miércoles, 29 de agosto de 2012

Apocalipsis caps. 10, 11, 12


Capítulo X
1 Y vi a otro ángel poderoso que descendía del cielo, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza. Su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego. 2 Tenía en su mano un librito abierto, y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra; 3 y clamó con gran voz, como un león que ruge; y cuando hubo clamado, los siete truenos levantaron sus voces. 4 Y cuando hubieron hablado los siete truenos, iba yo a escribir; mas oí una voz del cielo que decía: "Sella lo que dijeron los siete truenos y no lo escribas." 5 Entonces el ángel que yo había visto de pie sobre el mar y sobre la tierra, alzó su mano derecha hacia el cielo, 6 y juró por Aquel que vive por los siglos de los siglos -que creó el cielo y cuanto hay en
él, y la tierra y cuanto hay en ella, y el mar y cuanto hay en él- que ya no habrá más tiempo, 7 sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él vaya a tocar la trompeta, el misterio de Dios quedará consumado según la buena nueva que El anunció a sus siervos los profetas.
8 La voz que yo había oído del cielo me habló otra vez y dijo: "Ve y toma el libro abierto en la mano del ángel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra." 9 Fui, pues, al ángel y le dije que me diera el librito. Y él me respondió: "Toma y cómelo; amargará tus entrañas, pero en tu boca será dulce como la miel." 10 tomé el librito de la mano del ángel y lo comí; y era en mi boca dulce como la miel, mas habiéndolo comido quedaron mis entrañas llenas de amargura.

Capítulo XI
1Fuéme dada una caña, semejante a una vara, y Se me dijo: "Levántate y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran allí." 2 Más el atrio exterior del templo déjalo fuera, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles, los cuales hollarán la Ciudad Santa durante cuarenta y dos meses. 3 Y daré a mis dos testigos que, vestidos de sacos, profeticen durante mil doscientos sesenta días. 4 Estos son los dos olivos y los dos candelabros que están en pie delante del Señor de la tierra. 5 Y si alguno quisiere hacerles daño, sale de la boca de ellos fuego que devora a sus enemigos. Y el que pretenda hacerles mal, ha de morir de esta manera. 6 Ellos tienen poder de cerrar el cielo para que no llueva durante los días en que ellos profeticen; tienen también potestad sobre las aguas, para convertirlas en sangre, y herir la tierra con toda suerte de plagas cuantas veces quisieren. "‛Y cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará guerra, los vencerá, y les quitará la vida. 8 Y
sus cadáveres (yacerán) en la plaza de la gran ciudad que se llama alegóricamente Sodoma y
Egipto, que es también el lugar donde el Señor de ellos fue crucificado. 9 Y gentes de los pueblos y tribus y, lenguas y naciones contemplarán sus cadáveres tres días y medio, y no permitirán que se dé sepultura a los cadáveres. 10 Y los habitantes de la tierra se regocijan a causa de ellos, hacen fiesta, y se mandarán regalos unos a otros, porque estos dos profetas fueron molestos a los moradores de a tierra. 11 Pero, al cabo de los tres días y medio, un espíritu de vida que venía de Dios, entró en ellos y se levantaron sobre sus pies, y cayó un gran temor sobre quienes los vieron.
12 Y oyeron una poderosa voz del cielo que les decía: "Subid acá." Y subieron al cielo en la nube, a la vista de sus enemigos. 13 En aquella hora se produjo un gran terremoto, se derrumbe la décima parte de la ciudad y fueron muertos en el terremoto siete mil nombres
de hombres; los demás, sobrecogidos de temor, dieron gloria al Dios, del cielo. 14 El segundo ay pasó; ved que el tercer ay viene pronto.
1 Y tocó la trompeta el séptimo ángel, y se dieron grandes voces en el cielo que decían: "El imperio del mundo ha pasado a nuestro Señor y a su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos." 16 Y los veinticuatro ancianos que delante de Dios se sientan en sus tronos, se postraron sobre sus rostros y adoraban a Dios, 17 diciendo: "Te agradecemos, Señor Dios Todopoderoso, que eres y que eras, por cuanto has asumido tu gran poder y has empezado a reinar. 18 Habíanse airado las naciones, pero vino la ira tuya y el tiempo para juzgar a los muertos y para dar galardón a tus siervos, los profetas, y a los santos y a los que temen tu Nombre, pequeños y grandes, y para perder a los que perdieron la tierra." 19 Entonces fue abierto el Templo de Dios, el que está en el cielo, y fue vista en su Templo el arca de su Alianza; y hubo relámpagos y voces y truenos y terremoto y pedrisco grande.

Capítulo XII
1 Y una gran señal apareció en el cielo: una mujer revestida del sol y con la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas, 2 la cual, hallándose encinta, gritaba con dolores de parto y en las angustias del alumbramiento. 3 Y vióse otra señal en el cielo y he aquí un gran dragón de color de fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas 4 Su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra. El dragón se colocó frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo luego que ella hubiese alumbrado. 5 Y ella dio a luz a un hijo varón, el que apacentará todas las naciones con cerro de hierro;. el hijo fue arrebatado para Dios y para el trono suyo. 6 Y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para que allí la sustenten durante mil doscientos sesenta días.
7 Y se hizo guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles pelearon contra el dragón; y peleaba el dragón y sus ángeles, 8 mas no prevalecieron, y no se halló más su lugar en el cielo. 9 Y fue precipitado el gran dragón, la serpiente antigua, que Se llama el Diablo y Satanás, el engañador del universo. Arrojado fue a la tierra, y con él fueron arrojados Sus ángeles. 10 Y oí una gran voz en el cielo que decía: "Ahora ha llegado la salvación, el poderío y el reinado de nuestro Dios y el imperio de su Cristo, porque ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.

Comentarios
1 Juan había sido raptado al cielo en 4, 2. Se considera que desde este momento está de nuevo en la tierra. Vemos que entre la sexta trompeta (9, 13) y la última (1I, IS) hay una interrupción en el Libro, como entre el 6º y el 7º sellos (6, 12 ss. y notas). Otro ángel poderoso: como el de 5, 2. Según observa Fillion. su aspecto recuerda el de Jesús transfigurado (I, 16; Mat. 17, 2), por donde se ve que no podría simbolizar a ningún personaje humano, cosa que no sucede nunca ni en el Apocalipsis ni en toda la Biblia (cf. I, 20 y nota), y que se confirma por toda su actitud en este capítulo (cf. v. 6s.). El que sea poderoso ha hecho pensar que pudiera tratarse de Gabriel, cuyo nombre significa fuerza de Dios.
3 s. Los truenos, que según la Biblia indican la voz de Dios (S. 28, l ss.;  Juan 12, 28 s.), suenan como para ratificar la autoridad del ángel, que tal vez se dirigió a ellos, pero además expresan algo inteligible, puesto que Juan se disponía a escribirlo (v. 4), según se le ordenó al principio (I, II y I9). La prohibición de hacerlo esta vez -cosa excepcional en todo el Apocalipsis (cf. I, 3; 22, 10; Dan. 12.,
y ,9) no le es dada por, la misma voz de los truenos, un por la del ángel, sino por una voz del cielo, la misma del v. 8. "¿Qué misterio encierra esta reserva absoluta, inesperada para los desaprensivos?".
5 s. Alzó su mano para jurar. No habrá más tiempo: o sea más plazo, pues va a terminar la presente dispensación temporal y a cumplirse los anuncios escatológicos de los profetas (v. 7). Cf. Luc. 21, 24.
7. El misterio de Dios quedará consumado: "Desde ahora Se sabe que el momento de la consumación será marcado por la séptima trompeta (3er. ay: 11, 15-19), que introduce todo el período final. Este período verá el advenimiento efectivo y reconocido de la soberanía divina. Satanás y sus agentes los Anticristos serán destruidos (11, 17-18)... Plan grandioso llamado, en razón de su carácter secreto, El misterio de Dios se halla en Ef. 1, 9-11 y Col. 2. 2 la misma expresión y concepción: el plan divino comporta la unificación de todas las cosas bajo el Cristo que las reúne (anakefalaiósastai)... La demora para ese final, fuertemente marcada aún en 6, 11 y 7, 1-3, desaparece ya" (Pirot). Sobre esto, que S. Pablo llama por antonomasia el misterio, véase Mat. 24, 14; Rom. 16, 25; Ef. 1, 1Ss.; 3, 1-12; Col. 1. 26; I Pedro 1, 10 ss. y las notas respectivas. Cf. Hech. 3, 20 s.; 15, 14 ss. y notas. Sobre la séptima trompeta cf. 11, 15,
8 ss. La voz del cielo: cf. v. 3. El libro en el v. 2 es llamado librito. Comer el libro recuerda a Ez. 2, 8 s ; 3, 1 y simboliza que el Apóstol ha de enterarse por completo de su contenido. Su gusto dulce (cf. Jer. 15, 16) y luego amargo, significa la dulzura de la divina Palabra y el horror del santo Apóstol al contemplar en espíritu, como en 17, 6 y como Jesús en Getsemaní, los abismos de la apostasía y sus castigos. Scîo ve en este libro el Evangelio que hubiese de ser predicado de nuevo (v. 11) con la buena nueva del Reino, precisamente antes de la consumación mencionada en el .v. 7 (Mat. 24, 14). Los modernos ven más bien las profecías que siguen desde la séptima trompeta (cf. 11, 15, etc.), lo cual en definitiva es un desarrollo de lo anunciado por Jesús en sus predicaciones escatológicas. Pirot considera, en este sentido. que e1 librito debe Comprender las visiones que siguen y "que tienen el color político: de los caps. 11 a 20; en particular los reyes aludidos no pueden ser sino los de 17. .10 y 12".
11. Es menester que profetices de nuevo: Apoyados en este texto, en Juan 21, 22 s. y en Mat. 16, 28, creían algunos que S. Juan el Apóstol y Evangelista no había muerto todavía y que vendría personalmente, como los dos testigos del cap. 11, para predicar y morir. Así S. Hilario, S. Ambrosio, S. Gregorio Nacianceno, S. Francisco de Sales, etc, Si bien 1os teólogos modernos no atribuyen mayor importancia a esta interpretación, algunos autores piensan, como Nácar­Colunga, que: "Esta nueva profecía mira a las naciones y a Israel mismo, que deben sufrir un juicio divino antes de cumplirse el misterio de Dios o sea el misterio del Mesías". Por su parte González Maeso da por seguro que si San Juan no viene personalmente a cumplir esa predicción, su profecía será entonces leída en todos los pueblos y naciones para dar cumplimiento a la promesa divina". Véase 14, 6 y nota.

1 Fillion inicia el comentario de este capítulo haciendo notar que "es en él donde hallamos indicada la suerte que espera al pueblo judío" y observa que la mención del Templo de Dios (v. 2) nos muestra al Templo de Jerusalén y la operación de medir recuerda
la de Ezequiel (cf. Ez. 40, 3ss.; 41, 13; 42 16), siendo de notar que no puede tratarse del Templo histórico, pues éste había sido destruido por los Romanos el año 70, es decir, casi treinta años antes que S. Juan escribiera el Apocalipsis. "El Templo de Dios, que hasta ahora era el templo celestial se aplica al templo de Jerusalén (v. 1); esta ciudad es llamada la Ciudad Santa (v. 2), expresión que designa a la Jerusalén celestial en 21, 2 y 10; 22, 19; así mismo se llama a Jerusalén la gran ciudad (v. 8), designación técnica de Roma (16, 19; 17, 18; 18, 10); en fin, los habitantes de la tierra (v. 10) son los Palestinos, en tanto que la expresión se aplica de ordinario al conjunto de los gentiles" (Pirot). Una caña: cf. 21, 15; Zac. 2, 2.
2. A los gentiles: Así lo anuncia Jesús en Luc. 21, 24, añadiendo que ello será hasta que el tiempo de los gentiles sea cumplido. Cuarenta y dos meses, espacio que corresponde a los 1.260 días del v. 3 y de 12, 6; a los tres tiempos (años) y medio de 12, 14 y a los cuarenta y dos meses de 13, S (cf. v. 6 y nota). Buzy, citando a Dan. 9, 27, hace notar que este hecho pertenece a la última semana de Daniel, Gelin observa igualmente que el texto viene de Dan. 7, 25 y 12, 7. Cf. Dan. 12, 11 y 12.
3. Los intérpretes antiguos ven en los dos testigos a Elías y a Enoc, que habrían de venir para predicar el arrepentimiento (cf. Ecli. 44, 16; 48, 10; 49, 16 y notas), Hoy se piensa más bien en Moisés y Elías (Simón-Prado), los dos testigos de la Transfiguración (Marc. 9, 1ss. y notas) que representan "la Ley y los Profetas"; y es evidente la semejanza que por sus actos tienen con aquéllos estos dos testigos (v. 5 s. y notas), siendo de notar que Moisés, según una leyenda judía que trae Josefo, habría sido arrebatado en una nube en el monte de Abar. Por otra parte, y sin perjuicio de lo anterior, Bossuet ve en los dos testigos la autoridad religiosa y la civil y en tal sentido es también evidente la relación que ellos tienen con los dos olivos" de Zacarías, que son el príncipe Zorobabel y el sacerdote Jesús ben Jotedec (véase Zac. 4, 3 y 11s.; Ecli. 49, 13 ss. y notas). Ello podria coincidir con los mucbos vaticinios particulares sobre el "gran monarca" que lucharía contra el Anticristo de consuno con la autoridad espiritual, ya que también las dos Bestias del Apocalipsis presentan ambos aspectos: el político en la Bestia del mar (13, 11 ss.) y el religioso en el falso profeta que se pondrá a su Servicio (13, 11 ss.).
4. Los dos olivos: alusión evidente a Zac. 4. Véase la nota anterior.
5. Alusión a Elías (IV Rey, 1, 10 1 12).
6. Alude igualmente a Elías, en cuyo tiempo no hubo lluvia (III Rey. 17, Dé a Moisés que convirtió el agua del Nilo en sangre ( Ex. 7, 19). Algunos han pensado sin embargo que Moisés y Elías son más bien las dos alas referidas en 12, 14. Con respecto al primero, dice un autor que la cifra de tres años y medio (los 42 meses del v. 2) "ha tomado 1a significación alegórica de tiempo de crisis, sentido de tal modo tradicional que Sant. 5, 17 y Luc. 4, 25 se sirvieron de él para señalarla duración de una sequia que en realidad) no duró sino tres años". Notemos que el texto que narra el fin de aquella sequia en III Rey. 18, 1 se armoniza muy bien con los citados, si se entiende. según la versión más exacta, que Dios ordenó la lluvia "pasados ya muchos días del año tercero" o sea cuando estaban muy excedidos los tres años. Así lo entendieron sin duda tanto Jesús como el Apóstol Santiago al hablar de este episodio en los citados pasajes.
7. La bestia que sube del abismo simboliza al Anticristo y su aparición se anticipa aquí pues sólo se tratara de ella en el cap. 13. Ello muestra de nuevo que dicho capitulo se vincula cronológicamente al presente.
8. En la plaza: más exacto que en la: plazas (Vulgata). Sodoma y Egipto, figuras del mundo enemigo de Dios, son aquí nombres dados a esa Jerusalén pisoteada (v. 2). Véase Is. 1, 10; Jer. 23, 14; Ez. 16. 46.
10. El mundo, adulado por sus falsos profetas, se llena de júbilo creyendo verse libre de aquellos santos cuyos anuncios no podía soportar (cf. Juan 7, 7; 15, 18 ss.). Pronto se verá su error, como lo demuestran las plagas que siguen.
13. Dieron gloria: cf. 14, 7 y 16. 9. Contraste con 9, 20 S."Se admite bastante comúnmente que este rasgo anuncia la conversión futura de los judíos, predicha de igual modo por S. Pablo en Rom, 11, 25 ss. En el Nuevo Testamento el titulo de Dios del cielo no aparece más que aquí y en 16, 11. Cf. Dan- 2. 18 y 44" (Fillion). Véase 7, 2ss. y nota.
14. Sobre los tres ayes véase 8, 13 y nota. Después de la intercalación que separa como siempre las unidades 6º y 7º de cada serie (cf. 10, 1 Y nota) sigue aquí el relato interrumpido en 9, 21, Ahora, ¿dice Pirot, "va a realizarse el misterio de Dios (cf. 10, 7), su soberanía efectiva y la del Cristo que de antemano se ha visto como cumplida".
15. Cf. 9, 13; 10, 7 y nota. Ante el reino de Cristo que llega, los cielos prorrumpen en júbilo. Muchos expositores creen que aquí se trata del triunfo de Jesús sobre el Anticristo (cf. 19, 11•20) a quien Él matará "con el aliento de su boca y con el resplandor de su venida" (II Tes. 2, 8). Es decir, que este v, es el antípoda de Juan 14, 30, donde Jesús declaró que el príncipe de este mundo es Satanás (cf. Juan 18, 36). Entonces, después de la muerte del Anticristo, como comentan al unos SS. PP. e intérpretes, se convertirán los judíos, "no habiendo más obstáculo al establecimiento del reino completo de Dios y de Cristo sobre el mundo" (Fillion). Cf. Dan. 7, 14 y nota. Pirot señala como característica del estilo apocalíptico la falta de esperanza en el "siglo presente" para refugiarse en el "siglo futuro". Podría extenderse esta característica a todos los escritos del Nuevo Testamento, siendo evidente que tener esperanza significa no estar conforme con lo presente (cf. Gál. 1, 4 y nota), pues quien está satisfecho con lo actual se arraiga aquí abajo (cf. Jer. 35. 10) y no desea que venga Cristo (22, 20). Lo que se teme no se espera. dice S. Pablo (Rom. 8, 24), Y de ahí que a los mundanos parezca pesimista el Evangelio no obstante sus maravillosas promesas eternas, como aquellos "que no pueden perdonarle a Cristo que haya anunciado la cizaña hasta el fin (Mat. 13. 30 y 39 ss.) en vez de traer un mensaje de perfección definitiva en esta vida" (cf. Luc. 18, 8) He aquí una piedra de toque para que probemos la realidad de nuestra propia fe (cf I Pedro 1, 7), sin la cual ella puede degenerar en una simple costumbre, tal vez con apariencia de piedad (II Tim. 5, 3). pero sin carácter sobrenatural. según lo que reprochó Jesús a Pedro y a los discípulos aun después de su Resurrección (Mat, 16, 23: Luc. 24, 25). La esperanza del Mesías, dice el Conc. Trid., no es menos para nosotros que para el antiguo Israel. Si ahora tuviésemos la plenitud, no viviríamos de esa esperanza. Pasajes como éste, llenos de espíritu de alegría, de esperanza y amor, abundan en el Apocalipsis y nos muestran una vez más (cf. introducción a Isaías) que los libros proféticos no son fríos anuncios de sucesos futuros -lo que ya bastaría para darles extraordinario , interés-, sino también precioso alimento de nuestra vida espiritual. Comprendemos entonces que esta lectura su llamada una bienaventuranza. Cf. 1, 3 y nota.
16. Sobre los ancianos véase 4, 4 ss.
17. La Vulgata añade: Y que has de venir, palabras que el original griego no contiene ni aquí ni en 16, 5, lo cual se explica porque, como observan los comentadores, el advenimiento se da por realizado ya.
18. Habíanse airado las naciones: eco retrospectivo del S. 2, 1. Fillion lo compara con S. 98, 1, en el cual se ve la ira de los enemigos del pueblo de Dios. Los capítulos que siguen muestran las plagas que caerán sobre ellos.
19. El arca de su alianza, oculta a los ojos de los mortales en el Templo de Jerusalén, Se manifestará a todos (15, 5), lo cual significa el triunfo final del Cordero que fue inmolado y que ahora será el León de Judá (5, 5). y los bienes provenientes de este triunfo cuya descripción se hará en los capítulos siguientes. Los terribles cuadros que van desfilando ante nuestros ojos, son otros tantos motivos de fe, amor y esperanza para los que tienen sus ojos fijos en Aquel que esta simbolizado en el Arca del Testamento. Sobre ella, véase Ex. 41, 26 y nota. "Ella figuraba, dice Fillion, el trono del Señor en medio de su pueblo. Su aparición súbita, en el momento en que acaba de comenzar el Reino eterno de Dios, es muy, significativa: la alianza está consumada para siempre entre el Rey celestial y su pueblo." Hubo relámpagos, etc., como sucede paralelamente al final de los sellos (8, 5) y de las copas (16, 18).

1 ss. "La mujer de las doce estrellas aparece en el cielo como una señal, es decir, una realidad prodigiosa y misteriosa.. . Esta personificación de la comunidad teocrática era como tradicional (Os. 2, 19•20; Jet. 3. 6,l0; Ez. 16. 8) Y la imagen de Sión en trance de alumbramiento no era desconocida del judaísmo (Is. 66, 8). La maternidad mesiánica afirmada aquí (vv. 2 y 5) lo es también en IV Esdr. 9. 43 ss.; 10, 44 ss." (Pirot). Sobre su frecuente aplicación a la Iglesia. dice Sales que en tal caso "la palabra Iglesia debe ser tomada en su sentido más lato, de modo que comprenda ya sea el Antiguo, ya el Nuevo Testamento". Algunos restringen este simbolismo a Israel que se salva según el capitulo anterior (11, 1, 13 y 19; cf. 7. 2ss. y nota), considerando que las doce estrellas son las doce tribus, según Gén. 37. °. Gelin dice a este respecto que "en cuanto refugiada en el desierto (v. 6 y 1446) la mujer no puede ser sino la comunidad judío•cristiana", pero no precisa si es la que se convierte al principio de nuestra era (cf. Rom. 9, 27; Ga!. 6, 16) o al fin de ella (Rom. 11,25 ss.). Cf, Miq. 5, 3 ss. En cuanto a la Iglesia en el sentido de Cuerpo Místico, ¿cómo explicar que ella diese a la luz al que es su Cabeza (Col 1, 18), cuando a la inversa, se dice nacida del costado del nuevo Adán (Juan 19, 34; Rom 5, 14) como Eva del antiguo (Gen 3, 20)? Ni siquiera podría decirse de ella como se dice de Israel, que convirtiéndose a Cristo podría darlo a luz "espiritualmente" como antes lo dio a luz según la carne (Rom 9, 5), pues la Iglesia es Cuerpo de Cristo precisamente por la fe con que está unida a Él. Por otra parte, el misterio es más complejo aún si consideramos que empieza como una señal en el cielo (v. 1), o sea, fuera del espacio y también del tiempo (lo cual parece brindar amplio horizonte a la interpretación), mas luego vemos que el dragón, que también estaba en el cielo (vv. 3 y 7), es precipitado a la tierra (vv. 9 s. y 12) y sin embargo aún persigue a la mujer (v. 13) y ella huye al desierto (v. 14) dándose así a entender que también ella estaba entonces en la tierra, y aún que el parto había sido ya aquí, pues que el Hijo es arrebatado hacia Dios (v. 5) y ella había huido al desierto ya en v. 6. la Liturgia y muchos escritores patrísticos emplean este pasaje en relación con la Santísima Virgen, pero es sólo en sentido acomodaticio, pues "la mención de los dolores de parto se opone a que se vea aquí una referencia a la Virgen María", la cual dio a luz sin detrimento de su virginidad. Puede recordarse también la misteriosa profecía del Protoevangelio (Gen 3. 15 s.), donde se muestra ya el conflicto de este capítulo entre ambas descendencias (cf. Mart 3, 7; 13, 38; 8, 44; Miq 5, 3; Rom 16, 20; col 2, 15; Hebr 2, 14) y se anuncian dolores de parto como aquí (v. 2; Gén 3, 16), lo cual parecería extender el símbolo de esta mujer a toda la humanidad redimida por Cristo, concepto que algunos aplican también a las Bodas de 19, 6 ss. que interpretan en sentido lato considerando derribado el muro de separación con Israel (Ef 2, 14). Planteamos estas observaciones como materiales de investigación para que ahonden en ella los estudiosos (cf. Juan 21, 25 y nota) hasta que el divino Espíritu quiera descubrirnos plenamente este escondido misterio, que es grande pues de él depende quizá la solución de muchos otros. Dice un autor moderno que en nuestro tiempo hay mayores luces bíblicas que en otros. Un tiempo así está anunciado en Dan 12. 3-4. ¿Será el nuestro? (cf. 3, 8 y nota)
3. El dragón, llamado serpiente en el v. 14, es el mismo Satanás (vv. 7 y 10; 20, 2). ¡Siete diademas! Ellas indican, dice Fillion, su autoridad real. Son las que le corresponden como príncipe de este mundo (Luc. 4, SSs.C Juan 14, 30). Pero muchas más tendrá Jesús el día de su triunfo (19, 12).
4. Estas estrellas ¿son los ángeles malos? No lo parece, pues éstos están aún en el cielo en el v. 7. El dragón, como rival, anhela destruir los planes de Dios desde Gén. 3, 15. Cf. I Pedr. S, 8; Mat. 16,18.
S. Fillion, recordando a Primasio, explica que se trata de un nacimiento espiritual y señala que la mención del cetro de hierro alude a 2.27; 19. 15; S, 2, 9, por lo cual "el recién nacido no es el Cristo en su humillación tal como apareció en Belén. Sino el Mesías Omnipotente y rey del mundo, entero" (11,15 ss.). Su arrebato "para Dios y para el trono suyo" parece encerrar los misterio; que se describen en S. 109, Isa. y Dan. 7, 13 ss., O sea los de 1: glorificación de Cristo, tanto a la diestra del Padre cuanto en su triunfo final a la vista de las naciones (cf. 5, 7 y nota; S. 44, 71. 95­98, etc.), Los que ven en la mujer a Israel, como esposa repudiada y perdonada de Yahvé (Is. 54, lss.), sostienen que ella dará a luz espiritualmente a Cristo el día de su conversión (cf. 11, l3) después de haberlo dado a luz prematuramente, sin estar preparada para recibirlo, cuando "Él vino a su propia casa y los suyos no lo recibieron" (Juan 1, 11). Cf. Is. 66, 7s.; Miq. 5, 2,
6. Véase v. 14 y 11, 2 y 3, donde este mismo tiempo es expresado en días y en meses. Cf. Is. 26,20; Os. 2, l4.
7. Como dice Mons. Ballester Nieto, "esta batalla no se ha de entender la misma que narra S. Pedro (II, 2, 4) que hubo en el cielo cuando la defección de Lucifer, sino una batalla que habrá en los últimos tiempos". Entretanto el dragón (cf. v. l0 y nota) espera el momento (Is. 27, 1; Judas 6), pues "según el principio apocalíptico de retorno a los orígenes (cf. 2, 7 y nota) la lucha primordial se repetirá en los tiempos finales" (Pirot). Cf. Mat. 19, 28; Hech. 3. 21; Ef. 1, 10. A este respecto Iglesias hace notar que "todos los intentos de Satanás Serán arruinar a Cristo y su obra. Toda. la vida de la Iglesia será sufrir los dolores que necesita sufrir para que los tiempos mesiánicos traigan a los hombres la paz de Cristo en el reino de Crisîo". "Miguøl, en hebreo Mi-ku-El (¡quíén como Dios !), uno de los principales ángeles, probablemente uno dé los siete que están delante del trono de Dios (cf. 1. 4 y nota); es llamado arcángel en judas 9; Daniel lo llama "uno de los principales jefes" (Dan. 10, 13) y dice que está especialmente encargado de los intereses del pueblo de Israel (Dan. 10, 21; 12, 1)" (Crampon).   20, 1; I Tes. 4, 16 Y notas.
10. Ha llegado lo salvación: En el N. T., como en el Antiguo, se entiende por Salvación no el día de la muerte de cada uno, sino el día de la glorificación que recibirá Cristo ante las naciones y ante Israel (Luc. 2l, 28; Rom, 8, 23). Lo mismo se dice aquí de su poderío (como en 11, 25; 19, 6, etc.) en que se cumplirá la promesa del S, 109. 3, pues Él está ahora como Sacerdote del "Santuario celestial intercediendo por nosotros (Rom. 8, —34; Hebr. 7, 24 S.; 8, 1ss.) "aguardando lo que resta" para el momento que aquí describe S. juan (Hebr. 10. 12 S.; 2, 8). Acusador: Satán significa, en hebreo, acusador o calumniador, Lo mismo significa en griego la voz diablo; De nuestros hermanos: (Miq. 5, 2; cf. Mat. 25, 40). Fillion hace notar que el ejemplo del indicativo presente en el griego señala un hecho perpetuo. Sobre este hecho véase I Par. 21, 1-2; Job 1, 6ss.; 2, 1 ss.; Zac, 3. 1s., etc. Es notable que el espíritu del mal no tenga en ningún idioma nombre sustantivo sino adjetivo, a la inversa de Dios, cuyo nombre es Yahvé el sustantivo por antonomasia. o sea "Él que es" (Ex, 3, .14). Es que el espíritu maligno es "el que no es"; quiere decir que no es un principio del mal que exista por sí mismo y que pueda hacer frente a Dios (como Abrimán a Ormuzd en la religión persa de Zoroastro), Sino una simple creatura rebelde a su creador. Cf. Judas 9; Zac 3, 2; Is. 14; Ez 28, 11 ss. y notas) El misterio del gran poder de Satanás está en que el hombre se le entregó voluntariamente prefiriendo pertenecer a él antes que a Dios (cf. Sab 2, 24 y nota)
11. Notemos las dos armas que dan el triunfo: la Sangre del Cordero y su Palabra. Cf. Mat. 4, 10 y nota.
12. Comienza el tercer ay. Las asechanzas de los poderes infernales crecerán, pues, y este lamento final recuerda la advertencia de 8, 13. La esencia de la historia se sintetiza durante todos los siglos en el combate que el dragón desencadena, para destruir la obra de Cristo, pues desde antiguo está obrando el misterio de la iniquidad (II Ten. 2, 7). Pero ahora es arrojado a la tierra (v. 9) Y multiplicará su furor porque queda poco tiempo antes de su encierro (20, 2s.), preludio de su derrota final también decidida (20, 9). Nos lo muestra el himno triunfal que aquí entonan los moradores del cielo (cf. 4. 8-11), en primer lugar sin duda las almas que alii clamaban en 6, 10. Dedúcese de aquí una verdad que nuestra pobre carne nos hace olvidar cada día: Si el incremento del mal en la tierra es condición indispensable y preanuncio de que te acerca la venida del Señor (II Tes. 2, 3; Mat. 24, 24; Luc. 17, 26•30; 18, 8, etc.). el espíritu, lejos de turbarse y dejarse engañar (Mat. 24, 5•6). debe alegrarse ante la dichosa esperanza que se acerca (Tito 2, 13).
13 s. Cf. v. 6 y nota. "No se trata de una segunda huida de la mujer al desierto. Los vv. 13 y 14 vuelven a tomar el v. 6 y lo desarrollan" (Buzy) Le da alas del águila grande: Símbolo de la protección divina (ef, Ex. 19, 4; Is. 40, 31), Algunos piensan que las dos alas, que se dan por conocidas, son dos personajes, probablemente Moisés y Elías, que representan la Ley y los Profetas. Cf. 11, 3; Os. 11,
11. AI desierto, C . Us. 2. 14-20; 3, 5: 6, 1-3. Fundados en estos textos de Oseas, que era un profeta del reino de Israel, algunos dicen que podría haber en esta mujer una alusión especial a esas diez tribus de la diáspora, que no habían conocido a Jesucristo porque cuando. Él vino estaban ausentes por su cautiverio en Asiria (IV Rey_ 17, 6). Cf. v. 19; 16.l2; Is. 54. 1; Ez_ 37. 19 ss.; Juan 10. 16; IV Esdr. 13, 39 ss. Por un tiempo, etc. Serían tres años y medio, el mismo lapso que se halla en el v. 6 y en 11, 2 y 13, 5. Fillion observa que la expresión es tomada de Dan. 7, 25 y que su sentido es: "hasta la Parusía de Cristo". Cf, Dan. 12, 7.
17. Cf. 13, 10; 14, 12, 18, 10. Mark cita aquí Gên. 3. 5 y Fillion ve asimismo una evidente alusión a dicho texto. La persecución se extendería, a todos los santos (3. 7),
18. Apostóse: algunas fuentes griegas dicen apostéme.

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