sábado, 21 de julio de 2012

Evangelio según San Mateo cap 19. 26-30; 20; 21. 1-12


26 Mas Jesús, fijando los ojos en ellos, les dijo: "Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible."
27 Entonces Pedro respondió diciéndole: "Tú lo ves, nosotros hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué nos espera?" 28 Jesús les dijo: "En verdad, os digo, vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente sobre su trono glorioso, os sentaréis, vosotros también, sobre doce tronos, y juzgaréis a las doce tribus de Israel. 29 Y todo el que dejare casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o mujer, o hijos, o campos por causa de mi nombre, recibirá el céntuplo y heredará la vida eterna.
30 Y muchos primeros serán postreros, y (muchos) postreros, primeros".

Capítulo XX
1 "Porque el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que salió muy de mañana a contratar obreros para su viña. 2 Habiendo convenido con los obreros en un denario por día, los envió a su viña. 3 Salió luego hacia la hora tercera, vio a otros que estaban de pie, en la plaza sin hacer nada. 4 Y les dijo: "Id vosotros también a mi viña, y os daré lo que sea justo". 5 Y ellos fueron. Saliendo otra vez a la sexta y a la novena hora, hizo lo mismo. 6 Saliendo todavía a eso de la hora undécima, encontró otros que estaban allí, y les dijo: "¿Por qué estáis allí todo el día sin hacer nada?" 7 Dijéronle "Porque nadie nos ha contratado". Les dijo: "Id vosotros también a la viña". 8 Llegada la tarde, el dueño de la viña dijo a su mayordomo: "Llama a los obreros, y págales el jornal, comenzando por los últimos, hasta los primeros". 9 Vinieron, pues, los de la hora undécima, y recibieron cada uno un denario. 10 Cuando llegaron los primeros, pensaron que recibirían más, pero ellos también recibieron cada uno un denario. 11 Y al tomarlo, murmuraban contra el dueño de casa, 12 y decían: "Estos últimos no han trabajado más que una hora, y los tratas como a nosotros, que hemos soportado el peso del día y el calor". 13 Pero él respondió a uno de ellos: "Amigo, yo no te hago injuria. ¿No conviniste conmigo en un denario? 14 Toma, pues, lo que te toca, y vete. Mas yo quiero dar a este último tanto como a ti. 15 ¿No me es permitido, con lo que es mío, hacer lo que me place? ¿O has de ser tú envidioso, porque yo soy bueno?" 16 Así los últimos serán los primeros, y los primeros, últimos".
17 Y subiendo Jesús a Jerusalén, tomó aparte a los doce discípulos, y les dijo en el camino: 18 "He aquí que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y escribas, y lo condenarán a muerte. 19 Y lo entregarán a los gentiles, para que lo escarnezcan, lo azoten y lo crucifiquen, pero al tercer día resucitará".
20 Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a El con sus hijos, y prosternóse  como para hacerle una petición.

Comentarios
26 Para Dios todo es posible: ¡Qué inmenso consuelo para cuantos sentimos nuestra indignidad! Notemos que no dice esto el Señor aludiendo a la omnipotencia que Dios tiene como Autor y Dueño de la creación, sino a su omnipotencia para dar la gracia y salvar a quien El quiera, según su santísima voluntad. ¡Qué felicidad la nuestra al saber que esa voluntad es la de "un Padre dominado por el amor"! (Pio XII) Cf. Rom 9, 15 ss.
28 En la regeneración; esto es, en la resurrección; según S. Crisóstomo, en la regeneración y renovación del mundo en el día del Juicio. Cf. Luc 22, 30; Juan 5, 24 ; Hech 3, 21; Rm 8, 19 ss; I Cor 6, 2 s.; II Pedro 2, 4; Jud 14; Apco, 20, 4; 21, 1 y notas. Doce tronos; en Luc 22, 28, no se fija el número
29 Véase Marc. 10, 30. Como se ve, estas recompensas extraordinarias no son prometidas, como a veces se cree, por toda obra de misericordia, sino para los que se entregan plenamente a Jesús, dentro de la vida religiosa o aún fuera de ella. Cf. Luc 18, 29 s
1 s El padre de familia, Dios, invita al apostolado en su viña. El día de trabajo es la vida; el denario, el reino de los cielos. Llama la atención el hecho de que todos reciban "el mismo salario", aún los últimos. Es que el reino de los cielos no puede dividirse, y su participación es siempre un don libérrimo de la infinita misericordia de Dios (Luc 8, 47; 15, 7)
12 El peso del día: El que así habla es como el de la parábola por las mismas que pensaba mal de su Señor y que por eso no pudo servirlo bien, porque no lo amaba (Luc 19, 21-23). El yugo de Jesús es "excelente" (11, 30) y los mandamientos del Padre "no son pesados" (I Juan 5, 3), sino dado para nuestra felicidad (Jer 7, 23) y como guías para nuestra seguridad (S 24, 8). El cristiano que sabe estar en la verdad frente a la apariencia, mentira y falsía que reina en este mundo tiranizado por Satanás, no cambiaría su posición por todas las potestades de la tierra. Esta parábola de los obreros de la viña nos enseña, pues, a pensar bien de Dios (Sab 1, 1). El obrero de la última hora pensó bien puesto que esperó mucho del El (cf. Luc 7, 47 y nota), y por eso recibió lo que esperaba (S 32, 22). Esto que parecería alta mística, no es sino lo elemental de la fe, pues no puede construirse vínculo alguno de padre a hijo si se empieza por considerarse peón y creer que su Padre le quiere explotar como a tal.
15 Nótese el contraste entre el modo de pensar de Dios y el de los hombres. Estos sólo valoran la duración del esfuerzo. Dios en cambio aprecia, más que todo, las disposiciones del corazón. De ahí que el pecador arrepentido encuentre siempre abierto el camino de la misericordia y del perdón en cualquier trance de su vida (Juan 5, 40; 6, 37)
16 Así: es decir, queda explicado lo que anticipó en 19, 30. Sin duda la Parábola señalaba la vocación de nosotros los gentiles, no menos ventajosas por tardía. En ella el Corazón de Dios se valió también de las faltas de unos y otros para compadecerse de todos (Rom 11, 30-36) y lo más asombroso aún es que igual cosa podamos aprovechar nosotros tras faltas que parecieran cerramos la puerta de la amistad con nuestro Padre. Véase Luc 7, 41 ss.; 15, 11 ss.; Rom 8, 28; Col 4, 5 y nota
20 ss. Los hijos de Zebedeo, los apóstoles Juan y Santiago el Mayor. La madre se llamaba Salomé El cáliz (v. 22) es el martirio, "Creía la mujer que Jesús reinaría inmediatamente después de la Resurrección y que El cumpliría en su primera venida lo que está prometido para la segunda" (S. Jerónimo). Cf. Hech. 1, 6 s. En realidad, ni la mujer ni los Doce podían tampoco pensar en la Resurrección, puesto que no habían entendido nada de lo que Jesús acababa de decirles en los vv. 31 ss., como se hace notar en Luc 18, 34. Véase 18, 32 y nota.


21 El le preguntó: "¿Qué deseas?" Contestóle ella: "Ordena que estos dos hijos míos se sienten, el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu reino." 22 Mas Jesús repuso diciendo: "No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz, que Yo he de beber?" Dijerónle: "Podemos". 23 El les dijo: "Mi cáliz, si, lo beberéis; pero el sentaros a mi derecha o a mi izquierda, no es cosa mía el darlo, sino para quieres estuviere preparado por mi Padre". 24 Cuando los diez oyeron esto, se enfadaron contra los dos hermanos. 25 Mas Jesús los llamó y dijo: "Los jefes de los pueblos, como sabéis, les hacen sentir su dominación, y los grandes su poder. 26 No será así entre vosotros, sino al contrario: entre vosotros el que quiera ser grande se hará el servidor vuestro, 27 y el que quiera ser el primero de vosotros ha de hacerse vuestro esclavo; 28 así como el Hijo del hombre vino, no para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos".
29 Cuando salieron de Jericó, le siguió una gran muchedumbre. 30 Y he ahí que dos ciegos, sentados junto al camino, oyendo que Jesús pasaba, se pusieron a gritar, diciendo: "Señor, ten piedad de nosotros, Hijo de David". 31 La gente les reprendía para que callasen, pero ellos gritaban más diciendo: "Señor, ten piedad de nosotros, Hijo de David". 32 Entonces Jesús, parándose los llamó y dijo: "¿Qué queréis que os haga?" 33 Le dijeron: "¡Señor, que se abran nuestros ojos!", 34 Y Jesús, teniendo compasión de ellos, les tocó los ojos, y al punto recobraron la vista, y le siguieron.

Capítulo XXI
1 Cuando se aproximaron a Jerusalén, y llegaron a Betfagé, junto al Monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, 2 diciéndoles: "Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y encontraréis una asna atada y un pollino con ella: desatadlos y traédmelos. 3 Y si alguno os dice algo, contestaréis que los necesita el Señor; y al punto los enviará". 4 Esto sucedió para que se cumpliese lo que había sido dicho por el profeta: 5 "Decid a la hija de Sión: He ahí que tu rey viene a ti, benigno y montado sobre una asna y un pollino, hijo de animal de yugo". 6 Los discípulos fueron pues, e hicieron como Jesús les había ordenado: 7 trajeron la asna y el pollino, pusieron sobre ellos sus mantos, y El se sentó encima. 8 Una inmensa multitud de gente extendía sus mantos sobre el camino, otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían por el camino. 9 Y las muchedumbres que marchaban delante de El, y las que le seguían, aclamaban, diciendo: "¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en lo más alto! 10 Y al entrar El en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y decían: "¿Quién es éste?" 11 Y las muchedumbre decían: "Este es Jesús, el profeta, de Nazaret de Galilea."
12 Y entró Jesús en el Templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el Templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían las palomas;

Comentarios
23. No es cosa mía. Véase expresiones semejantes en Marc 13, 23; Juan 14, 28; Hech 1, 7 y notas Cf. Juan 10, 30; 16, 15; 17, 10
25 Véase Luc 22, 25 y nota
26 ¡No será así entre vosotros! (cf. Marc 10, 42; Luc 22, 25 ss.). Admirable lección de apostolado es ésta, que concuerda con la de Luc 9, 50 (cf. la conducta de Moisés en Num 11.  26-29),  y nos enseña, ante todo, que no siendo nuestra misión como la del César (23, 17) no hemos de ser intolerantes ni querer imponer la fe a la fuerza por el hecho de ser una cosa buena (cf. Cant. 3, 5; II Cor. 1, 23; 6, 3 ss.; I Tes 2, 11; I Tim 3, 8; II Tim 2, 4; I Pedro 5, 2 s.; I Cor 4, 13, etc.). como que la semilla de la Palabra se da para sea libremente aceptada o rechazada (Mat 13, 3). Por eso los apóstoles, cuando no eran aceptados en un lugar debían retirarse a otro (10, 14 s y 12; Hech 13, 51; 18, 6) sin empeñarse en dar el pan a los perros" (7, 6). Pero al mismo tiempo, y sin duda sobre eso mismo, se nos enseña aquí el sublime poder del apostolado, que sin armas ni recursos humanos de ninguna especie (10, 9 s y nota), con la sola eficacia de las Palabras de Jesús y su gracia consigue que no ciertamente todos -porque el mundo está dado al Maligno (I Juan 5, 19) y Jesús no rogó por él (Juan 17, 9)- pero si la tierra que libremente acepta la semilla, de fruto al 30, 60, y al 100 por uno (13, 23; Hech 2, 41; 13, 48, etc.)
28 Al saber esto los que, siendo hombres miserables, tenemos quienes nos sirvan ¿no trataremos de hacérnoslo perdonar con la claridad hacia nuestros subordinados, usando ruegos en vez de órdenes y viendo en ellos, como en los pobres, la imagen envidiable del divino Sirviente? (Luc 22, 27). Nótese que esto, y sólo esto, es el remedio contra los odios que carcomen a la sociedad. En rescate por muchos, esto es, por todos. "Muchos" se usa a veces en este sentido más amplio. Cf. 24, 12; Marc 14, 24
1 Betfagé: Un pequeño pueblo situado entre Betania y Jerusalén. El Monte de los Olivos o "monte Olivete" está separado de Jerusalén por el valle del Cedrón
3 Los necesita: cf. Luc 19, 31 y nota
5 Sión se llamaba en la antigüedad la colina en que estaba el Templo. Hija de Sión: la ciudad de que Jerusalén. Notable cita de Is. 62, 11, en que se suprime el final de dicho v. y se añade en cambio el final de Zac 9, 9 en tanto que el final del primero es referido en Apoc. 22, 12. Cf, Is 40, 10 y nota.
9 Hosanna es una palabra hebrea que significa ¡ayúdanos (¡oh Dios1) y que se usaba para expresar el júbilo y la alegría. El término "Hijo de David" es auténticamente mesiánico. Véase 9, 27. Cf. Marc 11, 10; Luc 19, 38; Juan 12, 13. Como se ve, todos los evangelistas han registrado, usando expresiones complementarias, esta memorable escena en que se cumplió lo previsto en Dan 9, 25. Según los cálculos rectificados por el P Lagrange, ella ocurrió el 2 de abril del año 30, cumpliéndose así en esa profecía de Daniel la semana 69 (7 + 62) de años hasta la manifestación del "Cristo Príncipe", o sea 483 años proféticos, de 360 días (como los de Apoc 12, 6 y 14) -que equivalen exactamente a los 475 años corrientes según el calendario juliano- desde el edicto de Artajerjes 1º sobre la reconstrucción de Jerusalén (Neh 2, 1-8) dado en abril del 445 a. C.

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