sábado, 21 de julio de 2012

Evangelio según San Mateo Cap. 8. 32-34; Cap 9; Cap 10 1-23


32 El les dijo "Andad"; a lo cual ellos salieron y se fueron a los puercos. Y he aquí que la piara entera se lanzó por el precipicio al mar, y pereció en las aguas. 33 Los porqueros huyeron, y yendo a la ciudad refirieron todo esto, y también lo que había sucedido a los endemoniados. 34 Entonces toda la ciudad salió al encuentro de Jesús, y al verlo, le rogaron que se retirase de su territorio.

Capítulo IX
1 Subiendo a la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad. 2 Y he aquí que le presentaron un paralítico, postrado en una camilla. Al ver la fe de ellos, dijo Jesús al paralítico: "Confía, hijo, te son perdonados los pecados". 3 Entonces algunos escribas comenzaron a decir interiormente: "Este blasfema". 4 Mas Jesús, viendo sus pensamientos, dijo: "¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: "Te son perdonados los pecados", o decir: 5 "Levántate y camina?" 6 ¡Y bien! para que sepáis que tiene poder el Hijo del hombre, sobre la tierra, de perdonar pecados" -dijo, entonces, al paralítico-: "Levántate, cárgate la camilla y vete a tu casa". 7 Y se levantó y se volvió a su casa. 8 Al ver esto, quedaron las muchedumbres poseídas de temor y glorificaron a Dios que tal potestad había dado en favor de los hombres.
9 Pasando de allí, vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en la recaudación de los tributos, y le dijo: "Sígueme". Y él se levantó y le siguió. 10 Y sucedió que estando El a la mesa en la casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores vinieron a reclinarse con Jesús y sus discípulos. 11 Viendo lo cual, los fariseos dijeron a los discípulos: "¿Por qué vuestro maestro como con publicanos y los pecadores?" 12 El oyó y dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad de médico, sino los enfermos. 13 Id, pues y aprended lo que significa: "Misericordia quiero y no sacrificio". Porque no he venido a llamar justos, sino pecadores".
14 Entonces, se acercaron a El los discípulos de Juan y le dijeron: "¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos mucho, y tus discípulos no ayunan?" 15 Respondióles Jesús: "¿Pueden los hijos del esposo afligirse mientras el esposo está con ellos? Pero vendrán días en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán, 16 Nadie pone un remiendo de paño nuevo en un vestido viejo, porque aquel pedazo entero tira del vestido, y se hace peor la rotura. 17 Ni tampoco se echa vino nuevo en cueros viejos; de otra manera, los cueros revientan, y el vino se derrama, y los cueros se pierden; sino que el vino nuevo se echa en cueros nuevos, y así ambos se conservan."
18 Mientras les decía estas cosas, un magistrado se le acercó, se prosternó y le dijo: "Mi hija acaba de morir, pero ve a poner sobre ella tu mano y revivirá". 19 Jesús se levantó y lo siguió; y también sus discípulos, 20 y he ahí que una mujer que padecía un flujo de sangre hacía doce años, se aproximó a El por detrás y tocó la franja de su vestido. 21 Porque ella se decía: "Con que toque solamente su vestido, quedaré sana", 22 Mas Jesús, volviéndose la miró y dijo: "Confianza, hija, tu fe te ha sanado". Y quedó sana desde aquella hora. 23 Cuando Jesús llegó a la casa del magistrado, vio a los flautistas, y al gentío que hacía alboroto, 23 y dijo: "¡Retiraos" La niña no ha muerto sino que duerme".  Y se reían el El . 25 Después, echada fuera la turba, entró El, tomó la mano de la niña, y ésta se levantó. 26 Y la noticia del hecho se difundió por toda aquella región.
27 Cuando salía Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron, gritando: "¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!" 28 Y al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron, y Jesús les dijo: "¿Creéis que puedo hacer eso?" Respondiéronle: "Sí, Señor". 29 Entonces les tocó los ojos diciendo: "Os sea hecho según vuestra fe". Y sus ojos se abrieron. 30 Y Jesús les ordenó rigurosamente: "¡Mirad que nadie lo sepa!". 31 Pero ellos, luego que salieron, hablaron de El por toda aquella tierra.
32 Cuando ellos hubieron salid, le presentaron un mudo endemoniado, 33 Y echado el demonio, habló el mundo, y las multitudes, llenas de admiración, se pusieron a decir: "Jamás se ha visto cosa parecida en Israel". 34 Pero los fariseos decían: "Por obra del príncipe de los demonios lanza a los demonios".

Comentarios
34 Los gadarenos representan a los que rechazan la luz de Cristo, pidiéndole "que se retire de su país", o sea de sus casas y corazones, porque aman más a las tinieblas que la luz (Juan 3, 19) Cf. Luc 8, 36 s.
6 Sanando primero el alma, Jesús nos enseña que ésta vale más que el cuerpo. No se olvide, pues, la preparación espiritual de los enfermos Cf. Sant. 5, 14 s
11 Véase Luc 5, 32 y nota; 15, 2 ss; Juan 6, 37.
Véase Os 6, 6; I Rey 15, 22; Ecli 35, 4.
15 El Esposo de esta parábola es el mismo Jesús; sus amigos, los apóstoles, no podían ayunar como si hicieran duelo por su presencia. En las bodas de los judíos los amigos solían acompañar al esposo cuando éste salía al encuentro de la esposa (Mat 25, 1-13; Juan 3, 29). Sobre el ayuno véase 6, 16 y nota.
18 Un magistrado: según S. Marc 5, 22, uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. No se dice si éste, como autoridad religiosa, admitía las enseñanzas de Jesús. Lo que si vemos, es que recurre a El cuando necesita de sus milagros.
22 Es una máxima del reino de Dios: "Dios resiste a los soberbios, y da su gracia a los humildes" (Sant 4, 6). La fe humilde y confiada que dio eficacia a la oración de la enferma, es condición indispensable de toda oración (Sant. 4, 3 ss.).
27 Hijo de David, esto es, en el sentir de los judíos, el Mesías prometido Cf. 1, 1 ss. y nota.


35 Y Jesús recorría todas las ciudades y las aldea, enseñando en sus sinagogas y proclamando la Buena Nueva del Reino, y sanando toda enfermedad y dolencia. 36 Y viendo a las muchedumbres, tuvo compasión de ellas, porque estaban como ovejas que no tienen pastor, esquilmadas y abatidas. 37 Entonces dijo a sus discípulos: "La mies es grande, mas los obreros son pocos. 38 Rogad pues al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies".

Capítulo X
1 Y llamando a sus doce discípulos, les dio potestad de echar a los espíritus inmundos y de sanar toda enfermedad y toda dolencia. 2 He aquí los nombres de los doce Apóstoles: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Santiago el de Zebedeo y Juan su hermano; 3 Felipe y Bartolomé: Tomás y Mateo el publicano; Santiago, el de Alfeo, y Tadeo; 4 Simón el Cananeo, y Judas el Iscariote, el mismo que lo entregó.
5 Estos son los Doce que Jesús envió, después de haberles dado instrucciones, diciendo: "No vayáis hacia los gentiles y no entréis en ninguna ciudad de samaritanos, 6 sino id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 7 Y de camino predicad diciendo: "El reino de los cielos se ha acercado." 8 Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad fuera demonios. Recibisteis gratuitamente, dad gratuitamente. 9 No tengáis ni oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; 10 ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero es acreedor a sus sustento. 11 Llegados a una ciudad o aldea, informaos de quien en ella es digno, y quedaos allí hasta vuestra partida. 12 Al entrar a una casa decidle el saludo (de paz). 13 Si la casa es digna, venga vuestra paz a ella; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. 14 Y si alguno no quiere recibiros ni escuchar vuestras palabras, salid de aquella casa o de aquella ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies. 15 En verdad, os digo, que en el día del juicio (el destino) será más tolerable para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad."
16 "Mirad que Yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas. 17 Guaraos de los hombres, porque os azotarán en sus sinagogas, 18 y por causa de Mí seréis llevados ante gobernadores y reyes, en testimonio para ellos y para las naciones. 19 Mas cuando os entregaren, no os preocupéis de cómo o qué hablaréis. Lo que habéis de decir os será dado en aquella misma hora. 20 Porque no sois vosotros los que habláis, sino que el Espíritu de vuestro Padre es quien habla en vosotros. 21 Y entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; y se levantarán hijos contra padres y los harán morir. 22 Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que perseverare hasta el fin, ése será salvo. 23 Cuando os persiguieren en una ciudad, huid a otra. En verdad, os digo, no acabaréis (de predicar en) las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre."

Comentarios
36 Cf. S 13, 4 y nota
37 La parábola de la mies y de los obreros tiene para nosotros el sentido de que faltan obreros en la Viña de Dios: sacerdotes y laicos celosos, llenos de espíritu de apostolado. Jesús enseña que estos obreros se han de pedir al Padre, porque sólo El es quien hace el llamado. Véase 15, 13; Juan 6, 37 y 44; I Tim 5, 22. Rogad: quizá quiere Jesús que se unan a su oración por los doce que va a llamar enseguida (10, 1 s.).
2 Pedro, en arameo Kefa, esto es, piedra, llamado así porque a él será entregada la primacía (16, 17-19); Luc 22, 31 s.; Juan 21, 15-17).
4 Iscariote, es decir, hombre de Cariot, pueblo ubicado cerca de Jerusalén (Jos 15, 25)
5 Gentiles y samaritanos, no son excluidos del reino de Dios; sin embargo, quería Jesús evangelizar primero las ovejas perdidas de su propio pueblo, y después a los demás. Véase Is. 9, 1 y nota.
6 Cf. 15, 24; 28, 19; Luc 24, 47 Después de Pentecostés S. Pedro abrió la puerta a los gentiles (Hech. 10) para ser "injertados" en el tronco de Israel (Rom 11, 11-24) y manifestó que ello era a causa de la incredulidad de la Sinagoga (ibíd. 30 s) y así lo confirmó el Concilió de Jerusalén (Hech. 15). Más tarde el pueblo judío de la Dispersión rechazó también la predicación apostólica y entonces Pablo les anunció que la salvación pasaba a los gentiles (Hech. 28, 23 ss.) y desde la prisión escribió a los Efesios sobre el Misterio del Cuerpo Místico (Ef 1, 22), escondido desde todos los siglos (Ef 3, 9; Col 1, 26), por el cual los gentiles son llamados a él (Ef 3, 6), no habiendo ya diferencia alguna entre judío y gentil
9 s. En estas palabras se contiene una exhortación a amar y practicar la pobreza, un llamado especial que Dios hace a los religiosos y sacerdotes que se dedican al sagrado ministerio, Jesús manda, tanto a los apóstoles, como a los discípulos (Luc 10, 4) que no lleven bolsa, ni alforja, ni dinero, confiando en la eficacia propia de la divina Palabra, cuya predicación es el objeto por excelencia del apostolado, según se nos muestra en la despedida de Jesús (28, 19 s. Marc 16, 15); en la conducta de los Doce después de Pentecostés (Hech 6, 2) y en las declaraciones de S. Pablo (I Cor 1, 17; 9, 16)
12 Esta costumbre, todavía hoy mantenida en Oriente, de darse el saludo La paz sea contigo, era seguida fielmente por los primeros cristianos. ¡Qué bien sería restaurarla según lo enseña aquí el Maestro! Saludar, en lenguaje pagano, es desear la salud. En lenguaje cristiano , es desear la paz, que es cosa del alma. Cf. Luc 1, 28 y nota.
16 Como ovejas en medio de lobos: He aquí el sello que nos permite en todos los tiempos reconocer a los discípulos. Un humilde predicador, atacado por un poderoso que defendía el brillo mundano de sus posiciones sacudidas por la elocuencia del Evangelio, se limitó a dar esta respuesta:"Una sola cosa me interesa en este caso, y es que Jesús no vea en mi al lobo sino al cordero". Como las serpientes: Entre los pueblos de Oriente la serpiente era símbolo de la prudencia y de las ciencias ocultas. Nótese con S. Gregorio Magno, que el Señor recomienda la unión de la prudencia con la sencillez. Esta para con Dios y aquélla para con los hombres, como vemos en el v. 17 y ss.
19 Cf. Luc 21, 14 y nota
23 La venida del Hijo del hombre es, indudablemente, el retorno de Jesús al fin de los tiempos, y no podemos pensar que tal expresión se refiera a la ruina de Jerusalén, que ocurrió cuarenta años más tarde. La profecía de Jesús se cumplió ya en parte al pie de la letra, puesto que los apóstoles rechazados en su predicación, hubieron de abandonar la Palestina sin evangelizar todas sus ciudades, lo cual por tanto, ni se hizo entonces ni se ha hecho después. Las palabras del divino Maestro significaban, pues, una prevención a los apóstoles de que Israel no los recibiría favorablemente, prevención que Jesús les da a fin de que no se sorprendan al ser rechazados. Cf. Hech 13, 46 y nota. S. Hilario refiere este pasaje a la conversión final de Israel, con motivo de la Parusía.

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