miércoles, 29 de agosto de 2012

Evangelio según San Juan caps. 16, 17, 18


Capítulo XVI
1 "Os he dicho esto para que no os escandalicéis. 2 Os excluirán de las sinagogas; y aún vendrá tiempo en que cualquiera que os quite la vida, creerá hacer un obsequio a Dios. 3 Y os harán esto, Porque no han conocido al Padre, ni a Mí. 4 Os he dicho esto, para que, cuando el tiempo venga, os acordéis que Yo os Io había dicho. No os lo dije desde el comienzo, porque Yo estaba con vosotros. 5 Y ahora Yo me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas? 6 sino que la tristeza ha ocupado vuestros corazones porque os he dicho este. 7 Sin embargo, os lo digo en verdad: Os conviene que me vaya; porque, si Yo no me voy, el Intercesor no vendré a vosotros: mas si me voy, os lo enviaré. 8 Y cuando El venga, presentaré querella al mundo, por capítulo de pecado, por capitulo de justicia, y por capítulo de juicio: 9 por capitulo de pecado, porque no han creído en Mi; 10 por capitulo
de justicia, porque Yo me voy a mi Padre, y vosotros no me veréis mis; 11 por capitulo de juicio, porque el príncipe de este mundo está juzgado. 12 Tengo todavía mucho que deciros, pero no podéis soportarlo ahora. 13 Cuando vena Aquél, el Espíritu de verdad, El os conducirá a toda la verdad; porque El no hablará por Si mismo, sino que dirá lo que habrá oído, y os anunciará las cosas por venir. 14 EI me glorificará, porque tomará de lo mío, y os (lo) declarará. Todo cuanto tiene el Padre es mío; 15 por eso dije que El tomará de lo mío, y os (lo) declarará."
16 "Un poco de tiempo y ya no me veréis: y de nuevo un poco, y me volveréis a ver, porque me voy al Padre." 17 Entonces algunos de sus discípulos se dijeron unos a otros: "¿Qué es esto que nos dice: "Un poco, y a no me veréis; y de nuevo un poco, y me volveréis a ver" y: "Me voy al Padre?" " 18 Y decían: "¿Qué es este "poco" de que habla? No sabemos lo que quiere decir." 19 Mas Jesús conoció que tenían deseo de interrogarlo, y les dijo: "Os preguntáis entre vosotros que significa lo que acabo de decir: "Un poco, y ya no me veréis, y de nuevo un poco, y me volveréis a ver." 20 En verdad, en verdad, os digo, vosotros vais a llorar y gemir, mientras que el mundo se va a regocijar. Estaréis contristados, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.
21 La mujer, en el momento de dar a luz, tiene tristeza, porque su hora ha llegado; pero, cuando su hijo ha nacido, no se acuerda más de su dolor, por el gozo de que ha nacido un hombre al mundo. 22 Así también vosotros, tenéis ahora tristeza, pero Yo volveré a veros, y entonces vuestro corazón se alegrara y nadie os podrá quitar vuestro gozo. 23 En aquel día no me preguntaréis mas sobre nada. En verdad, en verdad, os digo, lo que pidiereis al Padre, El os lo daré en mi nombre. 24 Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre. Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado."
25 "Os he dicho estas cosas en parábolas; viene la hora en que no os hablaré mas en parábolas, sino que abiertamente os daré noticia del Padre. 26 En aquel día pediréis en mi nombre, y no digo que Yo rogaré al Padre por vosotros, 27 pues el Padre os ama El mismo, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que Yo vine de Dios. 28 Salí del Padre, y vine al mundo; otra vez dejo el mundo, y retorno al Padre." 29 Dijéronle los discípulos: "He aquí que ahora nos hablas claramente y sin parábolas. 30 Ahora sabemos que conoces todo, y no necesitas que nadie se interrogue. Por esto creemos que has venido de Dios." 31 Pero Jesús les respondió: "¿Creéis ya ahora? 32 Pues he aquí que viene la hora, y ya ha llegado, en que os dispersaréis cada uno por su lado, dejándome enteramente solo, pero, Yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo, 33 Os he dicho estas cosas, para que halléis paz en Mi, En el mundo paséis apreturas, pero tened confianza: Yo he vencido al mundo."

Capítulo XVII
1 Así habló Jesús. Después, levantando sus ojos al cielo, dijo: "Padre, la hora es llegada; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a Ti; 2 -conforme al señorío que le conferiste sobre todo el género humano- dando vida eterna a todos los que Tu le has dado. 3 Y la vida eterna es: que te conozcan a Ti, solo Dios verdadero, y a Jesucristo Enviado tuyo. 4 Yo te he glorificado a Ti sobre la tierra dando acabamiento a la obra que me confiaste para realizar.
5 Y ahora Tu, Padre, glorifícame a Mi junto a Ti mismo, con aquella gloria que en Ti tuve antes que el mundo existiese." 6 "Yo he manifestado tu Nombre a los hombres que me diste (apartándolas) del mundo. Eran tuyos, y Tu me los diste, y ellos han conservado tu palabra. 7 Ahora saben que todo lo que Tu
me has dado viene de Ti. 8 Porque las palabras que Tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han recibido y han conocido verdaderamente que Yo salí de Ti, y han creído que eres Tu quien me has enviado. 9 Por ellos ruego; no por el mundo, sino por los que Tu me diste, porque son tuyos. 10 Pues todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. 11 Yo no estoy ya en el mundo, pero éstos quedan en el mundo mientras que Yo me voy a Ti. Padre Santo, por tu nombre, que Tú me diste, guárdalos para que sean uno como somos nosotros. 12 Mientras Yo estaba con ellos, los guardaba por tu Nombre, que Tu me diste, y los conservé, Y ninguno de ellos se perdió sino el hijo de perdición, para que la Escritura fuese cumplida. 13 Mas ahora voy a Ti, y digo estas cosas estando (aún) en el mundo, para que ellos
tengan en sí mismos el gozo cumplido que tengo Yo. 14 Yo les he dado tu palabra y el mundo les ha tomado odio, porque ellos ya no son del mundo, así como Yo no soy del mundo. 15 No ruego para que los quites del mundo, sino para que los preserves del Maligno. 16 Ellos no son ya del mundo, así como Yo no soy del mundo. 17 Santifícalos en la verdad: la verdad es tu palabra. 18 Como Tu me enviaste a Mi al mundo, también Yo los he enviado a ellos al mundo. 19 Y por ellos me santifico Yo mismo, para que también ellos sean santificados, en la verdad."
20 "Mas no ruego sólo por ellos, sino también por aquellos que, mediante la palabra de ellos, crean en Mi, 21 a fin de que todos sean uno, como Tu, Padre, en Mi y Yo en Ti, a fin de que también ellos sean en nosotros, para que el mundo crea que eres Tu el que me enviaste 22 Y la gloria que Tu me diste, Yo se la he dado a ellos, para que sean uno como nosotros somos Uno: 23 Yo en ellos y Tu en Mi, a fin de que sean perfectamente uno, y para que el
mundo sepa que eres Tu quien me enviaste y los amaste a ellos como me amaste a Mí. 24 Padre, aquellos que Tu me diste quiero que estén conmigo en donde Yo esté, para que vean
la gloria mía, que Tu me diste, porque me amabas antes de la creación del mundo. 25 Padre justo, si el mundo no te ha conocido, te conozco Yo, y éstos han conocido que eres Tu el que me enviaste; 26 y Yo les hice conocer tu nombre, y se lo haré conocer para que el amor con que me has amado sea en ellos y Yo en ellos."

Capítulo XVIII
1 Después de hablar así, se fue Jesús acompañado de sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el cual entré con ellos. 2 Y Judas, el que lo entregaba, conocía bien este lugar, porque Jesús y sus discípulos se habían reunido allí frecuentemente. 3 Judas, pues, tomando a la guardia y a los satélites de los sumos sacerdotes y de los fariseos, llegó allí con linternas y antorchas, y con armas. 4 Entonces Jesús, sabiendo todo lo que le había de acontecer, se adelantó y les dijo: "¿A quién buscáis?" 5 Respondiéronle: "A Jesús el Nazareno." Les dijo; "Soy Yo." Judas, que lo entregaba, estaba allí con ellos. 6 No bien les hubo dicho: "Yo soy", retrocedieron y cayeron en tierra. 7 De nuevo les preguntó "¿A quién buscáis?" Dijeron: "A Jesús de Nazaret." 8 Respondió Jesús: "Os he dicho que soy Yo. Por tanto si me buscáis a Mi, dejad ir a éstos"; 9 para que se cumpliese la palabra, que El había dicho: "De los que me diste, no perdí ninguno." 10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó e hirió a un siervo del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El nombre del siervo era Malco. 11 Mas Jesús dijo a Pedro; "Vuelve la espada a la vaina; ¿no he de beber el cáliz que me ha dado el Padre?"
12 Entonces la guardia, el tribuno y los satélites de los judíos prendieron a Jesús y lo ataron. 13 Y lo condujeron primero a Anás, porque éste era el suegro de Caifás, el cual era Sumo Sacerdote en aquel año. (24) Pero Anás lo envió atado a Caifás, el Sumo Sacerdote. 14 Caifás era aquel que había dado a los judíos el consejo: "Conviene que un solo hombre muera por el pueblo."
15 Entretanto Simón Pedro seguía a Jesús como también otro discípulo. Este discípulo, por ser conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el palacio del Pontífice; 16 más Pedro permanecía fuera, junto a la puerta. Salió, pues, aquel otro discípulo, conocido del Sumo Sacerdote, hablo a la portera, y trajo adentro a Pedro. 17 Entonces, la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?” El respondió: "No soy." 18 Estaban allí de pie, calentándose, los criados y los satélites, que habían encendido un fuego, porque hacía frio. Pedro estaba también en pie con ellos y se calentaba
19 El Sumo Sacerdote interrogo a Jesús sobre sus discípulos y sobre su enseñanza. 20 Jesús le respondió: "Yo he hablado al mundo públicamente; ensené en las sinagogas y en el Templo, adonde concurren todos los judíos, y nada he hablado a escondidas. 21 ¿Por qué me interrogas a Mi? Pregunta a los que han oído, qué les he enseñado; ellos saben lo que Yo he dicho." 22 A estas palabras, uno de los satélites que se encontraba junto a Jesús, le dio una
bofetada, diciendo: "¿Así respondes Tu al Sumo Sacerdote?" 23 Jesús le respondió: "Si he hablado mal, prueba en qué esté el mal; pero si he hablado bien ¿por qué me golpeas?"
24 [Va después del 13.] 25 Entretanto Simón Pedro seguía allí calentándose, y le dijeron; "No eres tú también de sus discípulos?" Él lo negó y dijo: "No lo soy." 26 Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: "¿No te vi yo
en el huerto con Él?” 27 Pedro lo negó otra vez, y en seguida canto un gallo.
28 Entonces condujeron a Jesús, de casa de Caifás, al pretorio: era de madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse, y poder comer la Pascua. 29 Vino, pues, Pilato a ellos, afuera, y les dijo: "¿Qué acusación traéis contra este hombre?" 30 RespondiéronIe y dijeron: "Si no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado." 31 Díjoles Pilato: "Entonces tomadlo y juzgadlo según vuestra Ley." Los judíos le respondieron: "A nosotros no nos esté permitido dar muerte a nadie"; 32 para que se cumpliese la palabra por la cual Jesús significo de qué muerte había de morir.
33 Pilato entro, pues, de nuevo en el pretorio, llamo a Jesús y le pregunto: "¿Eres Tú el Rey de los judíos?" 34 Jesús respondió: "¿Lo dices tú por ti mismo, o te lo han dicho otros de Mi?” 35 Pilato repuso: "¿Acaso soy judío yo? Es tu nación y los pontífices quienes te han entregado a Mí. ¿Qué has hecho?" 36 Replico Jesús: "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores combatirían a fin de que Yo no fuese entregado a los judíos. Mas ahora mi reino no es de aquí." 37 Díjole, pues, Pilato: "¿Conque Tu eres Rey?" Contesto Jesús: "Tu lo dices: Yo soy rey. Yo para esto naci y para esto vine al mundo, a fin de dar testimonio a la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz." 38 Pilato le dijo: "¿Qué cosa es verdad?"
Apenas dicho esto, salió otra vez afuera y les dijo a los judíos: "¡Yo no encuentro ningún cargo contra él. 39 Pero tenéis costumbre de que para Pascua os liberte a alguien. ¿Queréis, pues, que os deje libre al rey de los judíos?" 40 Y ellos gritaron de nuevo: "No a él, sino a Barrabás."  Barrabás era un ladrón,

Comentarios
1 s. No os escandalicéis, al ver que la persecución viene a veces de donde menos podía esperarse. Jesús nos previene para que no incurramos en el escándalo de que habla en Mat. 3. 21
2. Creerá hacer un obsequio a Dios: es decir, que se llega a cometer los más grandes males creyendo obrar bien, o sea que, por falta de conocimiento de la verdad revelada que nos hace libres (8, 32), caemos en los lazos del padre de la mentira (8, 44). Por eso dice: porque no han conocido al Padre ni a Mí, esto es, no los conocían aunque presuntuosamente creían conocerlos para no inquietarse por su indiferencia (cf. Apoc 3, 15 s.). Es ésta la "operación del error" (de que habla con tan tremenda elocuencia S. Pablo no haber recibido con amor la verdad que está en su Palabra (17, 17), y nos deja que "creamos a la mentira". ¿Acaso no fue éste el pecado de Eva y de Adán? Porque si no hubieran creído al engaño de la serpiente y confiado en sus promesas, claro está que no se habrían atrevido a desafiar a Dios. Nuestra situación será mejor que la de ellos si aprovechamos esta prevención de Jesús. Rara vez hay quien haga el mal por el mal mismo, y de ahí que la especialidad de Satanás, habilísimo engañador, sea llevarnos al mal con apariencia de bien. Así Caifás condenó a Jesús, diciendo piadosamente que estaba escandalizado de oírlo blasfemar, y otros estuvieron de acuerdo con Caifás y lo escupieron a Jesús por blasfemo (Mat 26, 65 ss.). El nos anuncia aquí que así sucederá también con sus discípulos (véase 15, 20 ss.)
4. Cuando Jesús estaba can ellos. El los protegía contra todo (7, 12; 18, 8).
5 s. Ya no os intereséis como antes (13. 36: 14. 5) por saber lo mío. que tanto debiera preocuparnos. y sólo pensáis en vuestra propia tristeza. ignorando que mi partida será origen de grandes bienes para vosotros (v. 7). Nótese. en efecto, que cuando Jesús subió al cielo, sus discípulos ya no estaban tristes por aquella separación, sino que "volvieron llenos de gozo" (Luc. 24, 52).
7. Se refiere a Pentecostés (Heeh. 2). El don del Espíritu (Luc. 24. 49 Y nota). que es su propio espíritu (Gál. 4 6). nos lo obtuvo Jesús del Padre, como premio conquistado con su Sangre. Se entiende así que el Espíritu Santo no fuese dado (7. 39) hasta que Jesús "una vez consumado" (Hebr. 5. 9s.) por su pasión (Hebr. 2, 10) entrase en su gloria (Luc. 24, 26) sentándose a la diestra del Padre (S. 109, 1 ss. y notas). Cf. 20, 22 y nota.
8. Presentará querella: " Desde entonces el mundo es un reo sentado en el banquillo de Dios. perpetuamente acusado por el Espíritu. ¿Cómo podría tener la simpatía del creyente si no es por la engañosa seducción de sus galas?"
9. Jesús se refiere únicamente al pecado de incredulidad. mostrándonos que tal es el pecado por antonomasia, porque pone a prueba Ya rectitud del corazón, Véase 3, 19; 3. 36; 7, 17; 8, 24; 12, 37 y siguientes; Marc. 3, 22; Rom. 11, 32 y notas
10. Es decir porque El va a ser glorificado por el Padre. con lo cual quedaré de manifiesto su santidad; y entre tanto sus discípulos. aunque privados de la presencia visible del Maestro, serán conducidos por el Paráclito al cumplimiento de toda justicia. con lo cual
su vida será un reproche constante para el mundo pecador.
11. El Espíritu Santo dará contra el espíritu mundano este tremendo testimonio que consiste en demostrar que, no obstante las virtudes que suele pregonar, tiene como rector al mismo Satanás. Y así como ha quedado demostrarla la justicia de la causa de Cristo (v. 10). quedaría también evidenciada. para los hijos de la sabiduría humana. la condenación de la causa de Satanás. Esto no quiere decir que ya esté cumplida plenamente la sentencia contra el diablo y sus ángeles. Véase II Pedro 2. 43 Judas 6; Apoc. 20, 3.
7 y 9.
13. El Espíritu Santo. que en el Ant. Test. "habló por los Profetas", inspiró también los Libros del Nuevo, que presentan las enseñanzas de Jesús. desenvuelven su contenido y revelan las cosas futuras objeto de nuestra esperanza. No significa. pues. que cada uno de nosotros haya de recibir una revelación particular del Espíritu Santo, sino que debemos preocuparnos por conocer las profecías bíblicas y no despreciarlas (véase 14. 26 y nota: l Tes. 5. 20).
l6 ss. S. Agustin hace notar que ese otro poco de tiempo es el que empieza después de la Ascensión, que es cuando Jesús se va al Padre. o sea. que lo volveremos a ver cuando venga de allí a juzgar a los vivos y a los muertos, Esta interpretación se deduce del v. 20. donde Jesús se refiere a la alegría del mundo y a las persecuciones del tiempo presente. como también lo indica Sto. Tomas. Por eso cuando El vuelva nadie nos quitará el gozo (v. 22), Véase 14. 3. 18 y 28. "Es añade el doctor de Hipona, una promesa que se dirige a toda la Iglesia. Este poco de tiempo nos parece bien largo, porque dura todavía, pero cuando haya pasado comprenderemos entonces cuán curto fue". Cf. Cant. 1, 2; 8. 14 y notas.
23. En aquel día: Véase 14, 20. No me preguntaréis más: Cf. Hebr. 8, 11; Jer. 31, 34.
24. En mi nombre: por el conocimiento que tenéis de mi bondad, y de todas mis promesas. La falta de este conocimiento es lo que explica, según S. Agustín, que tantas veces la oración parezca ineficaz, pues se pide en nombre de un Cristo desfigurado a quien el Padre no reconoce por su Hijo. Véase 14, 13s.; 14, 20; 15, 11; I Juan 5, 14; Mat. 7, 7; Marc. 11, 24; Sant. 1, 6s.; 4, 3. Pedid, etc.: Algunos traducen. "pedid que vuestro gozo sea completo, y recibiréis" (lo que pedís), lo cual significaría que se nos promete no ya tales o cuales bienes pedidos. para que nos gocemos en ellos, sino que se nos promete el gozo mismo, como un bien inmenso. el gozo que el propio Jesús tenía (17, l•3), la alegría del corazón que debe tenerse siempre (Filip. 4, 4; Tob. S, 11) y que, siendo un fruto del Espíritu Santo (Gal. 5, 22). es explicable que se conceda a todo el que lo pida. pues si los malos sabemos dar cosas buenas a nuestros hijos, mucho más nos dará el Padre Celestial su buen Espíritu (Luc. 11; 13 y nota); ¡Admirable promesa de felicidad! Porque conceder así el gozo permanente a todo el que lo pida, no es s6lo hacernos seguramente felices, sino también darnos una fuente inexhausta de santidad (Ecli. 30. 23, Vulgata). ¿No es esto lo que se nos enseña a pedir ya en el S. 50. 10 y l4? No quiere Jesús que pongamos nuestra felicidad en la posesión de determinados bienes. que pueden no convenirnos, y por eso Santiago enseña que a veces pedimos y no recibimos (Sant. 4, 3); sino que pidamos el don del gozo espiritual. que es en sí mismo alegría inalterable como la de aquel "hombre feliz que no tenia camisa".
26 s. No digo que rogaré. Rasgo de indecible delicadeza. Bien sabemos que rogara siempre por nosotros (Hebr. 7. 24 s.). como que tal es su Ministerio de Sacerdote Eterno (Hebr. 8. 2; 9. ll y 24). Y El mismo nos dijo: "nadie va al Padre sino por Mi" (14, 6). Pero aquí muestra su empeño de que la gloria y el amor sean para el Padre y por eso para inclinar hacia Este nuestro agradecimiento, nos; dice que el mismo Padre nos ama. El ideal de Jesús es que nos ame tanto como a El (17, 26). Y esa verdad de que no vamos al Padre sino por El, se cumple también aquí, pues Jesús ha sido el instrumento de propiciación (Rom. 3, 25). Y si, además del perdón, gozamos de ese amor del Padre es por haberlo amado a Jesús, como dice también en 14, 23: "Si alguno me ama... mi Padre lo amara".
28. Retomo al Padre: alli. hecho causa de eterna salud (Hech. 5. 9) y ofreciendo por nosotros su sacrificio del Calvario (Hech. 7, 24 s. ;, 8, lss.; 9, 11-14), Jesús es el Pontífice (Hebr. 5. 10; 6. 20; 7, 28; S. 109, 4 y nota), el puente entre Dios y nosotros (Hebr. 13, 10
y 15). el Don del Padre a nosotros (3, 16) y Don de nosotros al Padre. Es la "respiraci6n del alma" que continuamente lo recibe a Él como oxigeno de vida (cf. 15, 1ss.) y lo devuelve, para gloria de Ambos. al Padre que tiene en El toda su complacencia (Mat. 17,
5). Todo el Evangelio esta aquí, y sus discípulos no tardan en advertirlo (v. 29 s.), dejando sus inquietudes del v. 19, si bien creen erróneamente que ya llego el feliz día del v. 28 (cf. v. 16 y nota). De ahí la rectificación que el divino Profeta les hace en v. 31 s. 1ss. Jesús, que tanto oro al Padre "en los días de su carne" (Hebr. 5, 7). pronuncia en alta voz esta oración sublime, para dejarnos penetrar la intimidad de su corazón lleno todo de amor al Padre y a nosotros. Dando a conocer el Nombre de Padre (v. 6 ss.) ha terminado la misión que El le encomendó (v. 4). Ahora el Cordero quiere ser entregado como víctima "en manos de los hombres" (14. 31 y nota), pero apenas hace de ello una vaga referencia en el v. 19. "Es pues con razón que el P. Lagrange intitula el c. 17: Oración de Jesús por la unidad, de preferencia al título de Oración sacerdotal, que ordinariamente se le da siguiendo al luterano Chytraeus Kochhafen + l600" (Pirot).

2. Que tu Hijo te glorifique.... dando vida eterna: Meditemos aquí el abismo de hondad en el Padre y en el Hijo, ante tan asombrosa revelación. En este momento culminante de la vida de Jesús, en esta conversación intima que tiene con su Padre, nos enteramos de que la gloria que el Hijo se dispone a dar al Eterno Padre, y por la cual ha suspirado desde la eternidad, no consiste en ningún vago misterio ajeno a nosotros, sino que todo ese infinito anhelo de ambos esta en darnos a nosotros su propia vida eterna.
3. El conocimiento del Padre y del Hijo -Obra del Espíritu de ambos "que habló por los profetas"- se vuelve vida divina en el alma de los creyentes, los cuales son "participes de la naturaleza divina" (II Pedro 1, 4). Cf. v. 17 y nota; Sab. 15, 3.
5. Es evidente, como dice S. Agustín, que si pide lo que desde la eternidad tenía, no lo pide para su Persona divina, que nunca lo había perdido, sino para su Humanidad santísima, que en lo sucesivo tendrá la misma gloria de Hijo de Dios, que tenía el Verbo (cf. v. 22; S. 2, 7 y nota).
6. Tu nombre, es decir, "a Ti mismo, lo que Tu eres, y por sobre todo, el hecho de que eres Padre" (Joüon).
7. Hemos visto a través de todo este Evangelio que la preocupación constante de Jesús fue mostrar que sus palabras no eran de El sino del Padre. Véase 12, 49 s.
8. Ellos los han recibido... y han creído: Admiremos, en esta conversación entre las Personas divinas, el respeto, que bien puede llamarse humilde, por la libertad de espíritu de cada hombre, no obstante ser Ellos Omnipotentes y tener sobre sus creaturas todos
los derechos. Nada mas contrario, pues, a las enseñanzas divinas, que el pretender forzar a los hombres a que crean, o castigar a los que no aceptan la fe. Véase Cant. 3, 5; Ez. 14, 7 y notas.
9 ss. Nueva y terrible sentencia contra el mundo (véase 14, 30; 'S. 18; 26, 11 y notas). ¡Nótese el sentido ! 1º Por ellos ruego... porque son tuyos: pues todo lo tuyo me es infinitamente amable solo por ser cosa del Padre a quien amo. Es decir, que nosotros,
sin saberlo ni merecerlo, disfrutamos de un titulo irresistible al amor de Jesús, y es: el solo hecho de que somos cosa del Padre y hemos sido encomendados por El a Jesús a Quien el Padre le encargó que nos salvase (6, 37-40). 2º En ellos he sido glorificado, es decir, a causa de ellos (cf. v. 19). La gloria del Hijo consiste como la del Padre (v. 2 y nota), en hacernos el bien a nosotros. Jesús ya nos había dicho en 10, 17, que el amor de su Padre, que es para el Hijo la suma gloria, lo recibe El por eso: porque pone su vida por nosotros (véase allí la nota). Ante abismos como éste, de una bondad y un amor, y unas promesas que jamás habría podido concebir el más audaz de los ambiciosos, comprendemos que todo el Evangelio y toda la divina Escritura tienen que estar dictados por ese amor, es decir, impregnados de esa bondad hacia nosotros, porque Dios es siempre el mismo. De aquí que para entender la Biblia hay que preguntarse, en cada pasaje, qué nueva prueba de amor y de misericordia quiere manifestarnos allí el Padre, o Jesús. ¿Es éste el espíritu con que la leemos nosotros? El que no entiende, es porque no ama, dice el Crisóstomo; y el que no ama. es porque no se cree amado, dice S. Agustín. También en otro sentido el Hijo ha sido glorificado en nosotros, en cuanto somos su trofeo. Si no pudiera mostramos al Padre y al universo como frutos de su conquista. ¿de qué serviría toda su hazaña, toda la epopeya de su vida?
Vemos aquí la importancia abismante que se nos atribuye en el seno de la misma Divinidad, en los coloquios del Hijo con el Padre. Y si vale la pena pensar en las mentiras del mundo ante una realidad como ésta. Porque si somos del mundo. El ya no ruega por nosotros, como aquí lo dice. Entonces quedamos excluidos de su Redención, es decir, que nuestra perdición es segura.
11. Véase 18, 36; Mat. 16, 6 ss. y notas.
12. El hija de perdición es Judas. Véase Marc. 74, 21; S. 40, 10; 54, 14; Hech. 1, 16. Hijo de perdición se llama también al Anticristo (II Tcs. 2, 3).
15. Es lo que imploramos en la última petición del Padre nuestro (Mat. 6, 13).
17. "Vemos aquí hasta qué punto el conocimiento y amor del Evangelio influye en nuestra vida espiritual. Jesús habría podido decirle que nos santificase en la caridad, que es el supremo mandamiento. Pero El sabe muy bien que ese amor •viene del conocimiento (v. 3). De ahí que en el plan divino se nos envié primero al Verbo, o sea la Palabra. que es la luz; y luego, como fruto de Él. al Espiritu Santo que es el fuego, el amor". Cf. S. 42, 3.
19. Por ellos me santifico: Vemos aquí una vez más el carácter espontaneo del sacrificio de Jesús. Cf. 14, 31 y nota. En el lenguaje litúrgico del Antiguo Testamento "santificar" es segregar para Dios. En Jesús esta segregación es su muerte segregación física y total de este mundo (v. 11 y 13); para los discípulos, se trata de un divorcio del mundo (v. 14-16) en orden al apostolado de la verdad que santifica (v. 3 y 17).
20. La fe viene del poder de la palabra evangélica (Rom. 10. 17), la cual nos mueve a obrar por amor (Gal. S, 6). La oración omnipotente de Jesús se pone aquí a disposición de los verdaderos predicadores de la palabra revelada, para darles eficacia sobre los que la escuchan.
21. Para que el mundo crea: Se nos da aquí otra regla infalible de apologética sobrenatural (cf. 7. 17 y nota). que coincide con el sello de los verdaderos discípulos, señalado por Jesús en 13, 35. En ello: e1 poder de la palabra divina y el vigor de la fe se manifestaran por la unión de sus corazones (cf. nota anterior), y el mundo creerá entonces, ante el espectáculo de esa mutua caridad, que se fundaré en la común participación a la vida divina (v. 3 y 22). Véanse los vv. 11, 23 y 26.
22. Esa gloria es la divina naturaleza, que el Hijo recibe del Padre y que nos es comunicada a nosotros por el Espíritu Santo mediante el misterio de la adopción como hijos de Dios, que Jesús nos conquistó con sus méritos infinitos. Véase 1, 12 s.; Ef. 1. 5
y notas.
23. Perfectamente uno: ¡consumarse en la unidad divina con el Padre y el Hijo! No hay panteísmo brahmánico que pueda compararse a esto. Creados a la imagen de Dios, y restaurados luego de nuestra degeneración por la inmolación de su Hijo, somos hechos hijos como El (v. 22); participes de la naturaleza divina (v. 3 y nota); denominados "dioses" por el mismo Jesucristo (10, 34); vivimos de su vida misma, como E1 vive del Padre (6, 58), y, como si todo esto no fuera suficiente, Jesús nos da todos sus
méritos para que el Padre pueda considerarnos coherederos de su Hijo (Rom. 8, l7) y llevarnos a esta consumación en la Unidad, hechos semejantes a Jesús (I Juan 3, 2), aun en el cuerpo cuando Él venga (Filip. 3, 20 s.), y compartiendo eternamente la misma
gloria que su Humanidad santísima tiene hoy a la diestra del Padre (Ef. 1, 20; 2, 6) Y que es igual a la que tuvo siempre como Hijo Unigénito de Dios (v. 5).
24. Que estén conmigo: Literalmente: que sean conmigo. Es el complemento de lo que vimos en 14, 2ss. y nota. Este Hermano mayor no concibe que El pueda tener, ni aún ser, algo que no tengamos o seamos nosotros. Es que en eso mismo ha hecho consistir su gloria el propio Padre (v. 2 y nota). De ahí que las palabras: para que vean la gloria mía quieren decir: para que la compartan, esto es, la tengan igual que Yo. San Juan usa aquí el verbo theoreo, como en 8, 51, donde ver significa gustar, experimentar, tener. En efecto, Jesús acaba de decirnos (v. 22) que El nos ha dada esa gloria que el Padre le dio para que lleguemos a ser uno con El y su Padre, y que Este nos ama lo mismo que a Él (v. 23). Aquí, pues, no se trata de pura contemplación sino de participación de la misma gloria de Cristo, cuyo Cuerpo somos. Esto está dicho por el mismo S. Juan en I Juan 3. 2; por S. Pablo, respecto de nuestro cuerpo (Filip. 3, 21), y por S. Pedro aun con referencia a la vida presente, donde ya somos "coparticipes de la naturaleza divina" (II Pedr. 1, 4; cf. I Juan 3, 3). Esta divinización del hombre es consecuencia de que, gracias al renacimiento que nos da Cristo (Ef. 3, 2 ss.), El nos hace "nacer de Dios" (1, 13) como hijos verdaderos del Padre lo mismo que El (I Juan 3, 1). Por eso El llama a Dios "mi Padre y vuestro Padre", y a nosotros nos llama "hermanos" (20, 17). Este v. vendría a ser, así, como el remate sumo de la Revelación, la cúspide insuperable de las promesas bíblicas, la igualdad de nuestro destino con el del propio Cristo (cf. 12, 26; 14, 2; Ef. 1, 5; I Tes. 4, 17; Apoc. 14, 4), Nótese que este amor del Padre al Hijo "ante: de la creación del mundo" existió también para nosotros desde entonces, como lo enseña S. Pablo al revelar el gran "Misterio" escondido desde todos los siglos. Véase Ef. 1, 4; 3, 9 y notas.
25. Notemos el tono dulcísimo con que habla aquí a su Padre como un hijo pequeño y fiel que quisiera consolarlo de la ingratitud de los demás.
26. Aquí vemos compendiada la misión de Cristo: dar a conocer a los hombres el amor del Padre que los quiere por hijos, a fin de que, por la fe en este amor y en el mensaje que Jesús trajo a la tierra, puedan poseer el Espíritu de adopción, que habitara en ellos con el Padre y el Hijo. La caridad más grande del Corazón de Cristo ha sido sin duda alguna este deseo de que su Padre nos amase tanto como a Él (v. 24). Lo natural en el hombre es la envidia y el deseo de conservar sus privilegios. Y más aún en materia de amor, en que queremos ser los únicos. Jesús, al contrario de nosotros, se empeña en dilapidar el tesoro de la divinidad que trae a manos llenas (v. 22) y nos invita a vivir de El esa plenitud de vida divina (1, 16; 15,1 ss.) como E1 la vive del Padre
(6, 58). Todo está en creer que El no nos engaña con tanta grandeza (cf. 6, 29).

1. El huerto se llamaba Getsemaní. Ya en el siglo IV se veneraba allí la memoria de la agonía del Señor, en una iglesia cuyos cimientos se han descubierto recientemente. David, como figura de Cristo, atravesó también este torrente huyendo de su propio
hijo. Véase II Reyes 13, 23.
8. Dejad ir a éstos Lo primero que el corazón sugiere a Jesús, en momento tan terrible para El, es salvar a sus discípulos. Y se cuida de llamarlos tales para no exponerlos al peligro que cae sobre El.
9. La cita que aquí se hace (de 17, 12) no se refiere a que El les salvase la vida corporal sino la espiritual. Es que sin duda ésta depende aquí de aquélla, pues si los discípulos, que lo abandonaron todos en ese momento de su prisión, hubiesen sido presos con El, habrían tal vez cado en la apostasía (recuérdense las negaciones de Pedro). Sólo cuando el Espíritu Santo los confirmé en la fe, dieron todos la vida por su Maestro.
13 5. Le condujeron primeramente a Anás, porque éste, a pesar de no ejercer ya las funciones de Sumo Sacerdote. gozaba de gran influencia. Caifás, el pontífice titular, lo dispuso probablemente así, esperando sin duda que su suegro fuese bastante astuto para
hallar culpa en el Cordero inocente.
14. Véase v. 24 y nota,
15. Ese otro discípulo es Juan, el evangelista, que tiene la costumbre de ocultar su nombre (1, 39 y 13, 23).
20. Nótese que nada responde sobre los discípulos y desvía la atención del Pontífice para no comprometerlos. ¡Y entretanto, Pedro estaba negándolo ante los criados !
21. Ellos saben: En este y muchos otros pasajes vemos que en la doctrina de Cristo no hay nada esotérico, ni secretos exclusivos para los iniciados, como en los misterios de Grecia. Por el contrario, sabemos que el Padre revela a los pequeños lo que oculta a los sabios y prudentes (Luc. 10, 21).
23. El ejemplo de Jesús muestra cómo han de entenderse la norma pronunciada por Él en el Sermón de la Montana (Mat. S, 39).
24. Como hacen notar algunos comentaristas, éste v. debe ir inmediatamente después del v. 13, con lo cual se ve claro que el envío de Anás a Caifás fue sin demora. de modo que todo el proceso desde el v. 14 se desenvuelve ante Caifás.
28. Los fariseos, que colaban mosquitos y tragaban camellos (Mat, 23, 24), creían contaminarse entrando en casas paganas, pero la muerte de un inocente no parece mancharlos. poder comer la Pascua: es decir que no la habían comido aún. Jesús se anticipó a
comerla el jueves, pues sabía que e1 viernes ya no le sería posible. Cf. Luc. 22, 8 y nota.
32. Notable observación del evangelista, para llamamos la atención sobre el hecho de que Jesús no sufrió el suplicio usual entre judíos, sino el de crucifixión, que era el usado en Roma para los criminales y que en efecto le fue aplicado y ejecutado por la autoridad romana que ejercía Pilato. El Señor mismo había profetizado que tal seria la forma de su muerte, Y para que ello seria entregado a los gentiles (Mat. 20, 19), De ahí que, como anota S. Lucas (18, 34), las Doce no entendieron "ninguna de estas cosas". Y, como para mayor contraste, S. Mateo agrega inmediatamente (Mat. 20, 20) que fue entonces cuando la madre de Santiago y Juan pidió para ellos al Señor un privilegio en su reino, como si éste fuese a comenzar en seguida (Luc. 19, li). Jesús les contesta que no saben lo que piden (Mat. 20, 22), pues ellos ignoraban que el grano de trigo debía de morir para dar su fruto (12, 24). Cf. Hcch. 1, 6s.
36. Nunca definió Jesús con mayor claridad el carácter no político de su reino, que no es mundano ni dispone de soldados y armas.
37. De la verdad esto es, de la fidelidad de las profecías que lo anunciaban como tal (Luc. 1. 32: Eeli. 36, 18).
38, ¿Qué cosa es verdad? Pilato es el tipo de muchos racionalistas que formulan una pregunta parecida y luego se van sin escuchar la respuesta de la Verdad misma, que es Jesucristo. Acertadamente dice S. Agustín: "Si no se desean, con toda la energía del alma, el conocimiento y la verdad, no pueden ser hallados. Pero si se buscan dignamente, no se esconden a sus amantes", Cf. Sab. 6, l7 ss. San Pablo, en Rom. 15, 8, nos refiere la. respuesta que Jesús habría dado a esa pregunta,

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