrar a Simón Pedro, y al otro discípulo a quien Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del Sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto." 3 Salió, pues, Pedro y también el otro discípulo, y se fueron al sepulcro. 4 Corrían ambos, pero el otro discípulo corrió más a prisa que Pedro y llegó primero al sepulcro. 5 E, inclinándose, vio las fajas puestas allí, pero no entró. "Llegó luego Simón Pedro, que le seguía, entró en el sepulcro y vio las fajas puestas allí, 7 y el sudario, que había
estado sobre su cabeza, puesto no con las fajas, sino en lugar aparte, enrollado. 8 Entonces, entró también el otro discípulo, que había llegado primero al sepulcro, y vio, y creyó. 9 Porque
todavía no habían entendido la Escritura, de cómo Él debía resucitar de entre los muertos. 10 Y los discípulos se volvieron a casa.
11 Pero María se había quedado afuera, junto al sepulcro, y lloraba. Mientras lloraba, se inclinó al sepulcro, 12 y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. 13 Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?" Díjoles: ‛‛Porque han quitado a mi Señor, y yo no sé dónde lo han puesto." 14 Dicho esto se volvió y vio a Jesús que estaba allí, pero no sabía que era Jesús. 15 Jesús le dijo: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?" Ella, pensando que era el jardinero, le dijo: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré." 16 Jesús le dijo: "Mariam." Ella, volviéndose, dijo en hebreo: "Rabbuní", es decir: ‛‛Maestro.” 17 Jesús le dijo: "No me toques más, porque no he subido todavía al Padre; pero ve a encontrar a mis hermanos, y diles: voy a subir a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios." 18 María Magdalena fue, pues, a anunciar a los discípulos: "He visto al Señor", y lo que Él había dicho.
19 A la tarde de ese mismo día, el primero de la semana, y estando, por miedo a los judíos, cerradas las puertas (de) donde se encontraban los discípulos, vino Jesús y, de pie en medio de ellos, les dijo: "¡Paz a vosotros!" 20 Diciendo esto, les mostró sus manos y su costado; y los discípulos se llenaron de gozo, viendo al Señor. 21 De nuevo les dijo: "¡Paz a vosotros! Como mi Padre me envió, así Yo os envío." 22 Y dicho esto, sopló sobre ellos, y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo: 23 a quienes perdonareis los pecados, les quedan perdonados y a quienes se los retuviereis, quedan retenidos.
24 Ahora bien Tomás, llamado Dídimo, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25 Por tanto le dijeron los otros: "Hemos visto al Señor." Él les dijo: "Si yo no veo en sus manos las marcas de los clavos, y no meto mi dedo en el lugar de los clavos, y no pongo mi mano en su costado, de ninguna manera creeré.” 26 Ocho días después, estaban nuevamente adentro sus discípulos, y Tomás con ellos. Vino Jesús, cerradas las puertas, y, de pie en medio de ellos, dijo: "¡Paz a vosotros!" 27 Luego dijo a Tomás: "Trae acá tu dedo, mira mis manos, alarga tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente." 28 Tomás respondió y le dijo: "¡Señor mío y Dios mío!” 29 Jesús le dijo: "Porque me has visto has creído; dichosos los que han creído Sin haber visto."
30 Otros muchos milagros obró Jesús, a la vista de sus discípulos, que no se encuentran escritos en este libro. 31 Pero éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Capítulo XXI
1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a los discípulos a la orilla del mar de Tiberíades. He aquí cómo: 2 Simón Pedro, Tomas, llamado Dídimo; Natanael, el de Caná de Galilea; los hijos de Zebedeo, y otros dos discípulos, Se encontraban juntos. 3 Simón Pedro les dijo: "Yo me voy a pescar." Le dijeron: "Vamos nosotros también contigo." Partieron, pues, y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. 4 Cuando ya venía la mañana, Jesús estaba sobre la ribera, pero los discípulos no sabían que era Jesús. 5 Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tenéis algo ara comer?" Le respondieron: "No." 6 Díjoles entonces: "Echad la red al lado derecho de la barca, y encontraréis." La echaron, y ya no podían arrastrarla por la multitud de los peces. 7 Entonces el discípulo, a quien Jesús amaba, dijo a Pedro: " ¡Es el Señor!" Oyendo que era el Señor, Simón Pedro se ciñó la túnica -porque estaba desnudo- y se echó al mar. 8 Los otros discípulos vinieron en la barca, tirando de la red (llena) de peces, pues estaban sólo como a unos doscientos codos de la orilla. 9 Al bajar a tierra, vieron brasas puestas, y un pescado encima, y pan. 10 Jesús les dijo: "raed de los peces que acabáis de pescar." 11 Entonces Simón Pedro subió (A la barca) y sacó a tierra la red, llena de ciento cincuenta y tres grandes peces; y a pesar de ser tantos, la red no se rompió. 12 Díjoles Jesús: "Venid, almorzad." Y ninguno de los discípulos osaba preguntarle: "¿Tú quién eres?" sabiendo que era el Señor. 13 Aproximóse Jesús y tomando el pan les dio, y lo mismo del pescado. 14 Esta fue la tercera vez que Jesús, resucitado de entre los muertos, se manifestó a sus discípulos.
15 Habiendo, pues, almorzado, Jesús dijo a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas tú más que éstos?" Le respondió: "Sí, Señor, Tú sabes que yo te quiero." Él le dijo: "Apacienta mis corderos." 16 Le volvió a decir por Segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Le respondió: "Sí, Señor Tú sabes que te quiero." Le dijo: "Pastorea mis ovejas." 17 Por tercera vez le preguntó: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?" Se entristeció Pedro de que por tercera vez le preguntase: "¿Me quieres?", y le dijo: "Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que yo te quiero." Díjole Jesús: "Apacienta mis ovejas."
18 "En verdad, en verdad, te digo, cuando eras más joven, te ponías a ti mismo el ceñidor, e ibas adonde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás los brazos, y otro te pondrá el ceñidor, y te llevará adonde no quieres." 19 Dijo esto para indicar con qué muerte él había de glorificar a Dios. Y habiéndole hablado así, le dijo: "Sígueme." 20 Volviéndose Pedro, vio que los seguía el discípulo al cual Jesús amaba, el que, durante la cena, reclinado sobre su pecho, le había preguntado: "Señor ¿quién es el que te ha de entregar?". 21 Pedro, pues, viéndolo, dijo a Jesús: ‛'Señor: ¿y éste, qué?" 22 Jesús le respondió: "Si me place que él Se quede hasta mi vuelta, ¿qué te importa a ti? Tu Sígueme." 22 Y así Se propagó entre los hermanos el rumor de que este discípulo no ha de morir. Sin embargo, Jesús no le había dicho que él no debía morir, sino: "Si me place que él se quede hasta mi vuelta, ¿qué te importa a ti?" 24 "Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero.
25 Jesús hizo también muchas otras cosas: si se quisiera ponerlas por escrito, una por una creo que el mundo no bastaría para contener los libros que se podrían escribir.

Comentarios
1. Cruel inconsecuencia. Sabiendo y proclamando que Jesús es libre de culpa (v. 4), lo somete sin embargo, por librarlo de la muerte, a un nuevo y atroz tormento que no había pedido la Sinagoga... ¡y luego lo condena! (v. 16),
6. Por tercera vez da el juez testimonio de la inocencia de Cristo y proclama él mismo la injusticia de su proceder al autorizar la crucifixión de la divina Víctima.
8. Como pagano no conoció Pílato lo que decían, y por eso se llenó más de temor, Puede ser que temiera la ira de algún dios, o, más probablemente, que tuviera miedo de caer en desgracia ante el emperador. Los judíos advirtiendo Su vacilación insisten cada vez más en el aspecto político (vv. 12 y 15) hasta que cede el juez cobarde por salvar Su puesto, quedando su nombre como un adjetivo infamante para los que a través de los siglos obrarán como él. Sobre jueces prevaricadores cf. Salmos 57 y 81 y notas.
11. O sea: la culpa, de Caifás, Sumo Sacerdote del verdadero Dios, Se agrava aún más por el hecho de que, no pudiendo ordenar por sí mismo la muerte de Jesús, quiere hacer que la autoridad civil, que él sabe emanada de Dios, sirva para dar muerte al propio Hijo de Dios.
15. Cf. Luc. 19, 14 y nota. Es impresionante ver, a través de la historia de Israel. que este rechazo de Cristo Rey parecía ya como anunciado por las palabras de Dios a Samuel en I Rey 8, 7, cuando el pueblo pidió un soberano como el de los gentiles.
l7. El Cráneo: eso quiere decir el Calvario: lugar de la calavera. Según la leyenda judía, es el lugar donde fue enterrado Adán. Estaba fuera de la ciudad; Sólo más tarde el sitio fue incorporado a la circunvalación. Hoy forma parte de la Iglesia del Santo Sepulcro.
24, Véase S. 21, 19.
25. Estaba de pie: Lo primero que ha de imitarse en Ella es esa fe que Isabel le había señalado como su gran bienaventuranza (Luc 1, 45). La fe de María no vacila, aunque buenamente todo lo divino parece fallar aquí, pues la profecía del ángel le había prometido para su Hijo el trono de David (Luc 1, 32), y la de Simeón (Luc 2, 32), que Él había de ser no solamente "luz para ser revelada a las naciones" sino también "la gloria de su pueblo de Israel" que de tal manera lo rechazaba y lo entregaba a la muerte por medio del poder romano "El justo vivirá por la fe" (Rom 1, 17) y María guardó las palabras meditándolas en su corazón (Luc 2, 19 y 51; 11, 28) y creyó contra toda la apariencia (Rom 4, 18), así como Abrahán, el padre de los que creen, no dudó de la promesa de una numerosísima descendencia, ni aun cuando Dios le mandaba matar al único hijo de su vejez que debía darle esa descendencia (Gen 21, 12; 22, 1; Ecli 44, 21; Hebr 11, 17-19)
26. Dijo o su madre: Mujer: Nunca, ni en Caná (2. 4), ni en este momento en que "una espada atraviesa el alma" de María (Luc. 2, 35), ninguna vez le da el mismo Jesús este dulce nombre de Madre. En Mat. 12, 46-50; Luc. 2. 48-50; 8. 19-21; 11, 28 -los pocos pasajes en que Él se ocupa de Ella- confirmamos su empeño por excluir de nuestra vida espiritual todo sentimentalismo, y acentuar en cambio el sello de humildad y retiro que caracteriza a "la esclava del Señor" (Luc. 1, 38) no obstante que Él, durante toda su infancia, estuvo "sometido" a Ella y a José (Luc. 2, 51). En cuanto a la maternidad espiritual de María, que se ha deducido de este pasaje, Pio X la hace derivar desde la Encarnación del Verbo (Ene. ad diem íllum). extendiéndola de Cristo a todo su Cuerpo místico. Cf, Gál. 4, 26
 27. En el grande y misterioso silencio que la Escritura guarda acerca de María, nada nos dice después de esto, sino que, fiel a. las instrucciones de Jesús (Luc. 24, 49). Ella perseveraba en oración en el Cenáculo con los apóstoles, después de la Ascensión (Hech. 1, 13 s.), y sin duda también en Pentecostés (Hech. 2, 1). ¡Ni siquiera una palabra sobre su encuentro con Jesús cuando Él resucitó ! con todo, es firme la creencia en la Asunción de María, o sea su subida al Cielo en alma y cuerpo, suponiéndose que, al resucitar éste, su sepulcro quedó vacío, si bien no hay certeza histórica con respecto al sepulcro; y claro está que bien pudo Dios haberla eximido de la muerte, como muchos creyeron también de aquel discípulo amado que estaba con Ella (Juan 21- 22 ss. y nota); pues siendo, desde su concepción inmaculada (en previsión de los méritos de Cristo) María quedó libre del pecado sin el cual la muerte no habría entrado en el mundo (Rom. 5, 12; Sab. 1, 16; 2, 24; 3, 2 y notas). Sin embargo murió, a semejanza de su Hijo.
28. Todas las profecías sobre la pasión quedaban cumplidas, especialmente los Salmos 21 y 68 e Isaías cap. 53, incluso el reparto y sorteo de las vestiduras por los soldados, que Jesús presenció, vivo aún, desde la Cruz.
30. Está cumplido el plan de Dios para redimir al hombre. Si nos tomamos el trabajo de reflexionar que Dios no obra inútilmente, nos preguntaremos qué es lo que pudo moverlo a entregar su Hijo. que lo es todo para Él, Siendo que le habría bastado decir una palabra para el perdón de los hombres. según Él mismo lo dijo cuando declaró la libertad de compadecerse de quien quisiera, y de hacer misericordia a aquel de quien se hubiera compadecido (Éx. 33, 29; Rom. 9, 15), puesto que para Él "todo es posible" (Marc. 10, 27). Y si, de esa contribución infinita del Padre para nuestra redención, pasamos a la del Hijo, vemos también que pudiendo salvar, como dice Sto. Tomás, uno y mil mundos, con una sola gota de su Sangre, Jesús prefirió darnos su vida entera de Santidad, su Pasión y muerte, de insuperable amargura, y quiso con la lanzada ser dador hasta de las gotas de Sangre que le quedaban después
de muerto. Ante semejantes actitudes del Padre y del Hijo, no podemos dejar de preguntarnos el por qué de un dispendio tan excesivo. Entonces vemos que el móvil fue el amor; vemos también que lo que quieren con ese empeño por ostentar la superabundancia del don, es que sepamos, creamos y comprendamos, ante pruebas tan absolutas, la inmensidad sin límites de ese amor que nos tienen. Ahora sabemos, en cuanto al Padre, que "Dios amó tanto al mundo, que dio su Hijo unigénito" (3, 16); y en
cuanto al Hijo, que "nadie puede tener amor más grande que el dar la vida" (15, 13). En definitiva, el empeño de Dios es el de todo amante que se conozca la magnitud de su amor, y, al ver las pruebas indudables, se crea que ese amor es verdad. aunque parezca imposible. De ahí que si Dios entregó a su Hijo como prueba de su amor, el fruto sólo será para los que así lo crean (3. 16. in fine). El que así descubre el más íntimo Secreto del Corazón de un Dios amante, ha tocado el fondo mismo de la sabiduría, y su espíritu queda para siempre fijado en el amor (cf. Ef. 1, 17).
35. El que lo vio: Juan (21, 24; I Juan 1, 1-3).
36. Véase Éx. 12, 46; Núm. 9, 12; S. 33. 21.
37. Refiérese a una profecía que anuncia la conversión final de Israel y que dice: "Y derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén el espíritu de gracia y de oración. y pondrán sus ojos en Mi a quien traspasaron, y llorarán al que hirieron como se llora a un hijo único, y harán duelo por Él como se hace por un primogénito" (Zac. 12, 10). Cf. Apoc. 1, 7.

1 ss. Véase Mat. 28, 1-10; Marc. 16, 1-8; Lue. 24, 1-11. El primer día de la semana: el domingo de la Resurrección, que desde entonces sustituyó para los cristianos a1 Sábado, día santo del Antiguo Testamento (cf. CO]. 2, 16 S.; I Cor. 16, 2; Hech. 20, 7).
Sobre el nombre de este día cf. S. 117, 24; Apoc. 1, 9 y notas.
7. Es de notar la reverencia especial para con la sagrada Cabeza de Jesús que demuestran los ángeles. No quiso Dios que el sudario que envolvió la Cabeza de su Hijo muy amado quedase confundido con las demás vendas.
16. María Magdalena, la ferviente discípula del Señor, es la primera persona a la que se aparece el Resucitado. Así recompensa Jesús el amor fiel de la mujer penitente (Luc. 7, 37 ss.), cuyo corazón, ante esa sola palabra del Señor, se inunda de gozo indescriptible. Véase 12, 3 y notas.
22 s. Recibid: Este verbo en presente ¿sería una excepción a los reiterados anuncios de que el Espíritu solo descendería cuando Jesús se fuese? (16, 7 y nota). Pirot expresa que "Jesús sopla sobre ellos para significar el don que está a punto de hacerles". El caso es igual al de Lucas 24, 49, donde el Señor usa también el presente "yo envío" para indicar un futuro próximo, o sea el día de Pentecostés. Por lo demás esta facultad de perdonar o retener los pecados (cf. Concilio Tridentino 14, 3; Denz. 9i3) se contiene ya en las palabras de Mateo 18, 15-20, pronunciadas por Jesús antes de su muerte. Cf. Mat. 16, 19. La institución del Sacramento de la Penitencia expresada tan claramente en estos versículos, obliga a los fieles a manifestar o confesar sus pecados en particular; de otro modo no sería posible el "perdonar" o "retener" los pecados. Cf. Mat. 18, 18; Couc. Trid. Ses. 1; Cap. V. 6, can. 2-9.
25. La defección de Tomás recuerda las negaciones de Pedro después de sus presuntuosas promesas. Véase 11, 16, donde Dídimo (Tomás) hace alarde de invitar a sus compañeros a morir por ese Maestro a quien ahora niega el único homenaje que Él le pedía, el de la fe en su resurrección, tan claramente preanunciada por el mismo Señor y atestiguada ahora por los apóstoles.
29. El único reproche que Jesús dirige a los suyos, no obstante la ingratitud con que lo habían abandonado todos en su Pasión (Mat. 26, 56 y nota), es el de esa incredulidad altamente dolorosa para quien tantas pruebas les tenia dadas de su fidelidad y de su santidad divina, incapaz de todo engaño. Aspiremos a la bienaventuranza que aquí proclama Él en favor de los pocos que se hacen como niños, crédulos a las palabras de Dios más que a las de los hombres. Esta bienaventuranza del que cree a Dios sin exigirle pruebas, es sin duda la mayor de todas, porque es la de María Inmaculada: "Bienaventurada la que creyó." (Luc. 1. 45.) Y bien se explica que sea la mayor de las bienaventuranzas, porque no hay mayor prueba de estimación hacia una persona, que el darle crédito por su sola palabra. Y tratándose de Dios, es éste el mayor honor que en nuestra impotencia podemos tributarle. Todas las bendiciones prometidas a Abrahán le vinieron de haber creído (Rom. 4, 18), y el "pecado" por antonomasia que el Espíritu Santo imputa al mundo, es el de no haberle creído a Jesús (Juan 16, 9). Esto nos explica también por qué la Virgen María vivía de fe. mediante las Palabras de Dios que continuamente meditaba en su corazón (Luc. 2, 19 y 51; 11, 28). Véase la culminación de su fe al pie de la Cruz (19, 25 ss. y notas). Es muy de notar que Jesús no se fiaba de los que creían solamente a los milagros (véase 2, 23 S.), porque la fe verdadera es, como dijimos, la que da crédito a Su palabra, A veces ansiamos quizá ver milagros, y los consideramos como
un privilegio de Santidad. Jesús nos muestra aquí que es mucho más dichoso y grande el creer sin haber visto.
31. Escrito: para que creáis: San Lucas confirma esta importancia que tiene la Sagrada Escritura como base, fuente y confirmación de la fe. En el prólogo de su Evangelio dice al lector, que lo ha escrito "a fin de que conozcas la certeza de lo que se te ha enseñado". Véase en Hech. 17, 11 Cómo los fieles de Berea confirmaban su fe con las Escrituras Sagradas.

1. Por mandato del Señor, los apóstoles habían ido a Galilea. Véase Mat. 28, 7.
9. Santo Tomás de Aquino opina que en esta comida, como en la del Cenáculo (Luc. 24, 41-43) y en la de Emaús (Luc. 24, 30), ha de verse la comida y bebida nuevas que Jesús anunció en Mat. 26, 29 7 Luc. 22, 16-18 y 29-30. Otros autores no comparten esta opinión, Observando que en aquellas ocasiones el Señor resucitado no comió cordero ni bebió vino, sino que tomó pescado, pan y miel, y que, lejos de sentarse a la mesa en un banquete triunfante con sus discípulos, tuvo que seguir combatiéndoles la incredulidad con que dudaban de su Redención (cf. Luc. 24, 13; Hech., 1, 3 y notas).
15 ss. Las tres pregunta: sucesivas quizá recuerdan a Pedro las tres veces que había negado a su Maestro. Jesús usa dos veces el verbo amar (agapás me) y Pedro contesta siempre con otro verbo: te quiero (filo se). La tercera vez Jesús toma el verbo de Pedro:
me quiere; (filéis me). También usa el Señor verbos distintos: boske y póímaine, que traducimos respectivamente apacienta y pastorea (así también de la Torre), teniendo el segundo un sentido más dinámico: llevar a los pastos. En cuanto a corderos (arnía) y
ovejas (próbata) -el próbátia: ovejuelas, que algunos prefieren la segunda vez, no añade nada (cf. Pirot)- indican matices que han sido interpretados muy diversamente. Según Teofilacto, los corderos serían las almas principiantes, y las ovejas las proficientes. Según otros, representan la totalidad de los fieles, incluso los pastores de la Iglesia. Pirot hace notar la relación con el redil del Buen Pastor (10, 1-16; cf. Gal. 2, 7-10). El Concilio Vaticano, el 18 de julio de 1870, invocó este pasaje al proclamar el universal primado
de Pedro (Denz. 1822), cuya tradición testifica autorizadamente S. Ireneo, obispo y mártir. Ello no obstante es de notar la humildad con que Pedro sigue llamándose simplemente copresbítero de sus hermanos en el apostolado (I Pedr. 5, 1; cf. Hech. 10, 23 y 26 y notas), a pesar de ser el Pastor supremo.
18 s. A raíz de lo anterior Jesús profetiza a Pedro el martirio en la cruz, lo que ocurrió en el año 67 en Roma. en el sitio donde hoy se levanta la Basílica de S. Pedro. Cf. Il Pedr. l. l2­î5. Véase 13, 23 y nota.
22 s. S. Agustín interpreta este privilegio de Jesús para su íntimo amigo, diciendo: "Tú (Pedro) sigueme, sufriendo conmigo los males temporales; él (Juan). en cambio, quédese como está, hasta que Yo venga a darle los bienes eternos." La Iglesia celebra, además del 27 de diciembre, como fiesta de este gran Santo y modelo de suma perfección cristiana, el 6 de mayo como fecha del martirio en que S. Juan, sumergido en una caldera de aceite hirviente. salvó milagrosamente su vida. Durante mucho tiempo se creyó que sólo se había dormido en su Sepulcro (Fillion).
24. Este v. y el siguiente son el testimonio de los discípulos del evangelista, o tal vez de los fieles de Éfeso donde él vivía.
25. El mundo no bastaría: la Sabiduría divina es un mar sin orillas (Ecli 24, 32 y nota). Jesús nos ha revelado los secretos que eternamente oyó del Padre (l5, l5)• y tras Él vendría Pablo, el cual escribió tres décadas antes que Juan, y explayó. para el Cuerpo místico, el misterio que había estado oculto por todos los siglos (Ef. 3, 9 ss.; Col. 1, 26). Quiso Jesús que, por inspiración del Espíritu Santo (Is, 26; 16, 13) se nos transmitiesen en el Evangelio sus palabras y hechos; no todos, pero sí lo suficiente "para que creyendo tengamos vida en su nombre" (20. 30 s.; Luc. l. 4). Sobre este depósito que nos ha sido legado "para que también nos gocemos" con aquellos que fueron testigos de las maravillas de Cristo (I Juan l, l­4). se han escrito abundantísimos libros, y ello no obstante, Pio XII acaba de recordarnos que; "no pocas cosas... apenas fueron explicadas por los expositores de los pasados siglos", por lo cual "Sin razón andan diciendo algunos... que nada le queda por añadir, al exégeta católico de nuestro tiempo a lo ya dicho por la antigüedad cristiana". Que "nadie se admire de que aún no se hayan resuelto y vencido todos las dificultades y que basta el día de hoy inquieten, y no poco. las inteligencias de los exegetas católicos. graves cuestiones". y que "hay que esperar que también éstas... terminarán por aparecer a plena luz, gracias al constante esfuerzo", por lo cual "el intérprete católico... en modo alguno debe arredrarse de arremeter una y otra vez las difíciles cuestiones todavía Sin solución'‛. Y en consecuencia el Papa dispone que "todos los restantes hijos de la Iglesia . . . odien aquel modo menos prudente de pensar según el cual todo lo que es nuevo es por ello mismo rechazable, o por lo menos sospechoso. Porque deben tener sobre todo ante los ojos que... entre las muchas cosas que se proponen en los Libros sagrados, legales. históricos, sapienciales y proféticos, Sólo muy pocas cosas hay cuyo sentido haya sido declarado por la autoridad de la Iglesia. y no son muchas más aquellas en las que sea unánime la sentencia de los Santos Padres. Quedan, pues. muchas otras. y gravísimas, en cuya discusión y explicación se puede y debe ejercer libremente la agudeza e ingenio de los intérpretes católicos” (Encíclica "Divino Afflante Spiritu", septiembre de 1943).

Evangelio según San Juan caps. 16, 17, 18


Capítulo XVI
1 "Os he dicho esto para que no os escandalicéis. 2 Os excluirán de las sinagogas; y aún vendrá tiempo en que cualquiera que os quite la vida, creerá hacer un obsequio a Dios. 3 Y os harán esto, Porque no han conocido al Padre, ni a Mí. 4 Os he dicho esto, para que, cuando el tiempo venga, os acordéis que Yo os Io había dicho. No os lo dije desde el comienzo, porque Yo estaba con vosotros. 5 Y ahora Yo me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas? 6 sino que la tristeza ha ocupado vuestros corazones porque os he dicho este. 7 Sin embargo, os lo digo en verdad: Os conviene que me vaya; porque, si Yo no me voy, el Intercesor no vendré a vosotros: mas si me voy, os lo enviaré. 8 Y cuando El venga, presentaré querella al mundo, por capítulo de pecado, por capitulo de justicia, y por capítulo de juicio: 9 por capitulo de pecado, porque no han creído en Mi; 10 por capitulo
de justicia, porque Yo me voy a mi Padre, y vosotros no me veréis mis; 11 por capitulo de juicio, porque el príncipe de este mundo está juzgado. 12 Tengo todavía mucho que deciros, pero no podéis soportarlo ahora. 13 Cuando vena Aquél, el Espíritu de verdad, El os conducirá a toda la verdad; porque El no hablará por Si mismo, sino que dirá lo que habrá oído, y os anunciará las cosas por venir. 14 EI me glorificará, porque tomará de lo mío, y os (lo) declarará. Todo cuanto tiene el Padre es mío; 15 por eso dije que El tomará de lo mío, y os (lo) declarará."
16 "Un poco de tiempo y ya no me veréis: y de nuevo un poco, y me volveréis a ver, porque me voy al Padre." 17 Entonces algunos de sus discípulos se dijeron unos a otros: "¿Qué es esto que nos dice: "Un poco, y a no me veréis; y de nuevo un poco, y me volveréis a ver" y: "Me voy al Padre?" " 18 Y decían: "¿Qué es este "poco" de que habla? No sabemos lo que quiere decir." 19 Mas Jesús conoció que tenían deseo de interrogarlo, y les dijo: "Os preguntáis entre vosotros que significa lo que acabo de decir: "Un poco, y ya no me veréis, y de nuevo un poco, y me volveréis a ver." 20 En verdad, en verdad, os digo, vosotros vais a llorar y gemir, mientras que el mundo se va a regocijar. Estaréis contristados, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.
21 La mujer, en el momento de dar a luz, tiene tristeza, porque su hora ha llegado; pero, cuando su hijo ha nacido, no se acuerda más de su dolor, por el gozo de que ha nacido un hombre al mundo. 22 Así también vosotros, tenéis ahora tristeza, pero Yo volveré a veros, y entonces vuestro corazón se alegrara y nadie os podrá quitar vuestro gozo. 23 En aquel día no me preguntaréis mas sobre nada. En verdad, en verdad, os digo, lo que pidiereis al Padre, El os lo daré en mi nombre. 24 Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre. Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado."
25 "Os he dicho estas cosas en parábolas; viene la hora en que no os hablaré mas en parábolas, sino que abiertamente os daré noticia del Padre. 26 En aquel día pediréis en mi nombre, y no digo que Yo rogaré al Padre por vosotros, 27 pues el Padre os ama El mismo, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que Yo vine de Dios. 28 Salí del Padre, y vine al mundo; otra vez dejo el mundo, y retorno al Padre." 29 Dijéronle los discípulos: "He aquí que ahora nos hablas claramente y sin parábolas. 30 Ahora sabemos que conoces todo, y no necesitas que nadie se interrogue. Por esto creemos que has venido de Dios." 31 Pero Jesús les respondió: "¿Creéis ya ahora? 32 Pues he aquí que viene la hora, y ya ha llegado, en que os dispersaréis cada uno por su lado, dejándome enteramente solo, pero, Yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo, 33 Os he dicho estas cosas, para que halléis paz en Mi, En el mundo paséis apreturas, pero tened confianza: Yo he vencido al mundo."

Capítulo XVII
1 Así habló Jesús. Después, levantando sus ojos al cielo, dijo: "Padre, la hora es llegada; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a Ti; 2 -conforme al señorío que le conferiste sobre todo el género humano- dando vida eterna a todos los que Tu le has dado. 3 Y la vida eterna es: que te conozcan a Ti, solo Dios verdadero, y a Jesucristo Enviado tuyo. 4 Yo te he glorificado a Ti sobre la tierra dando acabamiento a la obra que me confiaste para realizar.
5 Y ahora Tu, Padre, glorifícame a Mi junto a Ti mismo, con aquella gloria que en Ti tuve antes que el mundo existiese." 6 "Yo he manifestado tu Nombre a los hombres que me diste (apartándolas) del mundo. Eran tuyos, y Tu me los diste, y ellos han conservado tu palabra. 7 Ahora saben que todo lo que Tu
me has dado viene de Ti. 8 Porque las palabras que Tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han recibido y han conocido verdaderamente que Yo salí de Ti, y han creído que eres Tu quien me has enviado. 9 Por ellos ruego; no por el mundo, sino por los que Tu me diste, porque son tuyos. 10 Pues todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. 11 Yo no estoy ya en el mundo, pero éstos quedan en el mundo mientras que Yo me voy a Ti. Padre Santo, por tu nombre, que Tú me diste, guárdalos para que sean uno como somos nosotros. 12 Mientras Yo estaba con ellos, los guardaba por tu Nombre, que Tu me diste, y los conservé, Y ninguno de ellos se perdió sino el hijo de perdición, para que la Escritura fuese cumplida. 13 Mas ahora voy a Ti, y digo estas cosas estando (aún) en el mundo, para que ellos
tengan en sí mismos el gozo cumplido que tengo Yo. 14 Yo les he dado tu palabra y el mundo les ha tomado odio, porque ellos ya no son del mundo, así como Yo no soy del mundo. 15 No ruego para que los quites del mundo, sino para que los preserves del Maligno. 16 Ellos no son ya del mundo, así como Yo no soy del mundo. 17 Santifícalos en la verdad: la verdad es tu palabra. 18 Como Tu me enviaste a Mi al mundo, también Yo los he enviado a ellos al mundo. 19 Y por ellos me santifico Yo mismo, para que también ellos sean santificados, en la verdad."
20 "Mas no ruego sólo por ellos, sino también por aquellos que, mediante la palabra de ellos, crean en Mi, 21 a fin de que todos sean uno, como Tu, Padre, en Mi y Yo en Ti, a fin de que también ellos sean en nosotros, para que el mundo crea que eres Tu el que me enviaste 22 Y la gloria que Tu me diste, Yo se la he dado a ellos, para que sean uno como nosotros somos Uno: 23 Yo en ellos y Tu en Mi, a fin de que sean perfectamente uno, y para que el
mundo sepa que eres Tu quien me enviaste y los amaste a ellos como me amaste a Mí. 24 Padre, aquellos que Tu me diste quiero que estén conmigo en donde Yo esté, para que vean
la gloria mía, que Tu me diste, porque me amabas antes de la creación del mundo. 25 Padre justo, si el mundo no te ha conocido, te conozco Yo, y éstos han conocido que eres Tu el que me enviaste; 26 y Yo les hice conocer tu nombre, y se lo haré conocer para que el amor con que me has amado sea en ellos y Yo en ellos."

Capítulo XVIII
1 Después de hablar así, se fue Jesús acompañado de sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el cual entré con ellos. 2 Y Judas, el que lo entregaba, conocía bien este lugar, porque Jesús y sus discípulos se habían reunido allí frecuentemente. 3 Judas, pues, tomando a la guardia y a los satélites de los sumos sacerdotes y de los fariseos, llegó allí con linternas y antorchas, y con armas. 4 Entonces Jesús, sabiendo todo lo que le había de acontecer, se adelantó y les dijo: "¿A quién buscáis?" 5 Respondiéronle: "A Jesús el Nazareno." Les dijo; "Soy Yo." Judas, que lo entregaba, estaba allí con ellos. 6 No bien les hubo dicho: "Yo soy", retrocedieron y cayeron en tierra. 7 De nuevo les preguntó "¿A quién buscáis?" Dijeron: "A Jesús de Nazaret." 8 Respondió Jesús: "Os he dicho que soy Yo. Por tanto si me buscáis a Mi, dejad ir a éstos"; 9 para que se cumpliese la palabra, que El había dicho: "De los que me diste, no perdí ninguno." 10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó e hirió a un siervo del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El nombre del siervo era Malco. 11 Mas Jesús dijo a Pedro; "Vuelve la espada a la vaina; ¿no he de beber el cáliz que me ha dado el Padre?"
12 Entonces la guardia, el tribuno y los satélites de los judíos prendieron a Jesús y lo ataron. 13 Y lo condujeron primero a Anás, porque éste era el suegro de Caifás, el cual era Sumo Sacerdote en aquel año. (24) Pero Anás lo envió atado a Caifás, el Sumo Sacerdote. 14 Caifás era aquel que había dado a los judíos el consejo: "Conviene que un solo hombre muera por el pueblo."
15 Entretanto Simón Pedro seguía a Jesús como también otro discípulo. Este discípulo, por ser conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el palacio del Pontífice; 16 más Pedro permanecía fuera, junto a la puerta. Salió, pues, aquel otro discípulo, conocido del Sumo Sacerdote, hablo a la portera, y trajo adentro a Pedro. 17 Entonces, la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?” El respondió: "No soy." 18 Estaban allí de pie, calentándose, los criados y los satélites, que habían encendido un fuego, porque hacía frio. Pedro estaba también en pie con ellos y se calentaba
19 El Sumo Sacerdote interrogo a Jesús sobre sus discípulos y sobre su enseñanza. 20 Jesús le respondió: "Yo he hablado al mundo públicamente; ensené en las sinagogas y en el Templo, adonde concurren todos los judíos, y nada he hablado a escondidas. 21 ¿Por qué me interrogas a Mi? Pregunta a los que han oído, qué les he enseñado; ellos saben lo que Yo he dicho." 22 A estas palabras, uno de los satélites que se encontraba junto a Jesús, le dio una
bofetada, diciendo: "¿Así respondes Tu al Sumo Sacerdote?" 23 Jesús le respondió: "Si he hablado mal, prueba en qué esté el mal; pero si he hablado bien ¿por qué me golpeas?"
24 [Va después del 13.] 25 Entretanto Simón Pedro seguía allí calentándose, y le dijeron; "No eres tú también de sus discípulos?" Él lo negó y dijo: "No lo soy." 26 Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: "¿No te vi yo
en el huerto con Él?” 27 Pedro lo negó otra vez, y en seguida canto un gallo.
28 Entonces condujeron a Jesús, de casa de Caifás, al pretorio: era de madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse, y poder comer la Pascua. 29 Vino, pues, Pilato a ellos, afuera, y les dijo: "¿Qué acusación traéis contra este hombre?" 30 RespondiéronIe y dijeron: "Si no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado." 31 Díjoles Pilato: "Entonces tomadlo y juzgadlo según vuestra Ley." Los judíos le respondieron: "A nosotros no nos esté permitido dar muerte a nadie"; 32 para que se cumpliese la palabra por la cual Jesús significo de qué muerte había de morir.
33 Pilato entro, pues, de nuevo en el pretorio, llamo a Jesús y le pregunto: "¿Eres Tú el Rey de los judíos?" 34 Jesús respondió: "¿Lo dices tú por ti mismo, o te lo han dicho otros de Mi?” 35 Pilato repuso: "¿Acaso soy judío yo? Es tu nación y los pontífices quienes te han entregado a Mí. ¿Qué has hecho?" 36 Replico Jesús: "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores combatirían a fin de que Yo no fuese entregado a los judíos. Mas ahora mi reino no es de aquí." 37 Díjole, pues, Pilato: "¿Conque Tu eres Rey?" Contesto Jesús: "Tu lo dices: Yo soy rey. Yo para esto naci y para esto vine al mundo, a fin de dar testimonio a la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz." 38 Pilato le dijo: "¿Qué cosa es verdad?"
Apenas dicho esto, salió otra vez afuera y les dijo a los judíos: "¡Yo no encuentro ningún cargo contra él. 39 Pero tenéis costumbre de que para Pascua os liberte a alguien. ¿Queréis, pues, que os deje libre al rey de los judíos?" 40 Y ellos gritaron de nuevo: "No a él, sino a Barrabás."  Barrabás era un ladrón,

Comentarios
1 s. No os escandalicéis, al ver que la persecución viene a veces de donde menos podía esperarse. Jesús nos previene para que no incurramos en el escándalo de que habla en Mat. 3. 21
2. Creerá hacer un obsequio a Dios: es decir, que se llega a cometer los más grandes males creyendo obrar bien, o sea que, por falta de conocimiento de la verdad revelada que nos hace libres (8, 32), caemos en los lazos del padre de la mentira (8, 44). Por eso dice: porque no han conocido al Padre ni a Mí, esto es, no los conocían aunque presuntuosamente creían conocerlos para no inquietarse por su indiferencia (cf. Apoc 3, 15 s.). Es ésta la "operación del error" (de que habla con tan tremenda elocuencia S. Pablo no haber recibido con amor la verdad que está en su Palabra (17, 17), y nos deja que "creamos a la mentira". ¿Acaso no fue éste el pecado de Eva y de Adán? Porque si no hubieran creído al engaño de la serpiente y confiado en sus promesas, claro está que no se habrían atrevido a desafiar a Dios. Nuestra situación será mejor que la de ellos si aprovechamos esta prevención de Jesús. Rara vez hay quien haga el mal por el mal mismo, y de ahí que la especialidad de Satanás, habilísimo engañador, sea llevarnos al mal con apariencia de bien. Así Caifás condenó a Jesús, diciendo piadosamente que estaba escandalizado de oírlo blasfemar, y otros estuvieron de acuerdo con Caifás y lo escupieron a Jesús por blasfemo (Mat 26, 65 ss.). El nos anuncia aquí que así sucederá también con sus discípulos (véase 15, 20 ss.)
4. Cuando Jesús estaba can ellos. El los protegía contra todo (7, 12; 18, 8).
5 s. Ya no os intereséis como antes (13. 36: 14. 5) por saber lo mío. que tanto debiera preocuparnos. y sólo pensáis en vuestra propia tristeza. ignorando que mi partida será origen de grandes bienes para vosotros (v. 7). Nótese. en efecto, que cuando Jesús subió al cielo, sus discípulos ya no estaban tristes por aquella separación, sino que "volvieron llenos de gozo" (Luc. 24, 52).
7. Se refiere a Pentecostés (Heeh. 2). El don del Espíritu (Luc. 24. 49 Y nota). que es su propio espíritu (Gál. 4 6). nos lo obtuvo Jesús del Padre, como premio conquistado con su Sangre. Se entiende así que el Espíritu Santo no fuese dado (7. 39) hasta que Jesús "una vez consumado" (Hebr. 5. 9s.) por su pasión (Hebr. 2, 10) entrase en su gloria (Luc. 24, 26) sentándose a la diestra del Padre (S. 109, 1 ss. y notas). Cf. 20, 22 y nota.
8. Presentará querella: " Desde entonces el mundo es un reo sentado en el banquillo de Dios. perpetuamente acusado por el Espíritu. ¿Cómo podría tener la simpatía del creyente si no es por la engañosa seducción de sus galas?"
9. Jesús se refiere únicamente al pecado de incredulidad. mostrándonos que tal es el pecado por antonomasia, porque pone a prueba Ya rectitud del corazón, Véase 3, 19; 3. 36; 7, 17; 8, 24; 12, 37 y siguientes; Marc. 3, 22; Rom. 11, 32 y notas
10. Es decir porque El va a ser glorificado por el Padre. con lo cual quedaré de manifiesto su santidad; y entre tanto sus discípulos. aunque privados de la presencia visible del Maestro, serán conducidos por el Paráclito al cumplimiento de toda justicia. con lo cual
su vida será un reproche constante para el mundo pecador.
11. El Espíritu Santo dará contra el espíritu mundano este tremendo testimonio que consiste en demostrar que, no obstante las virtudes que suele pregonar, tiene como rector al mismo Satanás. Y así como ha quedado demostrarla la justicia de la causa de Cristo (v. 10). quedaría también evidenciada. para los hijos de la sabiduría humana. la condenación de la causa de Satanás. Esto no quiere decir que ya esté cumplida plenamente la sentencia contra el diablo y sus ángeles. Véase II Pedro 2. 43 Judas 6; Apoc. 20, 3.
7 y 9.
13. El Espíritu Santo. que en el Ant. Test. "habló por los Profetas", inspiró también los Libros del Nuevo, que presentan las enseñanzas de Jesús. desenvuelven su contenido y revelan las cosas futuras objeto de nuestra esperanza. No significa. pues. que cada uno de nosotros haya de recibir una revelación particular del Espíritu Santo, sino que debemos preocuparnos por conocer las profecías bíblicas y no despreciarlas (véase 14. 26 y nota: l Tes. 5. 20).
l6 ss. S. Agustin hace notar que ese otro poco de tiempo es el que empieza después de la Ascensión, que es cuando Jesús se va al Padre. o sea. que lo volveremos a ver cuando venga de allí a juzgar a los vivos y a los muertos, Esta interpretación se deduce del v. 20. donde Jesús se refiere a la alegría del mundo y a las persecuciones del tiempo presente. como también lo indica Sto. Tomas. Por eso cuando El vuelva nadie nos quitará el gozo (v. 22), Véase 14. 3. 18 y 28. "Es añade el doctor de Hipona, una promesa que se dirige a toda la Iglesia. Este poco de tiempo nos parece bien largo, porque dura todavía, pero cuando haya pasado comprenderemos entonces cuán curto fue". Cf. Cant. 1, 2; 8. 14 y notas.
23. En aquel día: Véase 14, 20. No me preguntaréis más: Cf. Hebr. 8, 11; Jer. 31, 34.
24. En mi nombre: por el conocimiento que tenéis de mi bondad, y de todas mis promesas. La falta de este conocimiento es lo que explica, según S. Agustín, que tantas veces la oración parezca ineficaz, pues se pide en nombre de un Cristo desfigurado a quien el Padre no reconoce por su Hijo. Véase 14, 13s.; 14, 20; 15, 11; I Juan 5, 14; Mat. 7, 7; Marc. 11, 24; Sant. 1, 6s.; 4, 3. Pedid, etc.: Algunos traducen. "pedid que vuestro gozo sea completo, y recibiréis" (lo que pedís), lo cual significaría que se nos promete no ya tales o cuales bienes pedidos. para que nos gocemos en ellos, sino que se nos promete el gozo mismo, como un bien inmenso. el gozo que el propio Jesús tenía (17, l•3), la alegría del corazón que debe tenerse siempre (Filip. 4, 4; Tob. S, 11) y que, siendo un fruto del Espíritu Santo (Gal. 5, 22). es explicable que se conceda a todo el que lo pida. pues si los malos sabemos dar cosas buenas a nuestros hijos, mucho más nos dará el Padre Celestial su buen Espíritu (Luc. 11; 13 y nota); ¡Admirable promesa de felicidad! Porque conceder así el gozo permanente a todo el que lo pida, no es s6lo hacernos seguramente felices, sino también darnos una fuente inexhausta de santidad (Ecli. 30. 23, Vulgata). ¿No es esto lo que se nos enseña a pedir ya en el S. 50. 10 y l4? No quiere Jesús que pongamos nuestra felicidad en la posesión de determinados bienes. que pueden no convenirnos, y por eso Santiago enseña que a veces pedimos y no recibimos (Sant. 4, 3); sino que pidamos el don del gozo espiritual. que es en sí mismo alegría inalterable como la de aquel "hombre feliz que no tenia camisa".
26 s. No digo que rogaré. Rasgo de indecible delicadeza. Bien sabemos que rogara siempre por nosotros (Hebr. 7. 24 s.). como que tal es su Ministerio de Sacerdote Eterno (Hebr. 8. 2; 9. ll y 24). Y El mismo nos dijo: "nadie va al Padre sino por Mi" (14, 6). Pero aquí muestra su empeño de que la gloria y el amor sean para el Padre y por eso para inclinar hacia Este nuestro agradecimiento, nos; dice que el mismo Padre nos ama. El ideal de Jesús es que nos ame tanto como a El (17, 26). Y esa verdad de que no vamos al Padre sino por El, se cumple también aquí, pues Jesús ha sido el instrumento de propiciación (Rom. 3, 25). Y si, además del perdón, gozamos de ese amor del Padre es por haberlo amado a Jesús, como dice también en 14, 23: "Si alguno me ama... mi Padre lo amara".
28. Retomo al Padre: alli. hecho causa de eterna salud (Hech. 5. 9) y ofreciendo por nosotros su sacrificio del Calvario (Hech. 7, 24 s. ;, 8, lss.; 9, 11-14), Jesús es el Pontífice (Hebr. 5. 10; 6. 20; 7, 28; S. 109, 4 y nota), el puente entre Dios y nosotros (Hebr. 13, 10
y 15). el Don del Padre a nosotros (3, 16) y Don de nosotros al Padre. Es la "respiraci6n del alma" que continuamente lo recibe a Él como oxigeno de vida (cf. 15, 1ss.) y lo devuelve, para gloria de Ambos. al Padre que tiene en El toda su complacencia (Mat. 17,
5). Todo el Evangelio esta aquí, y sus discípulos no tardan en advertirlo (v. 29 s.), dejando sus inquietudes del v. 19, si bien creen erróneamente que ya llego el feliz día del v. 28 (cf. v. 16 y nota). De ahí la rectificación que el divino Profeta les hace en v. 31 s. 1ss. Jesús, que tanto oro al Padre "en los días de su carne" (Hebr. 5, 7). pronuncia en alta voz esta oración sublime, para dejarnos penetrar la intimidad de su corazón lleno todo de amor al Padre y a nosotros. Dando a conocer el Nombre de Padre (v. 6 ss.) ha terminado la misión que El le encomendó (v. 4). Ahora el Cordero quiere ser entregado como víctima "en manos de los hombres" (14. 31 y nota), pero apenas hace de ello una vaga referencia en el v. 19. "Es pues con razón que el P. Lagrange intitula el c. 17: Oración de Jesús por la unidad, de preferencia al título de Oración sacerdotal, que ordinariamente se le da siguiendo al luterano Chytraeus Kochhafen + l600" (Pirot).

2. Que tu Hijo te glorifique.... dando vida eterna: Meditemos aquí el abismo de hondad en el Padre y en el Hijo, ante tan asombrosa revelación. En este momento culminante de la vida de Jesús, en esta conversación intima que tiene con su Padre, nos enteramos de que la gloria que el Hijo se dispone a dar al Eterno Padre, y por la cual ha suspirado desde la eternidad, no consiste en ningún vago misterio ajeno a nosotros, sino que todo ese infinito anhelo de ambos esta en darnos a nosotros su propia vida eterna.
3. El conocimiento del Padre y del Hijo -Obra del Espíritu de ambos "que habló por los profetas"- se vuelve vida divina en el alma de los creyentes, los cuales son "participes de la naturaleza divina" (II Pedro 1, 4). Cf. v. 17 y nota; Sab. 15, 3.
5. Es evidente, como dice S. Agustín, que si pide lo que desde la eternidad tenía, no lo pide para su Persona divina, que nunca lo había perdido, sino para su Humanidad santísima, que en lo sucesivo tendrá la misma gloria de Hijo de Dios, que tenía el Verbo (cf. v. 22; S. 2, 7 y nota).
6. Tu nombre, es decir, "a Ti mismo, lo que Tu eres, y por sobre todo, el hecho de que eres Padre" (Joüon).
7. Hemos visto a través de todo este Evangelio que la preocupación constante de Jesús fue mostrar que sus palabras no eran de El sino del Padre. Véase 12, 49 s.
8. Ellos los han recibido... y han creído: Admiremos, en esta conversación entre las Personas divinas, el respeto, que bien puede llamarse humilde, por la libertad de espíritu de cada hombre, no obstante ser Ellos Omnipotentes y tener sobre sus creaturas todos
los derechos. Nada mas contrario, pues, a las enseñanzas divinas, que el pretender forzar a los hombres a que crean, o castigar a los que no aceptan la fe. Véase Cant. 3, 5; Ez. 14, 7 y notas.
9 ss. Nueva y terrible sentencia contra el mundo (véase 14, 30; 'S. 18; 26, 11 y notas). ¡Nótese el sentido ! 1º Por ellos ruego... porque son tuyos: pues todo lo tuyo me es infinitamente amable solo por ser cosa del Padre a quien amo. Es decir, que nosotros,
sin saberlo ni merecerlo, disfrutamos de un titulo irresistible al amor de Jesús, y es: el solo hecho de que somos cosa del Padre y hemos sido encomendados por El a Jesús a Quien el Padre le encargó que nos salvase (6, 37-40). 2º En ellos he sido glorificado, es decir, a causa de ellos (cf. v. 19). La gloria del Hijo consiste como la del Padre (v. 2 y nota), en hacernos el bien a nosotros. Jesús ya nos había dicho en 10, 17, que el amor de su Padre, que es para el Hijo la suma gloria, lo recibe El por eso: porque pone su vida por nosotros (véase allí la nota). Ante abismos como éste, de una bondad y un amor, y unas promesas que jamás habría podido concebir el más audaz de los ambiciosos, comprendemos que todo el Evangelio y toda la divina Escritura tienen que estar dictados por ese amor, es decir, impregnados de esa bondad hacia nosotros, porque Dios es siempre el mismo. De aquí que para entender la Biblia hay que preguntarse, en cada pasaje, qué nueva prueba de amor y de misericordia quiere manifestarnos allí el Padre, o Jesús. ¿Es éste el espíritu con que la leemos nosotros? El que no entiende, es porque no ama, dice el Crisóstomo; y el que no ama. es porque no se cree amado, dice S. Agustín. También en otro sentido el Hijo ha sido glorificado en nosotros, en cuanto somos su trofeo. Si no pudiera mostramos al Padre y al universo como frutos de su conquista. ¿de qué serviría toda su hazaña, toda la epopeya de su vida?
Vemos aquí la importancia abismante que se nos atribuye en el seno de la misma Divinidad, en los coloquios del Hijo con el Padre. Y si vale la pena pensar en las mentiras del mundo ante una realidad como ésta. Porque si somos del mundo. El ya no ruega por nosotros, como aquí lo dice. Entonces quedamos excluidos de su Redención, es decir, que nuestra perdición es segura.
11. Véase 18, 36; Mat. 16, 6 ss. y notas.
12. El hija de perdición es Judas. Véase Marc. 74, 21; S. 40, 10; 54, 14; Hech. 1, 16. Hijo de perdición se llama también al Anticristo (II Tcs. 2, 3).
15. Es lo que imploramos en la última petición del Padre nuestro (Mat. 6, 13).
17. "Vemos aquí hasta qué punto el conocimiento y amor del Evangelio influye en nuestra vida espiritual. Jesús habría podido decirle que nos santificase en la caridad, que es el supremo mandamiento. Pero El sabe muy bien que ese amor •viene del conocimiento (v. 3). De ahí que en el plan divino se nos envié primero al Verbo, o sea la Palabra. que es la luz; y luego, como fruto de Él. al Espiritu Santo que es el fuego, el amor". Cf. S. 42, 3.
19. Por ellos me santifico: Vemos aquí una vez más el carácter espontaneo del sacrificio de Jesús. Cf. 14, 31 y nota. En el lenguaje litúrgico del Antiguo Testamento "santificar" es segregar para Dios. En Jesús esta segregación es su muerte segregación física y total de este mundo (v. 11 y 13); para los discípulos, se trata de un divorcio del mundo (v. 14-16) en orden al apostolado de la verdad que santifica (v. 3 y 17).
20. La fe viene del poder de la palabra evangélica (Rom. 10. 17), la cual nos mueve a obrar por amor (Gal. S, 6). La oración omnipotente de Jesús se pone aquí a disposición de los verdaderos predicadores de la palabra revelada, para darles eficacia sobre los que la escuchan.
21. Para que el mundo crea: Se nos da aquí otra regla infalible de apologética sobrenatural (cf. 7. 17 y nota). que coincide con el sello de los verdaderos discípulos, señalado por Jesús en 13, 35. En ello: e1 poder de la palabra divina y el vigor de la fe se manifestaran por la unión de sus corazones (cf. nota anterior), y el mundo creerá entonces, ante el espectáculo de esa mutua caridad, que se fundaré en la común participación a la vida divina (v. 3 y 22). Véanse los vv. 11, 23 y 26.
22. Esa gloria es la divina naturaleza, que el Hijo recibe del Padre y que nos es comunicada a nosotros por el Espíritu Santo mediante el misterio de la adopción como hijos de Dios, que Jesús nos conquistó con sus méritos infinitos. Véase 1, 12 s.; Ef. 1. 5
y notas.
23. Perfectamente uno: ¡consumarse en la unidad divina con el Padre y el Hijo! No hay panteísmo brahmánico que pueda compararse a esto. Creados a la imagen de Dios, y restaurados luego de nuestra degeneración por la inmolación de su Hijo, somos hechos hijos como El (v. 22); participes de la naturaleza divina (v. 3 y nota); denominados "dioses" por el mismo Jesucristo (10, 34); vivimos de su vida misma, como E1 vive del Padre (6, 58), y, como si todo esto no fuera suficiente, Jesús nos da todos sus
méritos para que el Padre pueda considerarnos coherederos de su Hijo (Rom. 8, l7) y llevarnos a esta consumación en la Unidad, hechos semejantes a Jesús (I Juan 3, 2), aun en el cuerpo cuando Él venga (Filip. 3, 20 s.), y compartiendo eternamente la misma
gloria que su Humanidad santísima tiene hoy a la diestra del Padre (Ef. 1, 20; 2, 6) Y que es igual a la que tuvo siempre como Hijo Unigénito de Dios (v. 5).
24. Que estén conmigo: Literalmente: que sean conmigo. Es el complemento de lo que vimos en 14, 2ss. y nota. Este Hermano mayor no concibe que El pueda tener, ni aún ser, algo que no tengamos o seamos nosotros. Es que en eso mismo ha hecho consistir su gloria el propio Padre (v. 2 y nota). De ahí que las palabras: para que vean la gloria mía quieren decir: para que la compartan, esto es, la tengan igual que Yo. San Juan usa aquí el verbo theoreo, como en 8, 51, donde ver significa gustar, experimentar, tener. En efecto, Jesús acaba de decirnos (v. 22) que El nos ha dada esa gloria que el Padre le dio para que lleguemos a ser uno con El y su Padre, y que Este nos ama lo mismo que a Él (v. 23). Aquí, pues, no se trata de pura contemplación sino de participación de la misma gloria de Cristo, cuyo Cuerpo somos. Esto está dicho por el mismo S. Juan en I Juan 3. 2; por S. Pablo, respecto de nuestro cuerpo (Filip. 3, 21), y por S. Pedro aun con referencia a la vida presente, donde ya somos "coparticipes de la naturaleza divina" (II Pedr. 1, 4; cf. I Juan 3, 3). Esta divinización del hombre es consecuencia de que, gracias al renacimiento que nos da Cristo (Ef. 3, 2 ss.), El nos hace "nacer de Dios" (1, 13) como hijos verdaderos del Padre lo mismo que El (I Juan 3, 1). Por eso El llama a Dios "mi Padre y vuestro Padre", y a nosotros nos llama "hermanos" (20, 17). Este v. vendría a ser, así, como el remate sumo de la Revelación, la cúspide insuperable de las promesas bíblicas, la igualdad de nuestro destino con el del propio Cristo (cf. 12, 26; 14, 2; Ef. 1, 5; I Tes. 4, 17; Apoc. 14, 4), Nótese que este amor del Padre al Hijo "ante: de la creación del mundo" existió también para nosotros desde entonces, como lo enseña S. Pablo al revelar el gran "Misterio" escondido desde todos los siglos. Véase Ef. 1, 4; 3, 9 y notas.
25. Notemos el tono dulcísimo con que habla aquí a su Padre como un hijo pequeño y fiel que quisiera consolarlo de la ingratitud de los demás.
26. Aquí vemos compendiada la misión de Cristo: dar a conocer a los hombres el amor del Padre que los quiere por hijos, a fin de que, por la fe en este amor y en el mensaje que Jesús trajo a la tierra, puedan poseer el Espíritu de adopción, que habitara en ellos con el Padre y el Hijo. La caridad más grande del Corazón de Cristo ha sido sin duda alguna este deseo de que su Padre nos amase tanto como a Él (v. 24). Lo natural en el hombre es la envidia y el deseo de conservar sus privilegios. Y más aún en materia de amor, en que queremos ser los únicos. Jesús, al contrario de nosotros, se empeña en dilapidar el tesoro de la divinidad que trae a manos llenas (v. 22) y nos invita a vivir de El esa plenitud de vida divina (1, 16; 15,1 ss.) como E1 la vive del Padre
(6, 58). Todo está en creer que El no nos engaña con tanta grandeza (cf. 6, 29).

1. El huerto se llamaba Getsemaní. Ya en el siglo IV se veneraba allí la memoria de la agonía del Señor, en una iglesia cuyos cimientos se han descubierto recientemente. David, como figura de Cristo, atravesó también este torrente huyendo de su propio
hijo. Véase II Reyes 13, 23.
8. Dejad ir a éstos Lo primero que el corazón sugiere a Jesús, en momento tan terrible para El, es salvar a sus discípulos. Y se cuida de llamarlos tales para no exponerlos al peligro que cae sobre El.
9. La cita que aquí se hace (de 17, 12) no se refiere a que El les salvase la vida corporal sino la espiritual. Es que sin duda ésta depende aquí de aquélla, pues si los discípulos, que lo abandonaron todos en ese momento de su prisión, hubiesen sido presos con El, habrían tal vez cado en la apostasía (recuérdense las negaciones de Pedro). Sólo cuando el Espíritu Santo los confirmé en la fe, dieron todos la vida por su Maestro.
13 5. Le condujeron primeramente a Anás, porque éste, a pesar de no ejercer ya las funciones de Sumo Sacerdote. gozaba de gran influencia. Caifás, el pontífice titular, lo dispuso probablemente así, esperando sin duda que su suegro fuese bastante astuto para
hallar culpa en el Cordero inocente.
14. Véase v. 24 y nota,
15. Ese otro discípulo es Juan, el evangelista, que tiene la costumbre de ocultar su nombre (1, 39 y 13, 23).
20. Nótese que nada responde sobre los discípulos y desvía la atención del Pontífice para no comprometerlos. ¡Y entretanto, Pedro estaba negándolo ante los criados !
21. Ellos saben: En este y muchos otros pasajes vemos que en la doctrina de Cristo no hay nada esotérico, ni secretos exclusivos para los iniciados, como en los misterios de Grecia. Por el contrario, sabemos que el Padre revela a los pequeños lo que oculta a los sabios y prudentes (Luc. 10, 21).
23. El ejemplo de Jesús muestra cómo han de entenderse la norma pronunciada por Él en el Sermón de la Montana (Mat. S, 39).
24. Como hacen notar algunos comentaristas, éste v. debe ir inmediatamente después del v. 13, con lo cual se ve claro que el envío de Anás a Caifás fue sin demora. de modo que todo el proceso desde el v. 14 se desenvuelve ante Caifás.
28. Los fariseos, que colaban mosquitos y tragaban camellos (Mat, 23, 24), creían contaminarse entrando en casas paganas, pero la muerte de un inocente no parece mancharlos. poder comer la Pascua: es decir que no la habían comido aún. Jesús se anticipó a
comerla el jueves, pues sabía que e1 viernes ya no le sería posible. Cf. Luc. 22, 8 y nota.
32. Notable observación del evangelista, para llamamos la atención sobre el hecho de que Jesús no sufrió el suplicio usual entre judíos, sino el de crucifixión, que era el usado en Roma para los criminales y que en efecto le fue aplicado y ejecutado por la autoridad romana que ejercía Pilato. El Señor mismo había profetizado que tal seria la forma de su muerte, Y para que ello seria entregado a los gentiles (Mat. 20, 19), De ahí que, como anota S. Lucas (18, 34), las Doce no entendieron "ninguna de estas cosas". Y, como para mayor contraste, S. Mateo agrega inmediatamente (Mat. 20, 20) que fue entonces cuando la madre de Santiago y Juan pidió para ellos al Señor un privilegio en su reino, como si éste fuese a comenzar en seguida (Luc. 19, li). Jesús les contesta que no saben lo que piden (Mat. 20, 22), pues ellos ignoraban que el grano de trigo debía de morir para dar su fruto (12, 24). Cf. Hcch. 1, 6s.
36. Nunca definió Jesús con mayor claridad el carácter no político de su reino, que no es mundano ni dispone de soldados y armas.
37. De la verdad esto es, de la fidelidad de las profecías que lo anunciaban como tal (Luc. 1. 32: Eeli. 36, 18).
38, ¿Qué cosa es verdad? Pilato es el tipo de muchos racionalistas que formulan una pregunta parecida y luego se van sin escuchar la respuesta de la Verdad misma, que es Jesucristo. Acertadamente dice S. Agustín: "Si no se desean, con toda la energía del alma, el conocimiento y la verdad, no pueden ser hallados. Pero si se buscan dignamente, no se esconden a sus amantes", Cf. Sab. 6, l7 ss. San Pablo, en Rom. 15, 8, nos refiere la. respuesta que Jesús habría dado a esa pregunta,

Evangelio según San Juan 13, 14, 15


Capítulo XIII
1 Antes de la fiesta de Pascua, Sabiendo Jesús que había llegado su hora para que pasase de este mundo al Padre, como amaba a los suyos, los que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. 2 Y mientras cenaban, cuando el diablo había ya puesto en el corazón de judas, el Iscariote, hijo de Simón, el entregarlo, 3 sabiendo que su Padre todo se lo había dado a Él en las manos, que había venido de Dios y que a Dios volvía. 4 Se levantó de la mesa, Se quitó sus vestidos, y Se ciñó un lienzo. 5 Luego, habiendo echado agua en un lebrillo, Se puso a lavar los pies de sus discípulos y a enjugarlos con el lienzo con que estaba ceñido. 6 Llegando a Simón Pedro, éste le dijo: "Señor, ¿Tú lavarme a mí los pies?" 7 Jesús le respondió: ‛‛Lo que Yo hago, no puedes comprenderlo ahora, pero lo comprenderás después." 8 Pedro le dijo: "No,
jamás me lavarás Tú los pies." Jesús le respondió. "Si Yo no te lavo, no tendrás nada de común conmigo." 9 Simón Pedro le dijo: "Entonces, Señor, no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza." 10 Jesús le dijo: "Quien está bañado, no necesita lavarse [más que los pies], porque está todo limpio. Y vosotros estáis limpios, pero no todos." 11 EI sabía, en efecto, quién lo iba a entregar; por eso dijo: "No todos estáis limpios."
12 Después de lavarles los pies, tomó sus vestidos, se puso de nuevo a la mesa y les dijo:
"¿Comprendéis lo que os he hecho? 13 Vosotros me decís: «Maestro» y «Señor», Y decís bien, porque lo soy. 14 Si, pues, Yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis unos a otros lavaros los pies, 15 porque os he dado el ejemplo, para que hagáis como Yo os he hecho. 16 En verdad, en verdad, os digo, no es el siervo más grande que su Señor ni el enviado mayor que quien lo envía. "Sabiendo esto, Seréis dichosos al practicarlo. 18 No hablo de vosotros todos; Yo sé a quiénes escogí; sino para que se cumpla la
Escritura: «El que come mi pan, ha levantado contra Mí su calcañar.» 19 Desde ahora os lo digo, antes que suceda, a fin de que, cuando haya sucedido, creáis que soy Yo, 20 En verdad, en verdad, os digo, quien recibe al que Yo enviare, a Mi me recibe; y quien me recibe a Mí, recibe al que me envió."
21 Habiendo dicho esto, Jesús se turbó en su espíritu y manifestó abiertamente: "En verdad, en verdad os digo, uno de vosotros me entregará". 22 Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo de quién hablaba. 23 Uno de sus discípulos, aquel a quien Jesús amaba, estaba recostado a la mesa en el seno de Jesús. 24 Simón Pedro dijo, pues, por señas a ése: "Di, ¿quién es aquel de quien habla?" 25 Y él, reclinándose así sobre el pecho de Jesús, le preguntó: "Señor, ¿quién es?" 26 Jesús le respondió: "Es aquel a quien daré el bocado, que voy a mojar." Y mojando un bocado, lo tomó y se lo dio a judas Iscariote, hijo de Simón. 27 Y tras el bocado, en ese momento, entró en él Satanás. Jesús le dijo, pues: "Lo que haces, hazlo más pronto." 28 Mas ninguno de los que estaban a la mesa entendió a qué propósito le dijo esto. 29 Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaron que Jesús le decía: "Compra lo que nos hace falta para la fiesta", o que diese algo a los pobres. 30 En seguida qué tomó el bocado, salió. Era de noche.
31 Cuando hubo salido, dijo Jesús: "‛Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios glorificado en Él. 32 Si Dios ha sido glorificado en El, Dios también lo glorificará en Sí mismo, y lo glorificará muy pronto. 33 Hijitos míos, ya no estaré sino poco tiempo con vosotros. Me buscaréis, y, como dije a los judíos, también lo digo a vosotros ahora: "Adónde Yo voy., vos-
otros no podéis venir." 34 Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros: para que, así como Yo os he amado. vosotros también os améis unos a otros. 35 En esto reconocerán todos que Sois discípulos míos, si tenéis amor unos para otros.”
36Simón Pedro le dijo: ‛‛Señor, ¿adónde vas?” Jesús le respondió: "Adonde Yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más tarde me seguirás." 37 Pedro le dijo: "¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por Ti."  38 Respondió Jesús: "¿Tú darás tu vida por Mí?" En verdad, en verdad, te digo, no cantará el gallo hasta que tú me hayas negado tres veces."

Capítulo XIV
1 "No se turbe vuestro corazón: creed en Dios, creed también en Mí 2 En la casa de mi Padre hay muchas moradas; y si no, os lo habría dicho, puesto que voy a preparar lugar para vosotros. 3 Y cuando me haya ido y os haya preparado el lugar, vendré otra vez y os tomaré junto a Mi, a fin de que donde Yo estoy, estéis vosotros también. 4 Y del lugar adonde Yo voy, vosotros sabéis el camino." 5 Díjole Tomás: "Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo, pues, sabremos el camino?" 6 Jesús le replicó: "Soy Yo el camino, y la verdad, y la vida; nadie va al Padre, sino por Mí. 7 Si vosotros me conocéis, conoceréis también a mi Padre. Más aún, desde ahora lo conocéis y lo habéis visto." 8 Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre, y esto nos basta." 9 Respondióle Jesús: "Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, ¿y tú no me has conocido, Felipe? El que me ha visto, ha visto a mi Padre. ¿Cómo puedes decir; Muéstranos al Padre? 10 ¿No Crees que Yo Soy en el Padre, y el Padre en Mi? Las palabras que Yo os digo, no las digo de Mi mismo; sino que el Padre, que mora en Mi, hace Él mismo sus obras. 11 Creedme: Yo Soy en el Padre, y el Padre en Mi; al menos, creed a causa de las obras mismas. 12 En verdad, en verdad, os digo, quien cree en Mi, hará él también las obras que Yo hago, y aun mayores, porque Yo voy al Padre 13 y haré todo lo que pidiereis en mi nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14 Sí me pedís cualquier cosa en mi nombre Yo la haré."
15 "Si me amáis, conservaréis mis mandamientos. 16 Y Yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Intercesor, que quede siempre con vosotros, 17 el Espíritu de ver- dad, que el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce; mas vosotros lo conocéis, porque El mora con vosotros y estará en vosotros. 18 No os dejaré huérfanos; volveré a vosotros. 19 Todavía un poco, y el mundo no me verá más, pero vosotros me volveréis a ver, porque Yo vivo, y vosotros viviréis. 20 En aquel día conoceréis que Yo Soy en mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros. 21 EI que tiene mis mandamientos y los conserva, ése es el que me ama; y quien me ama, será amado de mi Padre, y Yo también lo amaré, y me manifestaré a él." 22 Díjole Judas -no el Iscariote-: "Señor, ¿cómo es eso: que te has de manifestar a nosotros y no al mundo?" 23 Jesús le respondió y dijo: "Si alguno me ama, guardará mí palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y en él haremos morada. 24 El que no me ama no guardará mis palabras; y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.”
25 "Os he dicho estas cosas durante mi permanencia con vosotros. 26 Pero el intercesor, el Espíritu Santo. que el Padre enviará en mi nombre, El os lo enseñará todo, y os recordará todo lo que Yo os he dicho. 27 Os dejo la paz, os doy la paz mía; no os doy Yo como da el mundo. No se turbe vuestro corazón, ni se amedrente. 28 Acabáis de oírme decir: "Me voy y volveré a vosotros". Si me amaseis, os alegraríais de que voy al Padre, porque el Padre es más grande que Yo.
29 Os lo he dicho, pues, antes que acontezca, para que cuando esto Se verifique, creáis. 30 Ya no hablaré mucho con vosotros, porque viene el príncipe del mundo. No es que tenga derecho contra Mi, 31 pero es para que el mundo conozca que Yo amo al Padre, y que obro según el mandato que medió el Padre. Levantaos, vamos de aquí."

Capítulo XV
1 "Yo Soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. 2 Todo sarmiento que, estando en Mí, no lleva fruto, lo quita, pero todo sarmiento que lleva fruto, lo limpia, para que lleve todavía más fruto. 3 Vosotros estáis ya limpios, gracias a la palabra que Yo os he hablado. 4 Permaneced en Mi, y Yo en vosotros. Así como el sarmiento no puede por Sí mismo llevar fruto, Si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, Si no permanecéis en Mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Quien permanece en Mi, y Yo en él, lleva mucho fruto, porque separados de Mí no podéis hacer nada. 6 Si alguno no permanece en Mi, es arrojado fuera como los sarmientos, y se seca; después los recogen• y los echan al fuego, Y se queman. 7 Si vosotros permanecéis en Mi, y mis palabras permanecen en vosotros, todo lo que queráis pedidlo, y lo tendréis: 8 En esto es glorificado mi Padre; que llevéis mucho fruto, y seréis discípulos míos."
9 "Como mi Padre me amó, así Yo os he amado: permaneced en mi amor. 10 Si conserváis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, lo mismo que Yo, habiendo conservado los mandamientos de mi Padre, permanezco en su amor. 11 Os he dicho estas cosas, para que mi propio gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea cumplido,
12 Mi mandamiento es que os améis unos a otros, como Yo os he amado. 12 Nadie puede tener amor más grande que dar la vida por sus amigos. "Vosotros sois mis amigos, Si hacéis esto que os mando. 15 Ya no os llamo más siervos, porque el siervo no sabe lo que hace
su señor, sino que os he llamado amigos, porque todo lo que aprendí de mi Padre, os lo he dado a conocer. 16 Vosotros no me escogisteis a Mi; pero Yo os escogí, y os he designado para que vayáis, y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que el Padre os dé todo lo que le pidáis en mi nombre. 17 Estas cosas os mando, para que os améis unos a otros."

18 "Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a Mi antes que a vosotros. 19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como vosotros no sois del mundo -porque Yo os he entresacado del mundo- el mundo os odia. 20 Acordaos de esta palabra que os dije: No es el siervo más grande que su Señor. Si me persiguieron a Mi, también os perseguirán a vosotros; si observaron mi palabra, observarán también la vuestra. 21 Pero os harán todo esto a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió. 22 Si Yo hubiera venido sin hacerles oír mi palabra, no tendrían pecado, pero ahora no tienen excusa por su pecado. 23 Quien me odia a Mi odia también a mi Padre. 24 Si Yo no hubiera hecho en medio de ellos las obras que nadie ha hecho, no tendrían pecado, mas ahora han visto, y me han odiado, lo mismo que a mi Padre. 25 Pero es para que se cumpla la palabra escrita en su Ley: "Me odiaron sin causa." 26 Cuando venga el Intercesor; que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de verdad, que procede
del Padre, Él dará testimonio de Mí. "Y vosotros también dad testimonio, pues desde el principio estáis conmigo."

Comentarios
1. El sentido literal de este v. puede ser doble: que los amó hasta el extremo (como lo veremos en lo que hace a continuación), o que quiso extender a todos los suyos. que vivirán hasta el fin de los tiempos, el mismo amor que tenía a aquellos que entonces estaban en el mundo. Así también lo vemos formular aquí su Mandamiento nuevo (v. 34), en el cual se ofrece por modelo del amor que hemos de tenemos entre nosotros, a fin de que ese amor suyo por los hombres perdure sobre la tierra como si Él mismo se quedara, puesto que, mediante el Espíritu Santo (Luc. 11, 13). cada uno podrá amar a su hermano con el mismo amor con que Jesús lo amó. Es, como vemos, el aspecto inverso del mismo misterio de caridad que reveló en Mat. 25. 45 al decirnos que Él recibe, como hecho a su propia Persona, cuanto hacemos por el más pequeño de sus hermanos.
3. El Evangelista, Siempre tan sobrio y falto de todo encomio, parece querer acentuar esta vez la enormidad indecible que significa esa actitud de siervo tomada aquí por Jesús (v. 4), no obstante saber Él muy bien que, como aquí se expresa, Él era el Príncipe divino. el único hombre que ha habido y habrá digno de adoración.
4. Los vestidos plural de generalización. "Jesús no se quitó sin duda más que el manto" (Joüon).
5. Algunos piensan aquí en una purificación de los apóstoles, pero Jesús explica en vv. l2 ss. el significado y el propósito ejemplarizador de este acto de su inefable humildad y caridad fraterna, "mas para meditado que para expresado", escribe S. Agustín. En el v. 10 les dice que ya estaban limpios, y el lavar los pies no era un acto de purificación de la conciencia sino un servicio de esclavo, que aquí es muestra de amor (cf. v. 1), tanto más especial cuanto que no se trata de visitantes recién llegados (cf. Luc. 7, 44). ¡También a judas le lavó los pies! La idea de purificación es, pues, como dice Huby, ajena al discurso de Jesús.
8. Sobre esta falsa humildad cf. Mat. S. 8: 16, 23; Luc. 12, 37 y nota. "Para tener comunidad con Jesús es necesario no tener miedo de Él. Sin eso ¿cómo nos llamaríamos redimidos por Él?"
10. Las palabras entre corchetes faltan en muchos manuscritos. Pirot las suprime totalmente.
14. Sobre la sencillez y humildad sin límites de Jesús, véase Mat. 20. 28; Luc,. 22. 27 y nota.
18. Jesús ofrece aquí una nueva prueba de que es el Mesías, mostrando que va a cumplirse en Él la traición que David sufrió como figura Suya y que anunció mil años antes al presentar típicamente a Judas en la persona de Aquitofel (S. 40, 10; 54, 14 y notas). El divino Maestro nos enseña con esto la triste pero importante verdad de que no hemos de confiar imprudentemente ni en el más intimo amigo, porque, aunque hoy nos parezca imposible, bien puede convertirse en el traidor de mañana.
23. Aquel a quien Jesús amaba, es el mismo Evangelista, quien por modestia oculta su nombre (véase 1, 39 y nota). Recostado quiere decir 'que Juan, según la costumbre oriental, estaba echado delante de Jesús, apoyándose sobre el codo izquierdo, con el pecho vuelto al Maestro.
26. El bocado: un se dice de pan, ni que fuese mojado en vino, ni puede pensarse que Jesús daba a Judas la Eucaristía para que la recibiese sacrílegamente (Scío).
27. En ex: momento entró en él Satanás: Juan recalca el momento preciso, para distinguir esta posesión diabólica total de Judas del designio del v. 2, que Satanás "había puesto en su corazón". Lucas coloca antes de la cena pascual esa posesión diabólica y el pacto con los sacerdotes para entregarles a Jesús (Luc. 22, 3 7ss,), en lo cual coincide con Mat. 26, 14 ss. y Marc. 14, 10 ss., que sitúan ese pacto inmediatamente después de la cena de Simón el leproso. De ahí han supuesto algunos que esta cena del lavatorio de pies pudiese ser, como aquella que se le dio en Betania seis días antes (12, 1; Mat. 26. 6 ss.; Marc. 14, 3ss.), anterior a la de Pascua (cf. v. 1). Se observa que falta aquí toda mención de la Eucaristía, que traen los tres sinópticos, y de la preparación de la Cena pascual (Mat. 26. 17 ss.; Marc. 14, 12 ss.; Luc. 22, 7ss.); que esa fiesta se da aquí por futura (v. 29): que los discípulos parecen ignorar aún la culpa de Judas (v. 28), cosa que en la otra Cena se hizo pública (Mat. 26, 21-25); que la negación de Pedro (v. 38) no fue anunciada para esa misma noche (como lo fué en Mat. 26. 34; Marc. 14, 30; Luc. 22, 34) que Judas al salir ya de noche (v. 30) no pudo tener tiempo para convenir la entrega de Jesús esa misma noche; que los caps. 14 y 15 no aparecen continuando los anteriores como los caps. 16. 17 y 18; que el himno dicho al final de la Pascua (Mat. 26, 30) no pudo ser la oración del cap. 17 sino el Hallel (S. 112. 27); que ambas Cenas tienen ya cada una su gran contenido propio e independiente (cf. v. 5 y nota); y que. en fin, los sin6pticos escribieron cuando aun continuaba el apostolado sobre Israel. en tanto que Juan escribió casi treinta años después de haber rechazado Israel la predicación apostólica (Hech. 28, 25 ss.) y de la destrucción de Jerusalén y del Templo que siguió muy luego; por lo cual pudo Juan tener algún propósito especial provocado por esos grandes acontecimientos. Hazlo más
pronto (así también de la Torre). ¡Es la urgencia de Luc. 12, 50 y 22, 15 ! La invitación parecería dirigida a Satanás que había entrado en Judas (cf. Luc. 8, 30) Y que al promover la inmolación del Cordero no pensó por cierto que servía de instrumento al Redentor. Cf. v. 31 y nota; Hech. 13. 27: I Cor. 2, 8.
31 s. Ahora., ha sido: Los expositores suelen verse en aprietos para explicarse literalmente este verbo en tiempo pasado, que estaría en oposición con toda la economía de la Escritura, según la cual la glorificación de Jesús tuvo lugar cuando el Padre lo sentó a su diestra (cf. 16. 7; S. 109, 1 y notas). El evangelista sin embargo da a entender su pensamiento al poner en futuro el v. 32 y al señalar que Jesús dijo esto en el momento en que salió Judas para consumar su obra. Es como si dijera: "echada está la suerte. Debo padecer para entrar en mi gloria (Luc. 24, 26)- Y ahora tiene principio de ejecución el proceso que me llevará. a glorificar al Padre y ser glorificado por El".
34. El mandamiento es "nuevo" en cuanto propone a los hombres la imitación de la caridad de Cristo: amor que se anticipa a las manifestaciones de amistad; amor compasivo que perdona y soporta; amor desinteresado y sin medida (Rom. 13, 10; I Cor. 13,4-7) .
36. No puedes seguirme ahora, porque no estás confirmado en la fe, como se verá luego en sus negaciones. Lo seguirá más tarde hasta el martirio, cuando haya recibido el Espíritu Santo. Cf. 21, 19; II Pedr. 1, 14.
38. En lugar de anunciar anticipadamente el bien que nos proponemos hacer, cuidemos de proveernos de los auxilios sobrenaturales para poder cumplirlo. "Sin Mí. dice Jesús, nada podéis hacer" (15, 5). Cf. l Cor. 3. 5.

1, Despídese el Señor en los cuatro capítulos siguientes, dirigiendo a los suyos discursos que reflejan los íntimos latidos de su divino Corazón. Estos discursos forman la cumbre del Evangelio de S. Juan y sin duda de toda la divina Revelación hecha a los Doce. Creed en Dios: Recuérdese que Jesús les dijo que su fe no era ni siquiera como un grano de mostaza (Luc. 17. 6 Y nota). Es muy de notar también ésta clara distinción de Personas que enseña aquí Jesús, entre Él y su Padre. No son ambos una sola Persona a la cual haya que dirigirse vagamente, bajo un nombre genérico, sino dos Personas distintas, con cada una de las cuales tenemos una relación propia de fe y de amor (cf. I Juan 1, 3), la cual ha de expresarse también en la oración.
2. Tened confianza en Dios que como Padre vuestro tiene reservadas las habitaciones del cielo para todos los que aprovechan la Sangre de Cristo. En el Sermón de la Montaña (Mat. cap. 5 ss.), Jesús ha recordado que el hombre no está solo. sino que tiene un Dueño que lo creó. en cuyas manos está, y que le impone como ley la práctica de la misericordia, sin la cual no podrá recibir a su vez la misericordia que ese Dueño le ofrece como único medio para salvarse del estado de perdición en que nació como hijo de Adán, quien entregó su descendencia a Satanás cuando eligió a éste en lugar de Dios (Sab. 2, 24 y nota). Ahora. en el Sermón de la Cena. Jesús nos descubre la Sabiduría. enseñándonos que en el conocimiento de su Padre está el secreto del amor que es condición indispensable para el cumplimiento de aquella Ley de nuestro Dueño, Pues Él. por los méritos de su Hijo y Enviado, nos da su propio Espíritu (Luc. 11-13 v nota) que nos lleva a amarlo cuando descubrimos que ese Dueño, cuya autoridad inevitable podía parecernos odiosa. es nuestro Padre que nos ama infinitamente Y nos ha dado a su Hijo para que por Él nos hagamos hijos divinos también nosotros. con igual herencia que el Unigénito (Ef. 1, 5; II Pedr. 1. 4). De ahí que Jesús empiece aquí con esa estupenda revelación de que no quiere guardarse para Él solo la casa de su Padre. donde hasta ahora ha sido el Príncipe único. Y no sólo nos hace saber que hay allí muchas moradas, o sea un lugar también para nosotros (v. 2). sino que añade que Él mismo nos lo va a preparar, porque tiene gusto en que nuestro destino de redimidos sea el mismo que el Suyo de Redentor (v. 3).
3. Os tomaré junto o Mí: Literalmente: os recibiré s Mí mismo (así la Vulgata). Expresión sin duda no usual, como que tampoco es cosa ordinaria, sino única, lo que el Señor nos revela aquí. Más que tomarnos consigo, nos tomará a Él, porque entonces se realizará el sumo prodigio que S. Pablo llama misterio oculto desde todos los siglos (Ef. 3, 9; Col. 1, 26): el prodigio por el cual nosotros, verdaderos miembros de Cristo, seremos asumidos por Él que es la Cabeza, para formar el Cuerpo de Cristo total. Será, pues. más que tomarnos junto a Él: será exactamente incorporarnos a El mismo, o sea el cumplimiento visible y definitivo de esa divinización nuestra como verdaderos hijos de Dios en Cristo (véase Ef. 1, 5 y nota).
Es también el misterio de la segunda venida de Cristo. que San Pablo nos aclara en I Tes. 4. 13-17 y en que los primeros cristianos fundaban su esperanza en medio de las persecuciones (cf. Heb. 10. 25 y nota). ¿De ahí la aguda observación de un autor moderno:
"A primera vista, la diferencia más notable entre los primeros cristianos y nosotros es que, mientras nosotros nos preparamos para la muerte. ellos se preparaban para el encuentro con N. Señor en su Segundo Advenimiento."
4. Sabéis el camino: El camino soy Yo mismo (v. 6), no sólo en cuanto señalé la Ley de caridad que conduce al cielo. sino también en cuanto los méritos míos, aplicados a vosotros como en el caso de Jacob (véase Gén. 27. l9 y nota) os atraerán del Padre las mismas bendiciones que tengo Yo, el Primogénito (Rom. 8, 29).
6 s. El Padre es la meta. Jesús es el camino de verdad y de vida para llegar hasta Él. Como se expresó en la condenación del quietismo. la pura contemplación del Padre es imposible Si se prescinde de la revelación de Cristo y de su mediación. En el v. 7 no hay un reproche como en la Vulgata (si me conocierais...) sino un consuelo: si me conocéis llegaréis también al Padre indefectiblemente. Vemos así que la devoción ha de ser al Padre por medio de Jesús, es decir. contemplando a ambos como Personas claramente caracterizadas y distintas (Concilio III de Cartago, can. 23). Querer abarcar de un solo ensamble a la Trinidad sería imposible para nuestra mente, pues la tomaría como una abstracción que nuestro corazón no podría amar como ama al Padre y al Hijo Jesús, con los cuales ha  de ser. dice S. Juan. nuestra sociedad (I Juan 1. 3). La Trinidad no es ninguna cosa distinta de las Personas que la forman. Lo que hemos de contemplar en ella es el amor infinito que el Padre y el Hijo se tienen recíprocamente en la Unidad del Espíritu Santo. Y así es cómo adoramos también a la Persona de este divino Espíritu que es el amor que une a Padre e Hijo. El Espíritu Santo es el espíritu común del Padre y del Hijo, y propio de cada uno de Ambos, porque todo el espíritu del Padre es de amor al Hijo y todo el espíritu del Hijo es de amor al Padre. Del primero. amor paternal, beneficiamos nosotros unirnos a Cristo. Del segundo. amor filial, participamos igualmente adhiriéndonos a Jesús para amar al Padre como Él y junto con Él y mediante Él y a causa de Él, y dentro de Él. pues Ambos son inseparables, como vemos en los vv. 9ss.
10. Es notable que ya en el Antiguo Testamento el Padre (Yahvé) habla del Mesías llamándolo "el Varón unido conmigo" (Zac. 13, 7). Cf. 16. 32.
12. Una de las promesas más asombrosas que Jesús hace a la fe viva desde el cielo Él la cumplirá.
13. En este v. y en el siguiente promete el Salvador que será oída la oración que hagamos en su nombre. Esta promesa se cumple siempre cuando confiados en los méritos de Jesucristo y animados por su espíritu nos dirigimos al Padre. Es la oración dominical la
que mejor nos enseña el recto espíritu y. por eso garantiza los mejores frutos (Mat. 6. 9ss.; Luc. 11, 2ss.).
l5. El que ama se preocupa de cumplir los mandamientos, y para eso cuida ante todo de conservarlo en su corazón, Véase v. 23 S.; S. 118. 11 y nota.
16. El Otro Intercesor es el Espíritu Santo. que nos ilumina y consuela y fortalece con virtud divina. El mundo es regido por su príncipe (v. 30). y por eso no podrá nunca entender al Espíritu Santo (I Cor. 2, 14), ni recibir sus gracias e ilustraciones. Los apóstoles experimentaron la fortaleza y la luz del divino Paráclito pocos días después de la Ascensión del Señor, en el día de Pentecostés (Hech. 2) y recibieron carismas visibles, de los cuales se habla en los Hechos de los Apóstoles.
17 ss. Mora con vosotros: Casi siempre vivimos en un estado de fe imperfecta, como diciéndonos: si yo lo tuviera delante al Padre celestial o a Jesús, le diría tal y tal cosa. Olvidamos que el Padre y el Hijo no son como los hombres ausentes que hay que ir a buscar sino que están en nuestro interior (vv. 20 y 23), lo mismo que el Espíritu (v. 26; 16. 13; Luc. 11, 13). Nada consuela tanto como el cultivo suavísimo de esta presencia de Dios permanente en nosotros, que nos está mirando, sin cansarse, con ojos de amor como los padres contemplan a su hijo en la cuna (S. 138, 1; Sant. 7, 10 y notas). Y nada santifica tanto como el conocimiento vivo de esta verdad que "nos corrobora por el Espíritu en el hombre interior" (Ef. 3, 16) como templos vivos de Dios (Ef. 2, 21 S,). Estará en Nosotros: Entendamos bien esto: "El Espíritu Santo estará en nosotros como un viento que sopla permanentemente para mantener levantada una hoja seca, que sin Él cae. De modo que a un tiempo somos y no somos. En cuanto ese viento va realizando eso en nosotros, somos agradables a Dios, sin dejar empero de ser por nosotros mismos lo que somos. es decir, "siervos inútiles" (Luc. 17, 10). Si no fuese así, caeríamos fatalmente (a causa de la corrupción que heredamos de Adán) en continuos actos de soberbia y presunción. que no sólo quitaría todo valor a nuestras acciones delante de Dios, sino que sería ante Él una blasfemia contra la fe. es decir, una rivalidad que pretendería sustituir la Gracia por esa ilusoria suficiencia propia que sólo busca quitar a Dios la gloria de ser el que nos salva.
20. En aquel día: Véase 16, 16 y nota. Vosotros estáis en Mi, etc., "En vano soñarán los poetas una plenitud de amor y de unión entre el Creador y la creatura, ni una felicidad para nosotros como ésta que nos asegura nuestra fe y que desde ahora poseemos "en esperanza" Es un misterio propio de la naturaleza divina que desafía y supera todas las audacias de la imaginación, y que sería increíble si Él no lo revelase. ¿Qué atractivos puede hallar Él en nosotros? Y sin embargo. al remediar el pecado de Adán, en vez de rechazamos de su intimidad (¡ mirabilius reformasti !) buscó un pretexto para unirnos del todo a Él. ¡ cómo si no pudiese vivir sin nosotros" ! Véase 17. 26 Y nota.
21. Es decir: el que obedece eficazmente al Padre muestra que tiene amor, pues si no lo amase no tendría fuerza para obedecerlo. como vemos, en el v. 23. No tiene amor porque obra, sino que obra porque tiene amor. Cf. Luc. 7, 47 y nota.
23. El amor es el motor indispensable de la vida sobrenatural: todo aquel que ama, vive según el Evangelio; el que no ama no puede cumplir los preceptos de Cristo, ni siquiera conoce a Dios, puesto que Dios es amor (I Juan 4, 8). "Del amor a Dios brota de por sí la obediencia a su divina voluntad (Mat. 7, 21; 12, 50; Marc. 3, 35; Luc. 8, 21), la confianza en su providencia (Mat. 6, 25-34; 10, 29-33; Luc. 12, 4-12 y 22­34; 18, 1-8)- la oración devota (Mat. 6, 7-8; 7, 7-12; Marc. 11, 24; Luc. 11, 1-13; Juan 16, 23-24), y el respeto a la casa de Dios (Mat. 21, 12-17; Juan 2, 16)" (Lesètre).
24. Dios nos revela a este respecto su intimidad diciendo: "Como una mujer que desprecia al que la ama, así me ha despreciado Israel" (Jer. 3, 20). Esto nos hace comprender que querer suplir con obras materiales la falta de amor, sería como si una mujer que rechaza el amor de un príncipe pretendiera consolarlo ofreciéndole dinero. O como Si un hijo que se apartó del hogar creyese que satisface a su padre con mandarle regalos. Véase la clara doctrina de S. Pablo en I Cor. 13, 1ss.
26. Jesús hace aquí quizá la más estupenda de sus revelaciones y de. sus promesas, El mismo Espíritu divino, que Él nos conquistó con sus méritos infinitos, se hará el inspirador de nuestra alma y el motor de nuestros actos, habitando en nosotros (v. 16 s.). Tal es el Sentido de las palabras "os lo enseñará todo". es decir, no todas las cosas que pueden saberse, sino todo lo vuestro, como maestro permanente de vuestra vida en todo instante. San Pablo confirma esto en Rom. 8, 14 llamando hijos de Dios a "los que son movidos por el Espíritu de Dios". Si bien miramos, todo el fruto de la Pasión de Cristo consiste en habernos conseguido esa maravilla de que el Espíritu de Dios, que es todo luz y amor y gozo, entre en nosotros, confortándonos, consolándonos, inspirándonos en todo momento y llevándonos al amor de Jesús (6, 44 y nota) para que Jesús nos lleve al Padre (vv. 6 SS.) y así el Padre sea glorificado en el Hijo (v. 13). Tal es el plan del Padre en favor nuestro (6, 40 y nota), de tal modo que la glorificación de ambos sea también la nuestra, como se ve expresamente en 17, 2. Para entrar en nosotros ese nuevo rector que es el Espíritu Santo, sólo espera que el anterior le ceda el puesto, Eso quiere decir simplemente el "renunciarse a sí mismo", Os recordará, etc.: es decir, traerá a la memoria en cada momento oportuno (Mat. 10, 19; Marc. 13, 1T) las enseñanzas de Jesús a los que se hayan preocupado de aprenderlas. Véase 16, 13; Luc. 11, 13 y notas.
28. El Padre es más grande que Yo significa que el Padre es el origen y el Hijo la derivación. Como dice S. Hilario. el Padre no es mayor que el Hijo en poder, eternidad o grandeza, sino en razón de que es principio del Hijo, a quien da la vida. Porque el Padre nada recibe de otro alguno, mas el Hijo recibe su naturaleza del Padre por eterna generación, sin que ello implique imperfección en el Hijo. De ahí la inmensa gratitud de Jesús y su constante obediencia y adoración del Padre. Un buen hijo. aunque sea adulto y tan poderoso como su padre, siempre lo mirará como a superior. Tal fue la constante característica de Jesús (4, 34; 6, 38: 12, 49 S.; 17, 25, etc.), también cuando, como Verbo eterno, era 1a Palabra Creadora y Sabiduría del Padre (1, 2; Prov. 8, 22 ss.; Sab 7. 26M 8, 3; Ecli 24, 12 ss., etc.). Véase 5, 48 y nota; Mat 24, 36; Marc 13, 32; Hech 1, 7; I Cor 15, 28 y notas. El hijo como hombre es menor que el Padre.
30. El príncipe del mundo: Satanás. Tremenda revelación que, explicándose por el triunfo originario de la serpiente sobre el hombre (cf. Sab. 2, 24 y nota), explica a su vez las condenaciones implacables que a cada paso formula el Señor sobre todo lo mundano, que en cualquier tiempo aparece tan honorable como aparecían los que condenaron a Jesús, Cf. v. 16; 7, 7; 12, 31; 15. 18 ss.; 16, 11; 17, 9 y 14; Luc. 16, 15; Rom. 12, 2; Gal. 1, 4; 6, 14; I Tim. 6, 13; Sant. 1. 27; 4, 4; I Pedr. 5, 8; I Juan 2, 15 y notas.
31. No es por cierto a Jesús a quien tiene nada que reclamar el "acusador" (Apoc. 12, 10 y nota). Pero el Padre le encomendó las "ovejas perdidas de Israel" (Mat. {O, 5 y nota), y cuando vino a lo suyo, "los suyos no lo recibieron" (1, 11), despreciando el mensaje de arrepentimiento y perdón (Marc. 1, 15) que traía "para confirmar las promesas de los patriarcas" (Rom. 15, 8). Entonces, como anunciaban misteriosamente las profecías desde Moisés (cf. Hech. 3, 22 y nota), el Buen Pastor Se entregó como un cordero (10, 11), libremente (10, 17 S.), dando cuanto tenía, hasta la última gota de su Sangre, aparentemente vencido por Satanás para despojarlo de su escritura contra nosotros clavándola en la Cruz (Col. 2, 24s.), y realizar, a costa suya, el anhelo Salvador del Padre (6, 38: Mat. 26, 42 y notas) y "no sólo por la nación sino también para congregar en uno a todos los hijos de Dios dispersos'‛ (11. 52). viniendo a ser por su Sangre causa de eterna Salud para judíos y gentiles, como enseña S. Pablo (Hech. 5. 9s.)•

2. Lo limpia: He aquí encerrado todo el misterio de Job y el problema de la tentación y del dolor. Recordémoslo para saber y creer, con la firmeza de una roca, que con cada prueba, siempre pasajera. nos está preparando nuestro Padre un bien mucho mayor. Es lo que la simple experiencia popular ha expresado en el hermoso aforismo: "No hay mal que por bien no venga,"
3. "Esta idea de que la fe en la Palabra de Jesús hace limpio, es expresada aún más claramente por S. Pedro al hablar de los gentiles que creyeron: "por su fe Dios purificó sus corazones" (Hech. 15, 9)." P. Joüon. Limpios significa aquí lo mismo que "podados"; por donde vemos que el que cultiva con amor la Palabra de Dios, puede librarse también de la poda de la tribulación (v. 2).
4. Nosotros (los sarmientos) necesitamos estar unidos a Cristo (la vid) por medio de la gracia (la savia de la vid), para poder obrar santamente, puesto que sólo la gracia da a nuestras obras un valor sobrenatural, Véase II Cor. 3, 5; Gál. 2. 16 ss. "La gracia y la gloria proceden de su inexhausta plenitud. Todos los miembros de su Cuerpo místico. y sobre todo los más importantes, reciben del Salvador dones constantes de consejo, fortaleza, temor y piedad, a fin de que todo el cuerpo aumente cada día más en integridad y en santidad de vida" (Pio XII, Enc. del Cuerpo Místico). Cf. I Cor. 12, 1Ss.; Ef. 4. 7ss.
5. No podéis hacer nada: A explicar este gran misterio dedica especialmente S. Pablo su admirable Epístola a los Gálatas, a quienes llama "insensatos" (Gál. 3, 1) porque querían, como judaizantes salvarse por el solo cumplimiento de la Ley, sin aplicarse los méritos del Redentor mediante la fe en Él (cf. el discurso de Pablo A Pedro en Gal. 2, 11-21). La Alianza a base de la Ley dada a Moisés no podía salvar. Sólo podía hacerlo la Promesa del Mesías hecha a Abrahán; pues el hombre que se somete a la Ley, queda obligado a cumplir toda la Ley, y como nadie es capaz de hacerlo, perece. En cambio Cristo vino para salvar gratuitamente, por la donación de sus propios méritos, que se aplican a los que creen en esa Redención gratuita, los cuales reciben, mediante esa fe (Ef. 2, ss.), el Espíritu Santo, que es el Espíritu del mismo Jesús (Gal. 4, 6) y nos hace hijos del Padre como Él (Juan 1, 12), prodigándonos su gracia y sus dones que nos capacitan para cumplir el Evangelio, y derramando en nuestros corazones la caridad (Rom. 5. S). que es la plenitud de esa Ley (Rom. 13, 10; Gál. 5, 14).
6. Triste es para el orgullo convencerse de que no somos ni podemos ser por nosotros mismos más que sarmientos secos. Pero el conocimiento de esta verdad es condición previa para toda auténtica vida espiritual (cf. 2. 24 y nota). De aquí deducía un ilustre prelado americano que la bondad no consiste en ser bueno, pues esto es imposible porque "separados de Mí no podéis hacer nada". La bondad consiste en confesarse impotente y buscar a Jesús, para que de Él nos venga la capacidad de cumplir la voluntad del Padre como Él lo hizo.
7. Esto es lo que S. Agustín expresa diciendo "ama y haz lo que quieras". Porque el que ama sabe que no hay más bien que ése de poseer la amistad del amado, en lo cual consiste el gozo colmado (I Juan 1, 3•4); y entonces no querrá pedir sino ese bien superior, que es el amor, o sea el Espíritu Santo, que es Io que el Padre está deseando darnos, puesto que Él nos ama infinitamente más que nosotros a Él. Cf. Luc. T1. 13 Y nota; I Juan 5. 14 s.
8. El futuro seréis: (genésesthe) según Merk está mejor atestiguado que el subjuntivo seáis. Así también Pirot y otros modernos. El sentido, sin embargo, no fluye con claridad, por lo cual cabe más bien. con la puntuación correspondiente. referir la glorificación del Padre a lo dicho en el v. 7, Sentido por cierto bellísimo y que coincide exactamente con 14. 13 v con 17. 2. donde se ve que el Corazón paternal de Dios es glorificado en que nosotros recibamos beneficios de nuestro Hermano Mayor. En tal caso este final queda como una señal que nos da Jesús en pleno acuerdo con el contexto: que (hina con optativo) vuestro sarmiento fructifique mucho y entonces sabréis que está unido a la Vid, es decir, que sois realmente mis discípulos, así como por los frutos se conoce el árbol (Mat. 12, 33; Luc. 6. 43 ss.), El caso inverso se ve en Mat. 7, 15. 9. No se puede pasar en silencio una declaración tan asombrosa como ésta. Jesús vino a revelarnos ante todo el amor del Padre, haciéndonos saber que nos amó hasta entregar por nosotros a su Hijo, Dios como Él (3, 16). Y ahora, al declararnos su propio amor, usa Jesús un término de comparación absolutamente insuperable y casi diríamos increíble, si no fuera dicho por Él. Sabíamos que nadie más que el que da su vida (v. 13), y que Él la dio por nosotros (10, 11), y nos amó hasta el fin (13, 1), y la dio libremente (10, 18), y que el Padre lo amó especialmente por haberla dado (10, 17); y he aquí que ahora nos dice que el amor que Él nos tiene es como el que el Padre le tiene a Él, o sea que Él, el Verbo eterno nos ama con todo su Ser divino, infinito, sin límites, cuya esencia es el mismo amor (cf. 6, 57; 10, 14 s.).. No podrá el hombre escuchar jamás una noticia más alta que esta "buena nueva", ni meditar en nada más santificante; pues, como lo hacía notar el Beato Eymard, lo que nos hace amar a Dios es el creer en el amor que El nos tiene. Permaneced en mi amor significa, pues, una invitación a permanecer en esa privilegiada dicha del que se siente amado, para enseñarnos a no apoyar nuestra vida espiritual sobre la base deleznable del amor que pretendemos tenerle a Él (véase como ejemplo 13, 36-38), sino sobre la roca eterna de ese amor con que somos aislados por Él Cf. I Juan 4, 16 y nota.
11. Porque no puede existir para el hombre mayor gozo que el de saberse amado así. En 16, 24: 17, 13; I Juan 1, 4. etc., vemos que todo el Evangelio es un mensaje de gozo fundado en el amor.
14. Si hacéis esto que os mando, es decir, si os amáis mutuamente como acaba de decir en el v. 12 y repite en el v. 17. porque el mandamiento del amor es el fundamento de todos los demás (Mat. 7, 12; 22, 40; Rom. 13, 10; Col. 3, 14).
5. Notemos esta preciosa revelación: lo que nos transforma de siervos en amigos. elevándonos de la vía purgativa a la unión del amor, es el conocimiento del mensaje que Jesús nos ha dejado de parte del Padre. Y Él mismo nos agrega cuán grande es la riqueza de este mensaje, que contiene todos los secretos que Dios comunicó a su propio .Hijo.
16. Hay en estas palabras de Jesús un inefable matiz de ternura. En ellas descubrimos. no solamente que de Él parte la iniciativa de nuestra elección; descubrimos también que su Corazón nos elige aunque nosotros no lo hubiéramos elegido a Él. Infinita suavidad de un Maestro que no repara en humillaciones porque es "manso y humilde de corazón" (Mat. 11, 29). Infinita fuerza de un amor que no repara en ingratitudes, porque no busca su propia conveniencia (I Cor. 13. S). Vuestro fruto permanecerá: Es la característica de los verdaderos discípulos; no el brillo exterior de su apostolado (Mat. 12. 19 y nota), pero sí la transformación interior de las almas. De igual modo a los falsos profetas, dice Jesús. se les conoce por sus frutos (Mat. 7. 16), que consisten. según S. Agustín, en la adhesión de las gentes a ellos mismos y no a Jesucristo. Cf. 5, 43; 7, 18; 21, 15; Mat. 26, 56 y notas.
18 ss. El mundo, que no recibe a Jesús, ni a su Espíritu, tampoco recibirá a sus discípulos. Con toda claridad profetiza el divino Redentor las persecuciones, que prueban el carácter Sobrenatural de su Cuerpo místico. El mundo odia lo Sobrenatural en los cristianos, así como lo ha odiado en Cristo.
20. Observarán: espiarán (Scio). Cf, S. 16, 11; 55, 7 v notas.
21. Será motivo de gloria para los discípulos el odio y la persecución por causa del Nombre Santo, y una ocasión para afirmar su amor al Padre que nos envió a Jesús (cf, 16. 3;1Gál, 6, 14).
25, Véase S. 34, 19; 68, 5
26 s. Intercesor: Otros vierten: Defensor, Hay. aquí una bellísima explicación del dogma trinitario, El Espíritu Santo procede del Padre y también del Hijo, Nuestra salvación fue objeto del envío del Hijo por el Padre, que nos lo dio; ahora anuncia Jesús que nuestra santificación va a ser objeto de la misión de otra Persona divina: el Espíritu Santo, que Él enviará desde la diestra del Padre (16. 7 Y nota). Dará testimonio de Mí. p, ej. en la Sagrada Escritura, que es por eso un "tesoro celestial" (Conc. Trid,).
Del testimonio del Espíritu Santo será inseparable la predicación y el testimonio de los apóstoles porque por su inspiración hablarán, Cf. Hech. 13, 9; Rom. 9, 1; I Tes. 1. 5; Il Pedr. 1. 21.