sábado, 21 de julio de 2012

Evangelio según San Mateo Cap 7. 1-29; 8.1-31


Capítulo VII
1 "No juzguéis, para que no seáis juzgados. 2 Porque el juicio que vosotros hacéis, se aplicará a vosotros, y la medida que usáis, se usará para vosotros. 3 ¿Por qué ves la pajuela que está en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que está en tu ojo? 4 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: "Déjame quitar la pajuela de tu ojo", mientras hay una viga en el tuyo? 5 Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la pajuela del ojo de tu hermano."
6 "No deis a los perros lo que es santo y no echéis vuestra perlas ante los puercos, no sea que las pisoteen con sus pies, y después, volviéndose, os despedacen."
7 "Pedid y se os dará: buscad y encontraréis; golpead y se os abrirá. 8 Porque todo el que pide obtiene; y el que busca encuentra; y al que golpea, se le abre. 9 ¿O hay acaso entre vosotros algún hombre que al hijo que le pide pan, le dé una piedra; 10 o si le pide un pescado, le dé una serpiente? 11 Si, pues, vosotros, que sois malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¡cuánto más vuestro Padre celestial dará cosas buenas a los que le pidan! 12 Así que, todo cuanto queréis que los hombre os hagan, hacedlo también vosotros a ellos; ésta es la Ley y los Profetas".
13 "Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición y muchos son los que entran por él. 14 Porque angosta es la puerta y estrecho el camino que lleva a la vida, y pocos son los que lo encuentran."
15 "Guardaos de los falsos profetas, los cuales vienen a vosotros disfrazados de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces. 16 Los conoceréis por sus frutos. ¿Acaso se recogen uvas de los espino o higos de los abrojos? 17 Así mismo todo árbol bueno da frutos sanos, y todo árbol malo da frutos malos. 18 Un árbol bueno no puede llevar frutos malos, ni un árbol malo frutos buenos. 19 Todo árbol que no produce buen fruto, es cortado y echado al fuego. 20 De modo que por sus frutos los conoceréis".
21 "No todo el que dice "Señor, Señor", entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial. 22 Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos cantidad de prodigios

Comentarios
1 Se prohíbe el juicio temerario. S. Agustín observa al respecto: "Juzguemos de lo que está de manifiesto pero dejemos a Dios el juicio sobre las cosas ocultas" (Luc 6, 37; Rom 2, 1). Hay en este sentido una distinción fundamental entre el juicio del prójimo que nos está absolutamente prohibido y el juico en materia de espíritu que nos es recomendado por S. Juan, S. Pablo y el mismo Señor (7, 15; I Juan 4, 1; I Tes 5, 21; Hech 17, 11; I Cor 2, 15).
2 Es la regla del Padre Nuestro (6, 12 ss.) Importa mucho comprender que Cristo al pagar por pura misericordia lo que no debía en justicia (S. 68, 5 y nota), hizo de la misericordia su ley fundamental y la condición indispensable para poder aprovechar del don gratuito que la Redención significa; esa Redención, sin la cual todos estamos irremisiblemente perdidos para siempre. Dedúcese de aquí, con carácter rigurosamente jurídico una gravísima consecuencia, y es que Dios tratará sin misericordia a aquellos que se hayan creído con derecho a exigir del próximo la estricta justicia. Bastará que el divino Juez les aplique la misma ley de justicia sin misericordia, para que todos queden condenados ya que "nadie puede aparecer justo en su presencia" (S 142, 2). Véase la "regla de oro" (v. 12) y la Parábola del siervo deudor (18, 21 ss.) S. Marcos (4, 24) añade a este respecto una nueva prueba de la generosidad de Dios
3 ss. Véase en la nota a Luc. 6, 42 el hondo sentido de este pasaje
6. El Evangelio es semilla. NO debe darse por la fuerza a quienes tienen el espíritu mal dispuesto por la soberbia, pues Sólo conseguiríamos que lo profanasen y aumentasen su Odio. Porque, como dice S. Juan de la Cruz, sólo a los que negando los apetitos se disponen para recibir el espíritu, les es dado apacentarse del mismo. Véase Prov. 29, 9 y nota. Os despedacen: Véase Hech. 7, 54 y nota.
7 s. Sobre estas inefables promesas en favor de la oración, que Jesús hace tan reiteradamente, y que nosotros miramos con tan poca fe, véase 21, 22; Marc. 11, 24; Luc. 11, 9; Juan 14, 13; Sant, 1, 6 y 4, 3, etc.
11. A los que le pidan: es decir que, no obstante saber bien el Padre cuanto necesitamos (6, 32), se goza en recibir el pedido de sus hijos. Dará cosa: buenas: véase Luc. 11, 13. 12. Es la regla de oro que Jesús nos ofrece para guía de nuestra conducta. Nótese su carácter positivo, en tanto que el Antiguo Testamento la presentaba en forma negativa (Tob. 4, 16; Luc. 6, 31; Hech. 15, 29).
14. Por el camino Estrecho no pueden pasar sino los pequeños. ES éste un nuevo llamado a la humildad y al amor, el cual nos hace cumplir los mandamientos. Véase Luc. 13, 24 y nota.
15. Jesús, como buen Pastor (Juan 10, 1-29), nos previene aquí bondadosamente contra los lobos robadores, cuya peligrosidad estriba principalmente en que no se presentan como antirreligiosos, sino al contrario "con piel de oveja", es decir, "con apariencia de piedad” (II Tim. 3, 5) y disfrazados de servidores de Cristo (II Cor. 11, 12 ss.). Cf. Luc. 6, 26; 20, 45; Juan 5, 43; 7, 18; 21, 15; Hech. 20, 29; I Juan 2,
19; Rom. 15, 17 S., etc. Para ello nos habilita a fin de reconocerlos, pues sin ello no podríamos aprovechar de su advertencia. Cf. Juan 7, 17; 10, 4, 8 y 14.
21. Entendamos bien lo que significa hacer su voluntad. Si buscamos, por ejemplo, que un hombre no le robe a Otro, para que 1a sociedad ande bien, y no para que se cumpla la voluntad de Dios, no podemos decir que nuestra actitud es cristiana. Ese descuido de la fe sobrenatural nos muestra que hay una manera atea de cumplir los mandamientos sin rendir a Dios el homenaje de reconocimiento y obediencia, que es lo que Él exige. ¡Cuántas veces los hombres que el mundo llama honrados, suelen cumplir uno u otro precepto moral por puras razones humanas sin darse cuenta de que el primero y mayor de los mandamientos es amar a Dios con todo nuestro ser!
22. En aquel día: el día del juicio, llamado también "el día del Señor", "el día grande", "día de Cristo", "día de ira". Cf. S. 117, 24; Is. 2, 12; Ez. 30, 3 y notas; Joel I, 15; Abd, 15; Sof, 1, 7; Rom. 2, 5; I Cor. 3, 13; II Cor. 1, 14; Fil. 1, 6 y 10; II Pedro 3, 12; Judas 6.


23 Entonces les declararé: "Jamás os conocí. ¡Alejaos de Mí, obradores de iniquidad!"
24 Así, pues, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, se asemejará a un varón sensato que ha edificado su casa sobre la roca: 25 Las lluvias cayeron, los torrentes vinieron, los vientos soplaron y se arrojaron contra aquella casa, pero ella no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. 26 Y todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica, se asemejará a un varón insensato que ha edificado su casa sobre la arena; 27 Las lluvias cayeron, los torrentes vinieron, los vientos soplaron y se arrojaron contra aquella casa, y cayó y su ruina fue grande".
28 Y sucedió que, cuando Jesús hubo acabado este discurso, las multitudes estaban poseídas de admiración por su doctrina; 29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas de ellos.

Capítulo VIII
1 Cuando bajó de la montaña, le fueron siguiendo grandes muchedumbres. 2 Y he aquí que un leproso se aproximó, se prosternó delante de El y le dijo: "Señor, si Tú quieres, puede limpiarme". 3 Y El, tendiéndole su mano, lo tocó y le dijo: "Quiero, queda limpio", y al punto fue sanado de su lepra. 4 Díjole entonces Jesús: "Mira, no lo digas a nadie; sino ve a mostrarte al sacerdote y presenta la ofrenda prescrita por Moisés, para que les sirva de testimonio";
5 Cuando hubo entrado en Cafarnaúm, se le aproximo un centurión y le suplicó, 6 diciendo: "Señor, mi criado está en casa, postrado, paralítico, y sufre terriblemente". 7 Y El le dijo: "Yo iré y lo sanaré". 8 Pero el centurión replicó diciendo: "Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo, mas solamente dilo con una palabra y quedará sano mi criado. 9 Porque también yo, que soy un subordinado, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: "Ve", y él va; a aquél: "Ven", y viene; y a mi criado: "Haz esto", y lo hace". 10 Jesús se admiró al oírlo, y dijo a los que le seguían: "En verdad, os digo, en ninguno de Israel he hallado tanta fe". 11 Os digo pues: "Muchos llegarán del Oriente y del Occidente y se reclinarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, 12 mientras que los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allá será el llanto y el rechinar de dientes". 13 Y dijo Jesús al centurión: "Anda; como creíste, se te cumpla". Y el criado en esa misma hora fue sanado.
14 Entró Jesús en casa de Pedro y vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. 15 La tomó de la mano y la fiebre la dejó; y ella se levantó y le sirvió. 16 Caída ya la tarde, le trajeron muchos endemoniados y expulsó a los espíritus con su palabra, y sanó a todos los enfermos. 17 De modo que se cumplió lo dicho por medio del profeta Isaías: "El quitó nuestras dolencias, y levó sobre Sí nuestras flaquezas".
18 Y Jesús, viéndose rodeado por una multitud, mandó pasar a la otra orilla. 19 Entonces un escriba se acercó y le dijo: "Maestro, te seguiré adonde quiera que vayas". 20 Jesús le dijo: "Las zorras tienen sus guaridas y las aves del cielo sus nidos, mas el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza". 21 Otro de sus discípulos le dijo: "Señor permíteme ir primero a enterrar a mi padre." 22 Respondióle Jesús: "Sígueme y deja a los muertos enterrar a sus muertos".
23 Cuando subió después a la barca, sus discípulos lo acompañaron. 24 Y de pronto el mar se puso muy agitado, al punto que las olas llegaban a cubrir la barca: El, en tanto, dormía. 25 Acercáronse y lo despertaron diciendo: "Señor, sálvanos que nos perdemos". 26 El les dijo: "¿Por qué tenéis miedo, desconfiados?" Entonces se levantó e increpó a los vientos y al mar, y se hizo un gran calma. 27 Y los hombre se maravillaron y decían: "¿Quién es Este, que aún los vientos y el mar le obedecen?".
28 Y cuando llegó a la otra orilla, al país de los gadarenos, vinieron a sus encuentro dos endemoniados que salían de unos sepulcros y eran en extremos feroces, tanto, que nadie podía pasar por aquel camino. 29 Y se pusieron a gritar: "¿Qué tenemos que ver contigo, Hijo de Dios? ¿Viniste aquí para atormentarnos antes de tiempo? 30 Lejos de ellos pacía una piara de muchos puercos. 31 Los demonios le hicieron, pues, esta súplica: "Si nos echas, envíanos a la piara de puercos".

Comentarios
23 Terribles advertencias para los que se glorían de ser cristianos y no viven la doctrina de Jesucristo. Véase Jer 14, 14 ss., donde el profeta de Dios habla contra los falsos profetas y sacerdotes que abusan del nombre del Señor.
4 De testimonio: para que los sacerdotes reconocieran el milagro hecho por El, y certificaran legalmente la curación
5 El centurión del ejercito romano mandaba a cien soldados. Aquí se trata de un militar al servicio de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea.
8.Palabras de humildad incorporadas a la Liturgia de la Santa Misa
17 Véase Is. 53, 4
20 El Hijo del hombre: Es el título con que Jesucristo se presentaba como Mesías Rey según el profeta Daniel lo había aplicado en Dan. 7, 13 (Joüon). -¡No tiene dónde reclinar la cabeza! Jesús hace aquí ostentación de su pobreza, como todo amigo y todo esposo que no quiere ser buscado por su fortuna sino por su propia persona (cf. Luc 9, 57 ss.). ¡Y qué mayor atractivo que ese mismo, de ver que Aquel por quien y para quien fueron hechas todas las cosas, careció de todas -desde el pesebre de la cruz- despreciándolas por amor nuestro y mirándonos a nosotros, a cada uno de nosotros, como su único tesoro, como el más preciado de todos los dones que el Padre le hizo! (Juan 10, 29 y nota). La suavidad de este asombroso amor es tanto más irreprensible cuanto que lo vemos guardar luego esa pobreza para El solo, en tanto que todo lo temporal lo da por añadidura (6, 33) a quienes lo acepten a El y deseen ese Reino en el cual nos promete sentarnos a su mesa (Luc 22, 9 s.)
Gadara, ciudad situada al este del mar de Galilea. Marcos (5, 1) dice "Gerasa"; Lucas (8, 26), "Gergesa"; Vulg. "Gerasa"

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