miércoles, 29 de agosto de 2012

Evangelio según San Juan caps. 1, 2, 3


Capítulo I
1 En el principio el Verbo era, y el Verbo era junto a Dios, y el Verbo era Dios. 2 El era, en el principio, junto a Dios: 3 Por Él, todo fue hecho, y Sin Él nada se hizo de lo que ha sido hecho. 4 En Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5Y la luz luce en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron. 6 Apareció un hombre, enviado de Dios, que Se llamaba Juan. 7 Él vino como testigo, para dar testimonio acerca de la luz, a fin de que todos creyesen por Él. 8 Él no era la luz, sino para dar testimonio acerca de la luz. 9 La verdadera luz, la que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. 10 Él estaba en el mundo; por Él, el mundo había sido hecho, y el mundo no lo conoció. 11 Él vino a lo suyo, y los suyos no lo recibieron. 12 Pero a todos los que lo recibieron, les dio el poder de llegar a Ser hijos de Dios: a los que creen en su nombre. 13 Los cuales no han nacido de la sangre, ni del deseo de la carne, ni de voluntad de varón, Sino de Dios. 14 Y el Verbo Se hizo carne, y puso su morada entre nosotros -y nosotros vimos su gloria, gloria como del Unigénito del Padre- lleno de gracia y de verdad.
15 Juan da testimonio de él, y clama: "De Éste dije yo: El que viene después de mí, se me ha adelantado porque El existía antes que yo." 16 Y de su plenitud hemos recibido todos, a saber, una gracia correspondiente a su gracia. 17 Porque la Ley fue dada por Moisés, pero la gracia y la verdad han venido por Jesucristo. 18 Nadie ha visto jamás a Dios; el Dios, Hijo único, que es en el seno del Padre, Ése le ha dado a
conocer.
19 Y he aquí el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron a él, desde Jerusalén, sacerdotes y levitas para' preguntarle: "¿Quién eres tú?" 20 Él confesó y no negó; y confesó: "Yo no soy el Cristo." 21 Le preguntaron: "¿Entonces qué? Eres tú Elías?" Dijo: ‛‛No Io soy."
"¿Eres el Profeta?’ Respondió: "No." 22 Le dijeron entonces: "¿Quién eres tú? para que demos una respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué dices de ti mismo?" 23 Él dijo: "Yo Soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías." 24 Había también enviados de entre los fariseos. 25 Ellos le preguntaron: ‛‛¿Por qué, pues, bautizas, si no eres ni el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?" 26 Juan les respondió: "Yo, por mi parte, bautizo con agua; pero en medio de vosotros está uno que vosotros no conocéis, 27 que viene después de mí, y al cual yo no soy digno de desatar la correa de su Sandalia." 28 Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
29 Al día siguiente vio a Jesús que venía hacia él, y dijo: "He aquí el cordero de Dios, que lleva el pecado del mundo. 30 Éste es Aquel de quien yo dije: En pos de mí viene un varón que me ha tomado la delantera, porque Él existía antes que yo, 31 Yo no lo conocía, mas yo vine a bautizar en agua, para que Él sea manifestado a Israel." 32 Y Juan dio testimonio, diciendo: "He visto al Espíritu descender como paloma del cielo, y se posó sobre Él. 33 Ahora bien, yo
no lo conocía, pero El que me envió a bautizar con agua, me había dicho: "Aquel sobre quien vieres descender el Espíritu y posarse sobre Él, Ése es el que bautiza en Espíritu Santo," 34 Y
bien: he visto, y testifico que Él es el Hijo de Dios."
35 Al día siguiente, Juan estaba otra vez allí, como también dos de sus discípulos; 36 y fijando su mirada sobre Jesús que pasaba, dijo: "He aquí el Cordero de Dios." 37 Los dos discípulos, oyéndolo hablar (así), siguieron a Jesús. 38 Jesús, volviéndose y viendo que lo seguían, les dijo: "¿Qué queréis?" Le dijeron: ‛Rabí -que se traduce: Maestro-, ¿dónde moras?" 39 Él les dijo: ‛‛Venid y veréis." Fueron entonces y vieron dónde moraba, y se quedaron con El ese día. Esto pasaba alrededor de la hora décima.
40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído ( la palabra) de Juan y que habían seguido (a Jesús). 41 El encontró primero a su hermano Simón y le dijo: "Hemos hallado al Mesías -que se traduce: "Cristo." 42 Lo condujo a Jesús, y Jesús poniendo sus ojos en él, dijo: "Tú eres Simón, hijo de Juan: tú te llamarás Kefas -que se traduce: Pedro-." 43 Al día siguiente resolvió partir para Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: ‛‛Sígueme." Era Felipe de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. 45 Felipe encontró a Natanael y le dijo: "A Aquel de quien Moisés habló en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: es Jesús, hijo de José, de Nazaret." 46 Natanael le replicó: "¿De Nazaret puede salir algo bueno?” Felipe le dijo: "Ven y ve." 47 Jesús vio a Natanael que se le acercaba, y dijo de él: "He aquí, en verdad, un israelita sin doblez." 48 Díjole Natanael: "¿De dónde me conoces?" Jesús le respondió: "Antes de que Felipe te llamase, cuando estabas bajo la higuera te vi." 49 Natanael le dijo: "Rabí, Tú eres el Hijo de Dios, Tu eres el Rey de Israel." 50 Jesús le respondió: "Porque te dije que te vi debajo de la higuera, crees. Verás todavía más." 51 Y le dijo: "En verdad, en verdad os digo: Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del hombre."

Capítulo II
1 Al tercer día hubo unas bodas en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. 2 Jesús también fue invitado a estas bodas, como asimismo sus discípulos. 3 Y llegando a faltar vino, la madre de Jesús le dijo: "No tienen vino." 4 Jesús le dijo: ‛‛¿Qué (nos va en esto) a Mí y a ti, mujer? Mi hora no ha venido todavía." 5 su madre dijo a los sirvientes: "Cualquier cosa que Él os diga, hacedla.” 6 Había allí seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, que contenían cada una dos o tres metretas. 7 Jesús les dijo: "Llenad las tinajas de agua"; y las llenaron hasta arriba, 8 Entonces les dijo: "Ahora sacad y llevad al maestresala"; y le llevaron. 9 Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, cuya procedencia ignoraba -aunque la conocían los sirvientes que habían sacado el agua-, llamó al novio 10 y le dijo: "Todo el mundo sirve primero el buen vino, y después, cuando han bebido bien, el menos bueno; pero tú has conservado el buen vino hasta este momento." 11 Tal fue el comienzo que dio Jesús a sus milagros, en Caná de Galilea; y manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en Él,
12 Después de esto descendió a Cafarnaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos, y se quedaron allí no muchos días. 13 La Pascua de los judíos estaba próxima, y Jesús subió a Jerusalén. 14 En el Templo encontró a los mercaderes de bueyes, de ovejas y de palomas, y a los cambistas sentados (a sus mesas:). 15 Y haciendo un azote de cuerdas, arrojó del Templo a todos, con las ovejas y los bueyes; desparramó las monedas de los cambistas y volcó sus mesas. 16 Y a los vendedores de palomas les dijo: "Quitad esto de aquí; no hagáis de la casa de mi Padre un mercado," 17 Y sus discípulos se acordaron de que está escrito: "El celo de tu Casa me devora.” 18 Entonces los judíos le dijeron: ‛‛¿Qué señal nos muestras, ya que haces estas cosas?” 19 Jesús les respondió: "Destruid este Templo, y en tres días Yo lo volveré a levantar." 20 Replicáronle los judíos: "Se han empleado cuarenta y seis años en edificar este Templo, ¿y Tú, en tres días lo volverás a levantar?" 21 Pero El hablaba del Templo de su cuerpo. 22 Y cuando hubo resucitado de entre los muertos, sus discípulos se acordaron de que había dicho esto, y creyeron a la Escritura y a la palabra que Jesús había dicho.
23 Mientras Él estaba en Jerusalén, durante la fiesta de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los milagros que hacía. 24 Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque a todos los conocía, 25 y no necesitaba de informes acerca del hombre, conociendo por sí mismo lo que hay en el hombre

Capítulo III
1 Había un hombre de los fariseos, llamado Nicodemo principal entre los judíos. "Vino de noche a encontrarle y le dijo: "Rabí, sabemos que has venido de arte de Dios, como maestro, porque
nadie puede hacer los milagros que Tú haces, Si Dios no está con él." 3 Jesús le respondió: "En verdad, en verdad, te digo, si uno no nace de lo alto, no puede ver el reino de Dios." 4 Nicodemo le dijo: "¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Puede acaso entrar en el seno de su madre y nacer de nuevo?" 5 Jesús le respondió: "En verdad, en verdad, te digo, Si uno no nace del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos. 6 Lo nacido de la
carne, es carne; y lo nacido del espíritu, es espíritu. 7 No te admires de que te haya dicho: "Os es necesario nacer de lo alto." 8 El viento sopla donde quiere; tú oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene, ni adónde va. Así acontece con todo aquel que ha nacido del espíritu." 9 A lo cual Nicodemo le dijo: "¿Cómo puede hacerse esto?" 10 Jesús le respondió: "¿Tú eres el doctor de Israel, y no entiendes esto? 11 En verdad, en verdad, te digo: nosotros hablamos lo que sabemos, y atestiguamos lo que hemos, visto, y vosotros no recibís nuestro testimonio.12 Si cuando os digo las cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo creeréis si os digo las cosas del cielo? 13 Nadie ha subido al Cielo, sino Aquel que descendió del cielo, el Hijo del hombre. 14 Y como Moisés, en el desierto, levantó la serpiente, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado, 15 Para que todo el que cree tenga en Él vida eterna."
16 Porque así amó Dios al mundo: hasta dar su Hijo único, para que todo aquel que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. 17 Porque no envió Dios su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo por Él sea salvo. 18 Quien cree en, Él, no es juzgado, mas quien no cree, ya esta juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo. único de Dios. 19 Y éste es el juicio: que la luz ha venido al mundo, y los hombres han amado más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20 Porque todo el que obra mal, odia la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprobadas. 21 Al contrario, el que pone en práctica la verdad, viene a la luz, para que se vea que sus obras están hechas en Dios.
22 Después de esto fue Jesús con sus discípulos al territorio de Judea y allí se quedó con ellos, y bautizaba. 23 Por su parte, Juan bautizaba en Ainón, junto a Salim, donde había muchas aguas, y se le presentaban las gentes y se hacían bautizar; 24 porque Juan no había sido todavía aprisionado. 25 Y algunos discípulos de Juan tuvieron una discusión con un judío a propósito de la purificación. 26Y fueron a Juan, y le dijeron: "Rabí, Aquel que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tu diste testimonio, mira que también bautiza, y todo el mundo va a Él." 27 Juan les respondió: "No puede el hombre recibir nada, Si no le fuere dado del cielo. 28 Vosotros mismos me sois testigos de que yo he dicho: "No soy yo el Mesías, sino que he sido enviado delante de Él." 29 El que tiene la esposa, es el esposo. El amigo del esposo, que está a su lado y le oye, experimenta una gran alegría con la voz del esposo. Esta alegría, que es la mía, está, pues, cumplida. 30 Es necesario que Él crezca y que yo disminuya. 31 El que viene de lo alto, está por encima de todos. Quien viene de la tierra, es terrenal y habla de lo terrenal. Aquel que viene del cielo está por encima de todos. 32 Lo que ha visto y oído, eso testifica, ¡y nadie admite su testimonio! 33 Pero el que acepta su testimonio ha reconocido auténticamente que Dios es veraz. 34 Aquel a quien Dios envió dice las palabras de Dios; porque Él no da con medida el Espíritu. 35 El Padre ama al Hijo y le ha entregado pleno poder. 36 Quien cree al Hijo tiene vida eterna; quien no quiere creer al Hijo no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él."

Comentarios
1 ss. Juan es llamado el águila entre los evangelistas, por la sublimidad de sus escritos, donde Dios nos revela los más altos misterios de lo sobrenatural. En los dos primeros versos el Águila gira en turno a la eternidad del Hijo (Verbo) en Dios. En el principio: Antes de la creación, de toda eternidad, era ya el Verbo; y estaba con su Padre (14, 10 S.) Siendo Dios como Él. Es el Hijo Unigénito, igual al Padre, consubstancial al Padre, coeterno con Él, Omnipotente, Omnisciente, infinitamente bueno, misericordioso, Santo y justo como lo es el Padre, quien todo lo creó por medio de Él (v. 3).
5. No la recibieron: Sentido que concuerda con los vv. 9 ss.
6. Apareció un hombre: Juan Bautista. Véase v. 15 y 19 ss.
9. Aquí comienza el evangelista a exponer el misterio de la Encarnación, y la trágica incredulidad de Israel, que no lo conoció cuando vino para ser la luz del mundo (1, 18; 3, 13). Venía: Así también Pirot. Literalmente: estaba viniendo (én erjómenon). Cf. 11, 27 y nota.
12. Hijos de Dios: "El misericordiosísimo Dios de tal modo amó al mundo, que dio a su Hijo Unigénito (3, 16); Y el Verbo del Padre Eterno, con aquel mismo único amor divino, asumió de la descendencia de Adán la naturaleza humana, pero inocente y exenta de toda mancha, para que del nuevo y celestial Adán se derivase la gracia del Espíritu Santo a todos los hijos del primer padre" (Pio XII, Encíclica sobre el Cuerpo Místico).
13. Sino de Dios: Claramente se muestra que esta filiación ha de ser divina (cf. Ef. 1, 5 y nota), mediante un nuevo nacimiento (3, 3ss.), para que no se creyesen tales por la Sola descendencia carnal de Abrahán. Véase 8, 30­59.
14. Se hizo carne: E1 Verbo que nace eternamente de] Padre se dignó nacer, como hombre, de la Virgen María, por voluntad del Padre y obra del Espíritu Santo (Luc. 1, 35). A su primera naturaleza, divina, se añadió la segunda, humana, en la unión hipostática.
Pero su Persona siguió siendo una sola: la divina y eterna Persona del Verbo (v. 1). Así Se explica el v. 15. Cf. v. 3 s. Vimos su gloria: Los apóstoles vieron la gloria de Dios manifestada en las obras todas de Cristo. Juan, con Pedro y Santiago, vio a Jesús resplandeciente de gloria en el monte de la Transfiguración. Véase Mat 16, 27 s.; 17, 1 ss.; II Pedr 1, 16 ss.; Marc 9, 1 ss.: Luc 9, 20 ss.
16. Es decir que- toda nuestra gracia procede de la suya, y en Él somos colmados, como enseña S. Pablo (Col. 2, 9 s.). Sin Él no podemos recibir absolutamente nada de la vida del Padre (15, 1ss.). Pero con Él podemos llegar a una plenitud de vida divina que corresponde a la plenitud de la divinidad que Él posee. Cf. II Pedro, 1, 4.
17. La gracia superior a la Ley de Moisés, Se nos da gratis por los méritos de Cristo, para nuestra justificación. Tal es el asunto de la Epístola a los Gálatas.
18. Por aquí vemos que todo conocimiento de Dios o sabiduría de Dios (eso quiere decir teosofía) tiene que estar fundado en las palabras reveladas por Él, a quien pertenece la iniciativa de darse a conocer, y no en la pura investigación O especulación intelectual del hombre. Cuidémonos de ser "teósofos". prescindiendo de estudiar a Dios en sus propias palabras y formándonos sobre Él ideas que sólo estén en nuestra imaginación. Véase el concepto de S. Agustín en
la nota de 16, 24.
19. Sacerdotes y levitas: Véase E2. 44, 15 y nota. Cf. Luc. 10, 31 S.
20. Muchos identificaban a Juan con el Mesías o Cristo; por eso el fiel Precursor se anticipa a desvirtuar tal creencia. Observa S. Crisóstomo que la pregunta del v. 19 era capciosa Y tenía por objeto inducir a Juan a declararse el Mesías, pues ya se proponían
cerrarle el paso Jesús.
21. El Profeta: Falsa interpretación judaica de Deut. 18, 15, pasaje que se refiere a Cristo. Cf. 6, 14 S.
26. Yo bautizo con agua: Juan es un profeta como los anteriores del Antiguo Testamento, pero su vaticinio no es remoto como el de aquéllos, sino inmediato. Su bautizo era simplemente de contrición y humildad para Israel (cf. Hech, 19, 2 ss. y nota), a fin de que
reconociese, bajo las apariencias humildes, al Mesías anunciado como Rey y Sacerdote (cf. Zac. 6, 12 S. y nota), como no tardó en hacerlo Natanael (v. 49). Pero para eso había que ser como éste "un israelita sin doblez" (v. 47). En cambio a los "mayordomos" del v. 19, que usufructuaban la religión, no les convenía que apareciese el verdadero Dueño, porque entonces ellos quedarían sin papel. De ahí su oposición apasionada contra Jesús (según lo confiesa Caifás en 11, 47 ss.) y su odio contra los que creían en su venida (cf. 9, 22).
29. Juan es el primero que llama a Jesús Cordero de Dios. Empieza a descorrerse el velo. El Cordero que sacrificaban los judíos todos los años en la víspera de la fiesta de Pascua y cuya Sangre era el signo que libraba del exterminio (Éx. 12, 13), figuraba a la Víctima divina que, cargando con nuestros pecados, Se entregaría "en manos de los hombres" (Luc. 9, 44), para que su Sangre "más elocuente que la de Abel" (Hebr. 12, 25), atrajese sobre el ingrato Israel (v. 11) y sobre el mundo entero (11, 52) la misericordia del Padre, Su perdón y los dones de su gracia para los creyentes (Ei. 2. 4-8).
34. El Hijo de Dios: Diversos mss. y S. Ambrosio dicen: E1 escogido (eklektós) de Dios. Cf. v. 45 y nota.
40. El Otro era el mismo Juan, el Evangelista. Nótese el gran papel que en la primera vocación de los apóstoles desempeña e1 Bautista (v. 37). Cf, v. 26 Y nota; Mat. 11, 13,
42. Véase Mat. 4, 18; 16, 18. Kefas: significa en arameo: roca (en griego Petros).
45. Natanael es muy probablemente el apóstol Bartolomé. Felipe llama a Jesús "hijo de José" porque todos los creían así: el misterio de la Anunciación (Luc. 1, 26 ss-) Y la Encarnación del Verbo por obra. del Espíritu Santo fue ocultado por Maria. Ello explica que fuese tan rudimentario el concepto de los discípulos sobre Jesús (cf. v. 34 y nota). Según resulta de los sinópticos combinados con Juan, aquéllos, después de una primera invitación, se volvieron a sus trabajos y luego recibieron la definitiva vocación al apostolado (Mat. 4, 18-22; Marc. 1, 16-20; Luc. 5, 8- 1).
47. Las promesas del Señor son para los hombres sin ficción (S. 7, 11; 31, 11). Dios no se cansa de insistir, en ambos Testamentos, sobre esta condición primaria e indispensable que es la rectitud de corazón, o sea la sinceridad sin doblez (S. 25, 2). Es en realidad lo único que Él pide, pues todo lo demás nos lo da el Espíritu Santo con su gracia y sus dones. De ahí la asombrosa benevolencia de Jesús con los más grandes pecadores, frente a su tremenda severidad con los fariseos, que pecaban contra la luz (Juan 3, 19) o que oraban por fórmula (Sant. 4, 8). De ahí la sorprendente revelación de que el Padre descubre a los niños lo que oculta a los sabios (Luc. 10, 21).
51. Algunos refieren esto a los prodigios que continuamente les mostraría Jesús (cf. Mat. 11, 4). Otros, a su triunfo escatológico.

4. Jesús pone a prueba la fe de la Virgen, que fue en ella la virtud por excelencia (19, 25 y nota; Luc. 1. 38 y 45) y luego adelanta su hora a ruego de su Madre. Según una opinión que parece plausible, esta hora era simplemente la de proveer el vino, cosa que hacían por turno los invitados a las fiestas nupciales, que solían durar varios días.
6. Una metreta contenía 36,4 litros.
12. Entre los judíos todos los parientes se llamaban hermanos (Mat. 12, 46 y nota). Jesús no los tenía y lo vemos confiar el cuidado de su madre a su primo Juan (Juan 19, 26).
14. Estos mercaderes que profanaban la santidad del Templo, tenían sus puestos en el atrio de los gentiles. Los cambistas trocaban las monedas corrientes por la moneda Sagrada, con la que se pagaba el tributo del Templo. Cf. Mat. 21, 12 S.; Marc. 11, 15 ss.;
Luc. 19, 45 ss.
16. El Evangelio es eterno, y no menos para nosotros que para aquel tiempo. Cuidemos, pues, de no repetir hoy este mercado, cambiando simplemente las palomas por velas o imágenes. 17. Cf. S. 68, 10; Mal. 3, 1-3.
18. A los ojos de los sacerdotes Y jefes del Templo, Jesús carecía de autoridad para obrar como lo hizo. Sin embargo, con un ademán se impuso a ellos, y esto mismo fue una muestra de su divino poder, como observa S. Jerónimo.
19. Véase Mat. 26, 61.
24 s. Lección fundamental de doctrina y de vida. Cuando aun no estamos familiarizados con el lenguaje del divino Maestro y de la Biblia en general, sorprende hallar constantemente cierto pesimismo, que parece excesivo, sobre la maldad del hombre. Porque pensamos que han de ser muy raras las personas que obran por amor al mal. Nuestra sorpresa viene de ignorar el inmenso alcance que tiene el primero de los dogmas bíblicos: el pecado original. La Iglesia lo ha definido en términos clarísimos (Denz 174-200). Nuestra formación, con mezcla de humanismo orgulloso y de sentimentalismo materialista, nos lleva a confundir el orden natural con el sobrenatural, y a pensar que es caritativo creer en la bondad del hombre, siendo así que en tal creencia consiste la herejía pelagiana, que es la misma de Jean Jacques Rousseau, origen de tantos males contemporáneos. No es que el hombre se levante cada día pensando en hacer el mal por puro gusto. Es que el hombre, no sólo está naturalmente entregado a su propia inclinación depravada (que no se borró con el Bautismo), sino que está rodeado por el mundo enemigo del Evangelio, y expuesto además a la influencia del Maligno, que lo engaña y le mueve al mal con apariencia de bien. Es el "misterio de la iniquidad", que S. Pablo explica en II Tes 2, 6. De ahí que todos necesitemos nacer de nuevo (3, 3 ss.) y renovarnos constantemente en el espíritu por el contacto con la divina Persona del único Salvador, Jesús nos da así una lección de inmenso valor para el saludable conocimiento y desconfianza de nosotros mismos y de los demás, y muestra los abismos de la humana ceguera e iniquidad, que son enigmas impenetrables para pensadores y sociólogos de nuestros días y que en el Evangelio están explicados con claridad transparente. Al que ha entendido esto, la humildad se le hace luminosa, deseable y fácil. Véase el Magnificat (Luc 1, 46 ss.) y el S 50 y notas.

1s. Vino de noche: La sinceridad con que Nicodemo habla al Señor y la defensa que luego hará de Él ante los prepotentes fariseos (7, 50 ss.) no menos que su piedad por sepultar al divino Ajusticiado (19, 39 ss.) cuando su descrédito y aparente fracaso era total ante el abandono de todos sus discípulos y cuando ni siquiera estaba Él vivo para agradecérselo, nos muestran la rectitud y el valor de Nicodemo; por donde vemos que al ir de noche, para no exponerse a las iras de la Sinagoga, no le guía el miedo cobarde, como al discípulo que se avergüenza de Jesús (Mat. 10, 33) o se escandaliza de Él (Mat. 11, 6; 13, 21), sino la prudencia de quien no siendo aún discípulo de Jesús -pues ignoraba su doctrina-, pero reconociendo el sello de verdad que hay en sus palabras (7, 17) y en sus hechos extraordinarios, y no vacílando en buscar a ese revolucionario, pese a su tremenda, actitud contra la Sinagoga, en que Nicodemo era alto jefe (v, 10), trata sabiamente de evitar el inútil escándalo de sus colegas endurecidos por la soberbia, los cuales, por supuesto, le habrían obstaculizado su propósito. Igual prudencia usaban los cristianos ocultos en las catacumbas, y todos hemos de recoger la prevención, porque el discípulo de Cristo tiene el anuncio de que será perseguido (Luc. 6, 22; Juan 15, 18 ss.; 16, lss.) y Jesús, el gran Maestro de la rectitud, es quien pos enseña también esa prudencia de la serpiente (Mat. 10, 16 ss.) para que no nos pongamos indiscretamente -o quizá por ostentosa vanidad-  a merced de enemigos que más que nuestros lo son del Evangelio. Muchos discípulos del Señor han tenido y tendrán aún que usar de esa prudencia (cf. Heoh. 7, 52; 17, 6) en tiempos de persecución y de apostasía como los que están profetizados (II Tes. 2, 3ss.) y Dios no enseña a desafiar el peligro por orgulloso estoicismo ni por dar "perlas a los cerdos" (Mat. 7, 6); antes bien, su suavísima doctrina paternal nos revela que la vida de sus amigos le es muy preciosa (S. 115, 15 y nota). Lo dicho no impide, claro está, pensar que la doctrina dada aquí por Jesús a Nicodemo preparó admirablemente su espíritu para esa ejemplar actuación que tuvo después.
3. Nace de lo alto: ¿No es cosa admirable que la serpiente envidiosa contemple hoy, como castigo, que se ha cumplido en verdad, por obra del Redentor divino, esa divinización del hombre, que fue precisamente lo que ella propuso a Eva, creyendo que mentía, para llevarla a la soberbia emulación del Creador? He aquí que -¡oh abismo!-  la bondad sin límites del divino Padre, halló el modo de hacer que aquel deseo insensato llegase a ser realidad. Y no ya sólo como castigo a la mentira del tentador, ni sólo como respuesta a aquella ambición de divinidad (que ojala fuese más frecuente ahora que es posible, y lícita, y santa). No: Cierto que Satanás quedó confundido, y que la ambición de Eva Se realizará en los que formamos la Iglesia; pero la gloria de esa iniciativa no será de ellos, sino de aquel Padre inmenso, porque Él ya lo tenía así pensado desde toda la eternidad. según nos lo revela San Pablo en el asombroso capítulo primero de los Efesios. Cf. 1, 13; I Pedro 1, 23.
5. Alude al Bautismo, en que se realiza este nacimiento de lo alto. No hemos de renacer solamente del agua, sino también del Espíritu Santo (Conc. Trid. Ses. 6, c. 4; Denz. 796 s-). El término espíritu indica una creación sobrenatural, obra del Espíritu divino.
S. Pablo nos enseña que el hombre Se renueva mediante el conocimiento espiritual de Cristo (Ef. 4, 23 ss.; Col. 3, 10; Gál. 5, 16). Este conocimiento renovador se adquiere escuchando a Jesús, pues Él nos dice qtue sus palabras son espíritu y vida (6, 64).
8. Viento y espíritu son en griego la misma palabra (pneuma). Jesús quiere decir: la carne no puede nacer de nuevo (v. 4) y así el hombre carnal tampoco lo puede (cf. v. 6; 6. 63; Gál. 5, 17). En cambio el espíritu lo puede todo porque no tiene ningún obstáculo, hace lo que, quiere con sólo quererlo, pues lo que vale para Dios es el espíritu (4, 23; 6, 29). Por eso es como el viento, que no teniendo los inconvenientes de la materia sólida, no obstante ser invisible e impalpable, es más poderoso que ella, pues la arrastra con su soplo y él conserva su libertad. De ahí que las palabras de Jesús nos hagan libres como el espíritu (8, 31-32), pues ellas son espíritu y son vida (6,
63), como e1 viento "que mueve aún las hojas muertas". Pues Jesús "vino a salvar lo que había perecido” (Luc. 19, 10). Cf. 3, 16.
12. Cosa de la tierra es el nacer de nuevo (v. 3 y 5), pues ha de operarse en esta vida. Cosas del cielo serán las que Jesús dirá luego acerca de su Padre, a quien sólo Él conoce (v. 13; 1, 18).
14. Véase Núm. 21, 9 y nota. Cf. 12, 32.
16. "Este versículo, que encierra la revelación más importante de toda la Biblia, debiera ser lo primero que se diese a conocer a los niños y catecúmenos. Más y mejor que cualquier noción abstracta, él contiene en esencia y síntesis tanto el misterio de la Trinidad cuanto el misterio de la Redención" (Mons. Keppler). Dios nos amó primero (I Juan 4, 19). Y sin que le hubiésemos dado prueba de nuestro amor. ¡Oh, cuán verdadero es el amor de esta Majestad divina que al amarnos no busca sus propios intereses!" (S. Bernardo). Hasta dar su Hijo único en quien tiene todo su amor que es el Espíritu Santo (Mat. 17, 5), para que vivamos por Él (I ]uan 4, 9).
17. Para juzgar al mundo: Véase 5, 22 y nota.
19. Este es e1 juicio de discernimiento entre el que es recto y el que tiene doble, Jesús será para ellos como una piedra de toque (cf. 7, 17; Luc. 2, 34 s.). La terrible sanción contra los que rechazan la luz será abandonarlos a su ceguera (Marc. 4. 12), para que crean a la mentira y Se pierdan. S. Pablo nos revela que esto es lo que ocurrirá cuando aparezca el Anticristo (II ’1‛es_ 2, 9-12). Cf. 5, 43 y nota.
23. Ainăn, situada en el valle del Jordán, al sur de la ciudad de Betsán.
29. Juan se llama "amigo del Esposo" porque pertenece, como Precursor, al Antiguo Testamento y no es todavía miembro de la Iglesia, Esposa de Cristo, que no está fundada aun (véase Mat. 16, 20; Luc. 16, 16 y notas). De ahí lo que Jesús dice del Bautista en Mat. 11, 11 ss. Sobre la humildad de Juan véase Marc. 1, 7.
30. Como el lucero de la mañana palidece ante el sol, así el Precursor del Señor quiere eclipsarse ante el que es la Sabiduría encarnada. Ésta es la lección que nos deja el Bautista a cuantos queremos predicar al Salvador: desaparecer. "¡Ay, cuando digan bien de vosotros!" (Luc. 6, 26). Cf. 5, 44; 21, 15 y nota; Juan 1, 7.
36. Vemos aquí el gran pecado contra la fe, de que tanto habla Jesús. Cf. 16, 9 y nota.

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