domingo, 1 de julio de 2012

Génesis XXVI. 27-35; XXVII. 1-21


27 Isaac les dio: "¿Cómo es que venís a mí, vosotros que me odiáis y me habéis echado de entre vosotros?" 28 Contestaron ellos: "Hemos visto claramente que Yahvé está contigo; por lo cual nos dijimos: Haya un juramento entre nosotros, entre ti y nosotros. Pactaremos pues, alianza contigo, 29 de que no nos harás mal alguno, así como nosotros no te hemos tocado, pues no hemos hecho contigo sino bien, y te hemos despedido en paz. Tú eres ahora el bendito de Yahvé". 30 Entonces les dio un convite, y comieron y bebieron; 31 y levantándose muy de mañana juraron el uno al otro. Después les despidió Isaac, y se retiraron de él en paz. 32 Aquel mismo día vinieron los siervos de Isaac a darle la noticia del pozo que habían cavado, diciéndole: "Hemos hallado, agua." 33 Y llamólo Sebá. Por eso el nombre de aquella ciudad es Bersabee hasta el día de hoy
34 Cuando Esaú tenía cuarenta años, tomó por mujeres a Judit, hija de Beerí, heteo, y a Basemat, hija de Elón, heteo; 35 las cuales causaron a Isaac y Rebeca mucha amargura
Capítulo XXVII
1 Cuando Isaac era viejo y se le habían debilitado los ojos, de modo que ya no veía llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: "Hijo mío"; el cual le contestó: "Heme aquí" 2  Y dijo: "Mira, yo soy viejo, y no sé el día de mi muerte. 3 Toma, pues, ahora tus armas, tu aljaba y tu arco, y sal al campo, y cázame algo, 4 y prepárame un buen guiso, según mi gusto, y tráemele para comida, y mi alma te bendecirá antes de morirme.
5 Mas Rebeca estaba escuchando cuando Isaac hablaba a Esaú, su hijo; y cuando Esaú fue al campo a cazar una presa de caza para traérselo, 6 habló Rebeca con Jacob, su hijo, diciendo: "Mira, he oído a tu padre cómo hablando con Esaú tu hermano, le decía: 7 "Traéme caza, y hazme un buen guiso para comida, y te bendeciré delante de Yahvé antes de morirme." 8 Ahora bien, hijo mío, oye mi voz en lo que te mando. 9 Ve al rebaño, y traéme de allí dos buenos cabritos; y yo havé con ellos para tu padre un sabroso guiso como a él le gusta; 10 y se lo presentarás a tu padre, el cual lo comerá y te bendecirá antes de su muerte: "Mira que Esaú, mi hermano es hombre velludo, y yo lampiño. 12 Quizá me palpe mi padre; seré entonces a sus ojos como quien se burla de él y me acarrearé maldición, en lugar de bendición." 13 Replicóle su madre: "Sobre mí tu maldición, hijo mío; oye tan sólo mi voz, anda y tráemelos."
14 Fue, pues, a tomarlos y los trajo a su madre; e hizo su madre un sabroso guiso, como le gustaba a su padre. 15 Después tomó Rebeca vestidos de Esaú, su hijo mayor, los mejores que tenía en casa, y los vistió a Jacob, su hijo menor. 16 Y con las pieles de los cabritos le cubrió las manos y la parte lisa de su cuello. 17 Luego puso el guiso y el pan que había preparado, en manos de Jacob su hijo. 18 el cual entró donde estaba su padre, y le dijo: "Padre mío", a lo que éste respondió: "Heme aquí; ¿quién eres, hijo mío?" 19 "Yo soy tu primogénito Esau, dijo Jacob a su padre. He hecho como me dijiste; levántate, te ruego, siéntate, y come de mi caza, para que me bendiga tu alma." 20 Preguntó Isaac a su hijo: "¿Cómo es que has podido encontrarla tan pronto, hijo mío?" El cual respondió: "Porque Yahvé, tu Dios, me la puso delante." 21 Dijo entonces Isaac a Jacob. "Acércate, y te palparé, a ver si realmente eres o no mi hijo Esaú."

Comentarios
33 Seba designa en hebreo dos cosas: el número siete y juramento. Bersabee significa, pues, "Siete Pozos" o "Pozo del Juramento". Debe haber una relación mística entre los dos significados, puesto que siete es el número sagrado. Algunos creen que el número siete llegó al significado de juramento por la costumbre que se narra en 21, 30 s. Allí mismo se dice también que el nombre del pozo fue puesto por Abrahán y que los pastores filisteos cegaron los pozos del patriarca (v. 18), por lo cual Isaac lo abrió de nuevo y le restituyó el nombre que le había dado su padre
35. Judit y Basemat, las dos mujeres de Esaú, eran hijas de un pueblo pagano, y eso turbó en gran manera la armonía del hogar del patriarca. No se amoldaron como lo hiciera la dulce moabita que le dijo en su humildad: "Tu Dios será mi Dios" (Rut 1, 16), sino que veneraban a otros dioses, introduciendo así la idolatría en la casa patriarcal. Isaac y Rebeca llevaban con amargura esta división espiritual de su familia. Más tarde, demasiado tarde. Esaú quiso reparar el daño, tomando por mujer una sobrina suya (27, 8)
7 Te bendeciré delante de Yahvé: Se daba mucha importancia a la bendición paterna, a la que se consideraba como una bendición de Dios, y con razón pues la autoridad paterna es un reflejo de la autoridad del Padre celestial. Cf. Ecli, 3, 11: "La bendición del padre afirma las casas de los hijos".
10 Rebeca se consideraba autorizada para ese proceder, porque conocía el designio de Dios: "El mayor ha de servir al menor" (25, 23: cf. Malaq. 1, 2); sabía además que Esaú había vendido la primogenitura, demostrando con ello cuán poco le importaban los bienes espirituales
19 La maniobra de Jacob y Rebeca es gravemente pecaminosa, si los dos procedieron con pleno conocimiento del alcance de su acto, buscando solamente ventajas materiales. El aspecto cambia si ellos, inspirados en la profecía de Gén. 25, 23, o movidos por una voz interior, no vieron en sus actos sino el cumplimiento de la voluntad de Dios. "En este caso, más que a personas plenamente responsables de sus actos e impulsos, se tendría que ver en ellos actores puestos por Dios sobre el escenario, para cumplir, las acciones por El previstas y ordenadas. Teniendo en cuenta que la madre sabía por boca de Dios que "el mayor había de servir al menor" (25, 23), se llega a admitir la existencia de buena fe en la madre y en el hijo (Bierbaum. Piedras de escándalo en el Ant. Test., pag 134) Conocida es la palabra de S. Agustín, quien ve en este caso un misterio, y no una mentira. Y en verdad, prescindiendo de lo humano, todo este episodio es una sublime figura del misterio de la Redención, en virtud de la cual nosotros, sin derecho alguno, nos vestimos con los méritos de Jesús, nuestro hermano mayor, y nos apropiamos las bendiciones del Padre Celestial, como lo hizo Jacob con su padre. Así lo enseña San Pablo en Rom. 6, 3; Gal 3, 27; Col 2, 12, etc. Cf. la nota sobre el libre beneplácito de Dios en 25, 23

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