domingo, 1 de julio de 2012

Génesis Cap VIII. 7-22; IX 1-9

7 y soltó un cuervo, el cual yendo salía y retornaba hasta que se secaron las aguas sobre la tierra. 8 Después soltó Noé una paloma, para ver si se habían retirado ya las aguas de la superficie terrestre 9 Mas como la paloma no hallase donde poner la planta de su pie, tornó hacia él, al arca, porque había todavía agua sobre la tierra; y alargando él su mano, la asió y metióla consigo en el arca. 10 Esperó otros siete días y soltó de nuevo la paloma fuera del arca 11 La paloma volvió a él al atardecer y he aquí que traía en su pico hoja verde de olivo, por donde conoció Noé que las aguas se habían retirado de la tierra. 12 Esperó todavía otros siete días y soltó la paloma, la cual no volvió más a él.
13 El años seiscientos uno, el día primero del primer mes, ya no había aguas sobre la tierra, y abriendo Noé la cubierta del arca miró y vio que estaba seca la superficie del suelo. 14 En el mes segundo, a los veintisiete días del mes, quedó seca la tierra. 15 Habló entonces Dios a Noé, y dijo 16 "Sal del arca, tú y contigo tu mujer, tus hijos y las mujeres de tus hijos. 17 Y sacarás contigo todos los animales de toda carne que te acompañan, aves, bestias y todos los reptiles que se arrastran en el suelo; pululen sobre la tierra y sean fecundos y se multipliquen sobre la tierra" 18 Salió, pues, Noé, y con él sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos. 19 Salieron también del arca, según sus especies, todos los animales, todos los reptiles y todas las aves, todo cuanto se mueve sobre la tierra.
20 Después erigió Noé un altar a Yahvé, y tomando de todos los animales puros, y de todas las aves puras, ofreció holocaustos en el altar 21 Al aspirar Yahvé el agradable olor dijo en su corazón: "No volveré a maldecir la tierra por causa del hombre, porque los deseos del corazón humano son malos desde su niñez, ni volveré a exterminar a todos los seres vivientes, como he hecho. 22 Mientras dure la tierra, no cesarán (de sucederse) sementera y siega, frío y calor, verano e invierno, día y noche"
Capítulo IX
1 Y bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo: "Creced y multiplicaos y llenad la tierra. 2 Tengan miedo y tiemblen ante vosotros todos los animales de la tierra, y todas las aves del cielo y todo lo que se arrastra sobre el suelo, y todos los peces del mar. En vuestra mano están puestos. 3 Todo lo que se mueve y tiene vida, os servirá de alimento. Como ya la hierba verde, así os lo entrego todo. 4 Pero no comeréis la carne con su vida, es decir, con su sangre. 5 Pues, en verdad, Yo pediré cuenta de vuestra sangre, para (protección) de vuestra vida; de mano de todo ser viviente la demandaré. De mano del hombre, de mano de su propio hermano, demandaré la vida del hombre. 6 Cualquiera que derramare sangre humana, por mano de hombre será derramada su sangre; porque a imagen de Dios hizo El al hombre. 7 Vosotros, pues, creced y multiplicaos; dilataos sobre la tierra y aumentaos en ella;"
8 Dijo Dios a Noé, y a sus hijos juntamente con él: 9 "He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestra descendencia después de vosotros;

Comentarios
7 Salía y retornaba: La Vulgata dice: Salió no volvió. Se ha probado que la Vulgata antigua traía un texto igual al hebreo, por lo cual la Comisión Pontificia, a cuyo cuidado está la revisión de la Vulgata, ha restaurado en este lugar la forma primitiva del texto.
11 "La paloma, dice S Buenaventura, volvió al arca, con un ramo de olivo en el pico. De igual modo, el alma que es semejante a la paloma, vuelve de nuevo al Señor, porque en él halla descanso" (Sermón del Sábado Santo). Desde entonces el ramo de olivo se toma como símbolo de la paz. Tanto la paloma como el aceite de olivo son también símbolos del Espíritu Santo, cuya obra pacificadora no debemos olvidar en esta primera reconciliación del género humano con Dios; pues la paz, es según S. Pablo "fruto del Espíritu" (Gal 5, 22). Sobre la actividad del Espíritu Santo en la creación véanse las notas a Gen 1, 1 y 2.
21 Malos desde su niñez: Alusión al pecado original. Mucho más que nosotros mismo conoce Dios el corazón humano, ese corazón falaz que hoy es bueno y mañana malo, y siempre flaco, porque lleva en sí la herencia del pecado de Adán. Aún los paganos conocían esa flaqueza innata, la cual el poeta Horacio ha caracterizado con las clásicas palabras: "Nitimur in vetitum semper cupimusque negata" (II Ep 1, 94). La inclinación de nuestra naturaleza corrompida nos lleva siempre a desear lo prohibido y seguir los movimientos desordenados que surgen de nuestro corazón, como confiesa humildemente el apóstol S, Pablo: "Ya no soy, pues. Yo quien lo hago, sino el pecado que habita en Mi" (Rom 7, 17). Con todo Dios no hará venir otro diluvio, pues nuestra misma naturaleza, tan débil y expuesta a peligras, provoca su misericordia. Cuanto más endebles somos nosotros, tanto mayor es su ternura y bondad (cf. S 53, 8 y nota). El diluvio es figura del juicio final, y también del bautismo (I Pedro 3, 21); el arca, figura de la Iglesia, "la cual nos hace felices mediante la madera" (de la cruz), dice S Agustín
1 Creced, etc.: es la renovación de la bendición que Dios otorgó a los protoparentes (1, 28) Cf. v. 7; 8, 17.
3 Fundándose en este versículo creen algunos expositores que antes del diluvio los hombres no comían carne y que Noé fue el primero en hacerlo después del diluvio. Citan en favor de su hipótesis lo que Dios había dicho a adán: "Ved que os doy toda planta, portadora de semilla sobre la tierra y todos los árboles, los cuales tienen en sí fruto de árbol con semilla, para que os sirva de alimento" (Gen 1, 29)
4 Carne con vida, o sea, sangre, pues la sangre se consideraba como asiento de la vida y la vida como propiedad de Dios, por lo cual el comer sangre era una suerte de sacrilegio. La prohibición de comer sangre fue también uno de los preceptos que los apóstoles, respetando las costumbres de los judíos convertidos al cristianismo, impusieron al menos transitoriamente, a los cristianos de la gentilidad (Hech. 15, 20). Más adelante se perdió el precepto, porque sólo había sido dado para los que estaban bajo la Ley Antigua.
5. La efusión de la sangre humana había de vengarse hasta en las bestias que fueran causa de la muerte de un hombre (vease Ex. 21, 28), porque el hombre es imagen y semejanza de Dios (Gén 1, 26)

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