miércoles, 29 de agosto de 2012

Apocalipsis caps. 16, 17, 18


Capítulo XVI
1 Oí una gran voz procedente del templo que decía a los siete ángeles: "Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios." 2 Fue el primero y derramó su copa sobre la tierra y se
produjo una úlcera horrible y maligna en los hombres que tenían la marca de la bestia y adoraban su estatua. 3 Y el segundo derramó su copa sobre el mar, el cual se convirtió en sangre como la de un muerto, y todo ser viviente en el mar murió. 4 El tercero derramó su copa en los ríos Y en las fuentes de las aguas y se convirtieron en sangre. 5 Y oí decir al ángel de las aguas: "justo eres, oh Tú que eres y que eras, oh Santo, en haber hecho este juicio. 6 Porque sangre de Santos y profetas derramaron, y sangre les has dado a beber: lo merecen." 7 Y oí al altar que decía: "Sí, Señor, Dios Todopoderoso, fieles y justos son tus juicios." 8 El cuarto derramó su copa sobre el Sol, al cual fue dado abrasar a los hombres por su fuego. 9 Y abrasáronse los hombres con grandes ardores, y blasfemaron del Nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas; mas no se arrepintieron para darle gloria a Él. 10 EI quinto derramó su copa sobre el trono de la bestia, y el reino de ella se cubrió de tinieblas, y se mordían de dolor las lenguas. 11 Y blasfemaron del Dios del cielo, a causa de sus dolores y de sus úlceras, pero no se arrepintieron de sus obras. 12 EI sexto derramó su copa sobre el gran río Eufrates, y secóse su agua, para que estuviese expedito el camino a los reyes del oriente.
13 Y vi cómo de la boca del dragón y de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta salían tres espíritus inmundos en figura de ranas. 14 Son espíritus de demonios que obran prodigios y van a los reyes de todo el orbe a juntarlos para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso. 15 -He aquí que vengo como ladrón. Dichoso el que vela y guarda sus vestidos, para no tener que andar desnudo y mostrar su vergüenza-. 16 Y los congregaron en el lugar que en hebreo se llama Harmagedón.
17 EI séptimo (ángel) derramó su copa en el aire, y salió una poderosa voz de templo, desde el trono [en el cielo] que decía: "Hecho está." 18 Y hubo relámpagos y voces y truenos, y se produjo un gran terremoto cual nunca lo hubo desde que hay hombres sobre la tierra. Así fue de grande este poderoso terremoto. 19 Y la gran ciudad fue dividida en tres partes, y las ciudades de los gentiles cayeron, y Babilonia la grande fue recordada delante de Dios, para darle el cáliz del vino de su furiosa ira. 20 Y desaparecieron todas las islas, y no hubo más montañas. 21 Y cayó del cielo sobre los hombres granizo del tamaño de un talento; y los hombres blasfemaron de Dios por la plaga del granizo, porque esta plaga fue sobremanera
grande.

CAPÍTULO XVII
1 Y vino uno de los siete ángeles que tenían las Siete copas y habló conmigo diciendo: "Ven acá; te mostraré el juicio de la ramera grande, la que está sentada sobre muchas aguas; 2 con la que han fornicado los reyes de la tierra, embriagándose los moradores de la tierra con el vino de su prostitución." 3 Y me llevó a un desierto en espíritu; y vi a un mujer sentada sobre una bestia purpúrea, repleta de nombres de blasfemias, que tenía siete cabezas y diez cuernos. 4 La mujer estaba vestida de purpura y escarlata, y cubierta de oro y piedras preciosas y perlas, y llevaba en Su mano (por una parte) un cáliz de oro lleno de abominaciones y (por otra) las inmundicias de su fornicación. 5 Escrito sobre su frente tenía un nombre, un misterio: "Babilonia la grande, la madre de los fornicarios y de las abominaciones de la tierra"
6 Y vi a la mujer ebria de la sangre de los santos y de la sangre de los testigos de Jesús; y al verla me sorprendí con sumo estupor.
7 Mas el ángel me dijo: "¿Por qué te has asombrado? Yo te diré el misterio de la mujer y de la
bestia que la lleva, la que tiene las siete cabezas y los diez cuernos. 8 La bestia que has visto era y ahora no es; está para subir del abismo y va a su perdición. Y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida desde la creación del mundo, se llenarán de admiración cuando vean que la bestia, que era y ahora no es, reaparecerá. 9 Esto para la mente que tiene sabiduría: las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales la mujer tiene sede. 10 Son también Siete reyes: los cinco cayeron, el uno es, el otro aún no ha venido; y cuando venga, poco ha de durar. 11 Y la bestia que era y no es, es él, el octavo, y es de los siete, y va a perdición. 12 Y los diez cuernos que viste son diez reyes que aún no han recibido reino, mas con la bestia recibirán potestad como reyes por espacio de una hora. 13 Estos tienen un solo propósito: dar su poder y autoridad a la bestia. 14 Estos guerrearan con el Cordero. y el Cordero los vencerá, porque es Señor de señores y Rey de reyes; y (vencerán) también los suyos, los llamados y escogidos y fieles." 15 Díjome aún: "Las aguas que viste, sobre las cuales tiene Su sede la ramera, son pueblos y muchedumbres y naciones y lenguas. 16 Y los diez cuernos que viste, así como la bestia, aborrecerán ellos mismos a la ramera, la dejarán desolada y desnuda, comerán sus carnes y la abrasarán en fuego. 17 Porque Dios ha puesto en sus corazones hacer lo que a Él le plugo: ejecutar un solo designio: dar la autoridad de ellos a la bestia, hasta que las palabras de Dios se hayan cumplido. 18 Y la mujer que has visto es aquella ciudad, la grande, la, que tiene imperio Sobre los reyes de la tierra.

Capítulo XVIII
1 Después de esto vi cómo bajaba del cielo otro ángel que tenía gran poder, y con su gloria se iluminó la tierra. 2 Y clamó con gran voz diciendo: "Ha caído, ha caído Babilonia la grande, y ha venido a ser albergue de demonios y refugio de todo espíritu inmundo y refugio de toda ave impura y aborrecible. 3 Porque del vino de su furiosa fornicación bebieron todas las naciones; con ella fornicaron los reyes de la tierra y con el poder de su lujo Se enriquecieron los mercaderes de la tierra."
4 Oí otra voz venida del cielo que decía: "Salid de ella, pueblo mío, para no ser solidario de sus pecados y no participar en sus plagas; 5 pues sus pecados se han acumulado hasta el ciclo, y Dios se ha acordado de sus iniquidades. 6 Pagadle como ella ha pagado; retribuidle el doble conforme a sus obras; en la copa que mezcló, mezcladle doblado. 7 Cuanto se glorificó a sí misma y vivió en lujo, otro tanto dadle de tormento y de luto, porque ella dice en su corazón: "Como reina estoy sentada y no soy viuda y jamás veré duelo." 8 Por tanto, en un solo día
vendrán sus plagas: muerte y luto y hambre; y será abrasada en fuego, porque fuerte Señor es el Dios que la ha juzgado."
9 Al ver el humo de su incendio llorarán y se lamentarán sobre ella los reyes de la tierra, que con ella vivieron en la fornicación y en el lujo. 10 Manteniéndose lejos por miedo al tormento de ella, dirán: "¡Ay, ay de la ciudad grande de Babilonia, la ciudad poderosa porque en una sola hora vino tu juicio!" 11 También los traficantes de la tierra lloran y hacen luto sobre ella, porque nadie compra más sus cargamentos: 12 cargamentos de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas, de fino lino, de púrpura, de seda y de escarlata, y toda clase de madera olorosa, toda suerte de objetos de marfil y todo utensilio de madera preciosísima, de bronce, de hierro y de mármol13 y canela, especies aromáticas, perfumes, mirra, incienso, vino y aceite, flor de harina y trigo, vacas y ovejas, caballos y carruajes, cuerpos y almas de hombres. 14 Los frutos que eran el deleite de tu alma se han apartado de ti; todas las cosas delicadas y espléndidas se acabaron para ti, y no serán halladas jamás. 15 Los mercaderes de estas cosas, que se enriquecieron a costa de ella, se pondrán a lo lejos, por miedo a su tormento, llorando y lamentándose, 16 y dirán: "¡Ay, ay de la ciudad grande, que se vestía de finísimo lino, de púrpura y de escarlata, y se adornaba de oro, de pedrería y perlas; 17 porque en una sola hora fue devastada tanta riqueza!" Y todo piloto, y todos los que navegan de cabotaje, los marineros y cuantos explotan el mar se detuvieron lejos, 18 y al ver el humo de su incendio dieron voces, diciendo: "¿Quién como esta ciudad tan grande?" 19 Y arrojaron polvo sobre sus cabezas y gritaron, y llorando y lamentándose, dijeron: "¡Ay, ay de la ciudad grande, en la cual por su opulencia se enriquecieron todos los poseedores de naves en el mar! porque en una sola hora fue desolada." 20 ¡Alégrate sobre ella, oh cielo, y vosotros, los santos y los apóstoles y los profetas, pues juzgándola Dios os ha vengado de ella!
21 Y un ángel poderoso alzó una piedra grande como rueda de molino, y la arrojó al mar, diciendo: "Así, de golpe, será precipitada Babilonia, la ciudad grande, y no será hallada nunca más. 22 No Se oirá más en ti voz de citaristas, ni de músicos, ni de tocadores de flauta y trompeta, ni en ti volverá a hallarse artífice de arte alguna, ni se escuchará más en ti ruido de molino. 23 Luz de lámpara no brillará más en ti, ni se oirá en ti voz de novio y de novia, porque tus traficantes eran los magnates de la tierra, porque con tus hechicerías han sido embaucados todos los pueblos. 24 Y en ella fue encontrada sangre de profetas y de santos, y de todos los que fueron sacrificados sobre la tierra."

Comentarios
l ss. Las plagas de este capítulo, más terribles que las anteriores (cf. 15, 1) y que las que Dios descargó sobre los enemigos de su pueblo en Egipto (Èx. caps. 7-10), conservan mucha semejanza con éstas. Como en las trompetas, empiezan por tierra, mar, ríos y sol; pero la calamidad es total, en tanto que allí era de un tercio, y en los sellos era de un cuarto. Sobre la marca de la Bestia, cf. 14, 11; 15, 2,
5. El Ángel de las aguas: S. Agustín y S. Tomás nos llaman la atención sobre la admirable Providencia de Dios que aun al cuidado de las cosas materiales ha puesto a un ángel. "Las siete copas (como los otros septenarios del Apocalipsis) se dividen en dos grupos de tres y de cuatro, separados por la intervención del ángel de las aguas. Esta división tiene sin duda por objeto acentuar mejor el simbolismo del número siete, haciendo destacar sus dos elementos significativos: 3, número de Dios y 4, número para el mundo" (Crampon). Que era: y que eras: nótese como en 11, 17, que ya no se agrega que has: de venir (erjómenos: cf. Hebr. 10, 37 s. y nota)
sin duda porque ya sus juicios se han hecho manifiestos (15. 4).
7. Oí al altar: es decir, a los mártires que descansan debajo del altar (6, 9), los cuales han visto su clamor satisfecho con creces.
9. ¡No se arrepintieron! (cf. vv. 11 y 20; 9 21 y nota). ¿No es acaso lo que ya estamos viendo? Dios castiga al mundo con terribles azotes y sin embargo la sociedad humana sigue sus propios planes sin preocuparse por saber cuáles son los de Él. Dios Todopoderoso respeta entonces 1a libertad de sus creaturas (cf. 22, 11) porque, siendo Padre, no exige por la fuerza e1 amor de sus hijos; pero derramará sobre los hombres la copa de su ira porque éstos preferirán seguir siendo "hijos de ira", como cuando eran paganos sin redención (cf, Ef. 2, 3ss.; 5, 6), y quedar sujetos a la potestad de las tinieblas, rehusando trasladarse al reino del Hijo muy amado (Col. 1, 12 s.). La venganza del amor ofendido (Cf. Cant. 8, 6 y nota) será tan terrih1e como acabamos de ver en 14, 20 y como lo veremos en 19, 17 ss. Pirot observa que estas plagas caen sobre todas las naciones de la gentilidad y es de notar que su apostasía contrasta con la conversión de Israel (véase 11, 13 y nota) como ya lo advirtió S. Pablo a los Romanos (cf. Rom. 11, 20 y 31 y notas). Tan claro anuncio hecho por Dios bastaría para argüir de falsos profetas a todos los creyentes en e1 progreso indefinido de la humanidad, que la halagan (cf. II Tim. 4, 3) y la adormecen pronosticándole días mejores. Jesús mostró que así será hasta el fin (Luc. 18, 8; Mat. 24, 24-30). Cuando digan paz y seguridad vendrá la catástrofe (I Tes. 5, 3). Cf. 11, 15 y nota.
10. De tinieblas: cf. 9, 2; Éx. 10, 22; Sab. 17, 1ss.
12. El Eufrates, en la 6* Copa, como en la 6* trompeta (9, 14 y nota), será secado como lo fue el Mar Rojo (Ex. 14, 21) y el rio Jordán (Jos. 3, 13-17). Algunos piensan que puede haber aquí "alusión a la manera como Ciro se apoderó de Babilonia desviando el curso del Eufrates" (cf. Is. 44, 27; Jer. 50, 38; 51, 36). Y ¿quiénes son éstos del oriente? Algunos, pensando en el pasado, responden: "los Partos, terror de Occidente" (Cf. 9, 14-19;,17, 12 s. y 16 s.), Otros, como Fillion, que serán reyes venidos de esa dirección para combatir al Señor, unidos a los de toda la tierra (v. 14) y cuya reunión aprovechara Él "para ejecutar contra ellos sus proyectos de
venganza (Cf. 19, 19)", Otros, considerando que los de los vv. 13s. no se unen con éstos sino contra éstos, ven aquí el cumplimiento de lo anunciado sobre la vuelta, para su conversión (Rom. 11, 25 s.), de las diez tribus de Israel (Efraín) dispersas (cf. Is. 11, 14-16; 49, 12 texto hebreo; Ez. 37, 12-23; IV Esdr. 13, 39-50), las cuales no habrían sido comprendidas en la infidelidad de Judá pues sólo a ésta se refería y sólo a ella se comunicó la profecía de Is. 6, 9 mencionada por S. Pablo en Hech. 28, 25 s.
13 s. Espíritu: inmundos: como los que vemos actuar en el Evangelio (Mat. 10, 1; Marc. 1, 23). No sabemos si obrarán por medio de algún poseso. Cf. 1 Tim. 4, 1; Éx. 8, 2. Los reyes de todo el orbe: cf. 17, 4; 19, 19-21; S. 2, 2; 47, 5; E:. esos. 38 y 39. Como Fíllion (cf. v. 12 y nota) también Pirot
15. Juan parece interrumpir su relato para recordar aquí, como para consuelo frente a esa horrible visión, estas palabras que, como dice Gelin, son de Cristo (Luc. 12, 39 s.) y se refieren a su Parusía (3, 3). Sobre esta reiterada advertencia de Jesús cf. 22, 7, 12 y 20; I Tes. 5, 2 y 4; II Pedr. 3, 10. "Velad, pues, porque no Sabéis en qué día vendrá vuestro Señor" (Mat. 24, 42). "La bienaventuranza de los que velan es una de las Siete de nuestro Libro" (Pîrot). Cf. 22, 7. Sus vestidas: señal de estar preparado, como Él lo dice en Luc. 12, 35.
16. Harmagedón, en hebreo: Har Megiddo, esto es el monte de Megiddo, Situado cerca del Monte Carmelo, donde varias veces Se decidió el destino de la Tierra Santa. Era el campo de batalla por excelencia. Véase Juec. 5, 19; IV Rey. 9, 27; 23, 29. Figura aquí como lugar de una derrota definitiva, la misma que indica el triunfo de Cristo en 19, 19 ss. Cf. E2. 38, 17 ss.; 39, 8 y 21; Joel 2. 1ss. y notas.
17. Hecho está: lo ordenado en el v. 1.
18. Otros terremotos hay en 6, 12 y 11, 13. Este es el último y el mayor de todos y corresponde al fin de las 7 copas, paralelamente a 8, 5 y 11, 19.
19. La gran Ciudad: véase 17, 18 y nota. Cayeron: algunos identifican esto con el final del tiempo indicado en Luc. 21, 24 (cf. Dan. 2, 34s.). Babilonia: aquí, como en 14, 8, Se nos da según Crampon, una transición a este punto dominante de los caps. 17 y 18, antes de llegar a la consumación. Gelin, comparando este sismo con el de Jerusalén en 11, 13, hacía notar que allí sólo fue un décimo y aquí es total.
21. De un talento: o sea de 40 kilos, por donde se ve la enorme violencia de las calamidades. Pero. como en 9, 2 s.; 16, 9 y 11, la gentilidad seguirá hasta el fin Sin convertirse. Cf. Rom. 11, 25 y nota.

1. La gran ramera Babilonia es representante del mundo anticristiano (S. Agustín), en particular de la ciudad de Roma (S. Jerónimo), levantada sobre siete montes (v. 9) como la Bestia sobre la cual se asienta la ramera grande (v. 3). En tiempo de S. Juan ella era la capital del mundo Y centro de la corrupción pagana. Varios autores, entre ellos S. Roberto Belarmino, creen que en los últimos tiempos Roma volverá a desempeñar el mismo papel que en los tiempos de los emperadores. Los ángeles que tenían las siete copas acaban de terminar su misión en el cap. 16, pero ello, como observa Pirot, "va a introducir aún no pocos acontecimientos". Véase 14, 8s. y notas. También S. Pedro entiende por Babilonia a la ciudad de Roma (I Pedr. 5, 13). Cf. Dante, Divina Comedia. Inf. 19, 106 ss. Comp. vv. 2 y 5; 14,
8 y 18, 9, El profeta Isaías (IS. 1, 21) llama ramera a Jerusalén por su infidelidad. En Is. 23, 15 y Nahum 3, 4 usa igual figura para Tiro y Nínive, tomadas según algunos como símbolos proféticos lo mismo que Asiria (cf. Is. 5, 25 y nota). El ángel que aquí figura es quizá el mismo que en 21, 9 muestra a S. Juan la Jerusalén celestial.
Sentada sobre muchas aguas: cf. v. 15 y nota. En el v. 3 aparece sentado sobre una bestia.
2. Véase v. 5 y nota; Is. 23, 17; Jer. 51, 7. 3s. A un desierto en espíritu: o sea, donde el espíritu estaba ausente o muerto. Como se verá en adelante, no se trata de un desierto material, como el refugio de la mujer del capítulo 12, sino a la inversa de una opulenta metrópoli dominadora de pueblos. Al respecto dice Fillion que "este retrato, vigorosamente trazado, contrasta con el de la madre
mística de Cristo" que vimos en 12, 1s., pues tanto la púrpura del vestido de la mujer (v. 4) como el color bermejo de la bestia significan, "al mismo tiempo que la alta dignidad" (en Roma la púrpura llegó a ser exclusiva de los emperadores), la sangre de los mártires (v. 6) y la soberbia (cf. I Mac. 8, 14; Bar. 6, 71; Luc. 16, 19; Marc. 15, 17 y 20). Entre la bestia y la mujer hay unión estrecha, representando ambas la misma idea. La bestia es sin duda la que vimos en 13, 1Ss. o sea el Anticristo. Abominaciones: en la Sagrada Escritura, término para señalar la idolatría y los vicios que proceden del culto a los ídolos. La abominación específica de Roma era el culto de los Césares. Comentando este v. dice S. Juan de la Cruz: "¿Quién no bebe poco o mucho de este cáliz dorado de la mujer babilónica? Que en sentarse ella sobre aquella gran bestia... da a entender que apenas hay alto ni bajo, ni santo ni pecador, al que no dé a beber de su vino, sujetando en algo Su corazón."
5. Escrito sobre su frente. "No sin duda en la frente misma sino en un lazo elegante que rodeaba su frente. En Roma las mujeres de mala vida solían ostentar así su nombre... Un nombre, un misterio: es decir, un nombre misterioso que debe ser interpretado alegóricamente" (Fillion). 'Este misterio de una Babilonia alegórica, que asombra grandemente a Juan (v. 6) Parece ser la culminación del misterio de la iniquidad revelado por S. Pablo en II Tes 2. 7ss., refiriéndose tal vez a alguna potestad instalada allí como capital de la mundanidad y quizá con apariencias de piedad como el falso profeta (13, 11; II Tim 3, 5, etc.). Madre de los fornicarios: es decir, de los que como ella fornican con la idolatría y los valores y glorias del mundo (cf. v. 2). La extrema fuerza del lenguaje empleando con esta ramera recuerda las expresiones usadas contra Jerusalén en Ez. 16 (véase allí las notas).
6. Ebria de la sangre: cf. 16, 6. Juan había visto ya la bestia (13, 1), pero no a la mujer. Su grande asombro, según explican los comentaristas, procede de verlas juntas. "Esta visión es hoy todavía llena de oscuridad para nosotros, al punto que este pasaje es la parte más difícil del Libro entero" (Fillion). Esta ebriedad, que no es de la bestia sino de la mujer, es interpretada tanto como la responsabilidad por la sangre cristiana derramada (cf. lo que Jesús increpa a los fariseos en Mat. 23, 34 s.) cuanto como una actitud soberbia que usurpa los méritos de los mártires y santos revistiéndose hipócritamente de ellos.
7 s. De la mujer y de la bestia: En realidad el ángel, quizá a causa del asombro de Juan, habla primero de la bestia (vv. 8ss.) y sólo en el v. 18 vuelve a la mujer. Va a su perdición: Los cristianos perseguidos por los Césares de todos los tiempos no tienen que temer: la bestia va a la ruina: "Vi al impío sumamente empinado y expandiéndose como un cedro del Líbano; pasé de nuevo, y ya no estaba; lo busqué, y no fue encontrado" (S. 36, 35 s.). Hablando de esta bestia, en la que muchos ven a un imperio romano redivivo, dice Pirot: "Era no es y reaparecerá; lo cual es una parodia del nombre divino dado en 1, 4 y 8; 4, 8; asimismo la herida que lleva (13, 3 y 14) es la réplica de la del Cordero; y su reaparición (parestai) también imita la "parusía" de Cristo." Del abismo: no parece referirse al abismo de 9, 1; 20, 1 y 7s., sino al de 13, 1, es decir, al mar, símbolo de las naciones o gentiles (v. 15).
9 ss. Que tiene sabiduría: es decir, que es para que lo entienda el hombre espiritual, sobrenatural (cf. 13, 8 y 18; I Cor. 2, 10 y 14). Siete montes: alusión a las siete colinas de la ciudad de Roma, con la cual todos los autores clásicos y cristianos la han identificado. "Pero ésta, dice Crampon, no parece personificar la Roma de los Césares, ni exclusivamente ni siquiera principalmente." Añade que
ella es "la ciudad de los hombres, opuesta a la ciudad de Dios". Fillion ve en ella "la capital mística del imperio del Anticristo en los últimos días del mundo", y en los siete reyes, "de acuerdo con el cap. 7 de Daniel, las grandes monarquías paganas o animadas del espíritu pagano... y finalmente el conjunto de los reinos europeos actuales, en lo que tienen de perverso y anticristiano", pues hay que tomar en cuenta que el Apóstol no describe los fenómenos políticos sino en cuanto éstos interesan al aspecto religioso, mostrándonos las consecuencias que de ellos resultan para el orden espiritual. Es de notar la semejanza de este pasaje con Dan.
7, 7­8. 11 ss. Por temor de deformar su sentido, hemos vertido literalmente este v. tal como lo presenta el griego. Se trata del último rey de Roma (v. 10), "simbolizado por la bestia misma, el Anticristo, cuyas son las siete cabezas". En esta 7º y última cabeza estarán sin duda, como dice Simón•Prado, los diez cuernos o nuevos reyes (v. 12) que le servirán (v. 13). Sobre los diez cuernos, cf. también Dan. 7, 7 y 24 y notas. Por una hora: Parece esto una parodia de realeza, quizá para imitar lo anunciado en Luc, 22, 29 s. Por eso dice Jesús: "Cuando os digan que,el Cristo está aqui o allí, no les creáis" (Mat. 24, 23 ss,). Con la bestia: S. Hipólito lee estas palabras uniéndolas a las que siguen: con la bestia tienen esos reyes un mismo designio.
14. El Cordero los vencerá: "Este v. anuncia sin duda lo de 19, 11-22 donde Cristo (19, 16) es igualmente declarado soberano de los que imperan; su ejército, opuesto al de la bestia, será victorioso" (Pirot). Cf, 16, 14 y 16. También los suyos: Cf. 19, 14; I Tes. 4, 14. Llamadas y escogido.: y fieles: Sobre su escaso número véase Mat. 22, 14. Cf. Rom. 8, 29 s. Este v. relativo al juicio confirma el carácter escatológico del pasaje.
15. Las aguas, etc.: En IS. 17, 12 y Dan. 7, 3 las aguas del mar simbolizan, como aquí, la gentilidad. De las aguas sale también la gran bestia de las siete cabezas (13, là; Cf. v. 1 y nota.
16.s. Aborrecerán ellos mismos a la ramera, que había sido objeto de su pasión (v. 2) y cuya caída deplorarán luego (18, 9s.). Vemos así (v. 17) cuán admirablemente se vale Dios de sus propios enemigos para realizar sus planes y sacar de tantos males un inmenso bien como será la caída de la gran Babilonia (cf. 18, 20; 19, 1ss.). Así esta fortaleza anticristiana en el Orden espiritual (18, 8 y nota) perecerá a manos de la otra fuerza anticristiana del orden político, la cual a su vez, con todos los reyes coligados con ella, será destruida finalmente por Cristo en 19, 19 ss. Sorprende que así luchen entre ellos los secuaces de Satanás, cuando sabemos que todos se unirán (v. 13; 16, 14; 19, 19) contra el Señor y contra su Cristo (S. 2, 2). "¿Creerán quizá en ese momento que ella encarna el verdadero Dios y lo odiarán por eso?" No lo sabemos. Pirot hace notar que esto es tomado del pasaje de Oolíba (Ez. 23, 22•36) donde se anunciaba a Jerusalén un trato semejante de parte de las naciones con las cuales fornicó (cf. Jer. 50, 41 S.; 51, 1ss.).
18. S. Juan pasa aquí de la bestia a la ramera Babilonia sentada sobre ella (v. 3). El cap. 18 es todo sobre e1 castigo de esta mujer. Aquella ciudad: cf. 16, 19 y nota. Que tiene imperio, etc.: ejerciendo sin duda cierta potestad supranacional (v. 15; cf. IV Esdr. 5, 1). A este respecto es de recordar que Babilonia o Babel (Bab-ilu: puerta del cielo), sea lo que fuere de las inscripciones de su último rey, según el cual habría sido fundada 3.800 años antes de él, tuvo al menos veinte siglos de opulencia, lo que explica el papel de cabeza de oro, es decir, el primero de todos los imperios universales, que Daniel le atribuye en la gran profecía de la estatua (Dan. 2). La Babilonia mística aparece aquí en el otro extremo de la profecía, unida a la última bestia de Daniel 7. "Lo que Babilonia fue para Jerusalén, ésta lo es para la Iglesia" ('Pannier).

1 ss. En su estilo este anuncio se parece a los de los profetas antiguos contra Babilonia (cf. Is. caps. 13 y .14; 21, 9; Jer. caps. 50 y 51). Véase en la nota al S. 137, 8 los muchos paralelismos entre ambas Babilonias.
2. Véase 14, 8; Is. 13, 21; 21, 9; 24, 11ss.; Jer. 50, 39; 51, 8.
3. Véase 17, 2; Jer. 51, 7. Reyes y mercaderes: cf. vv. 9 y 11.
4 s, Salid de ella: la orden recuerda los pasajes que se refieren a la Babilonia histórica en Is. 48, 20; Jer. 50, 8; 51. 6 y 45; Zac. 2, 7. Pirot señala un paralelismo con Jerusalén en Marc. 13, 14; Mat. 24, 16. Como Observamos al comentar esta expresión en Is. 48, 20, con la caída de Babilonia debía empezar la redención del pueblo judío, que entonces sólo fue imagen de la que había de traer Jesucristo (Luc. 21, 28; cf. Neh. 9, 37 y nota). La salida de los judíos fue pacífica por la merced de Ciro (Esdr, 1, les.), que en la profecía es figura de Cristo y fue anunciado dos siglos antes para ser el restaurador de Israel (Is. 44, 28; 45, lss.; cf. II Par. 36, 23; Jer. 25, 11; 29, 10). En cuanto al alcance de aquel anuncio según el cual Babilonia "será barrida con la escoba de la destrucción" (Is.
14, 23 texto hebreo), observa Schuster-Holzammer que los datos modernos han rectificado la antigua opinión, pues cuando Naboned se rindió al conquistador Ciro éste lo trató con toda suerte de consideraciones, y añade: "Nada dice la Sagrada Escritura de la toma de Babilonia. Efectuóse -contra lo que antes se creía- sin resistencia y sin espada, con sorprendente rapidez, al mando de Ugbaru (Gobryas), gobernador de  Gutium. Ciro, que entró en Babilonia tres meses más tarde perdonó a la ciudad y adoró a los dioses, tomó el título de "rey de Babilonia" y puso de gobernador de ella (¿virrey?) a Ugbaru", Vemos, pues, la perfecta coincidencia entre S. Juan e Isaías el gran profeta que "consoló a los que lloraban en Sión y anunció las cosas que han de suceder en los últimos tiempos" (Ecli. 48, 27s. Y nota). Históricamente, dice Vigoroux, Babilonia hasta quedó como una de las capitales del imperio de los persas" y conservó restos de su civilización y monumentos "más allá aún de la era cristiana". La Basílica de S. Pedro, dice el profesor H. Mioni, sería casi un pigmeo junto al templo de Baal, que Herodoto asegura tenía en ladrillo 192 metros de altura. Este historiador, que visitó Babilonia en 450 a. C. (un siglo después de Ciro), habla también de sus muros de 200 codos de altura y 50 de espesor, protegidos por 250 torres y 100 puertas de bronce, Pueblo mío: En la ciudad corrompida y en medio de los adoradores de la bestia viven los marcados con el sello del Cordero que, recordando la palabra de Jesús sobre la mujer de Lot (Luc. 17, 32), se guardan de arraigar el corazón en los afectos y respetos humanos. A ellos se dirige esta voz del cielo que, sin duda es la de Jesús, pues Dios Padre es nombrado en tercera persona (vv. S y 8). S. Agustín observa que con los pasos de la fe podemos huir de este mundo hacia Dios, nuestro refugio.
6. Cf. Jer. 50, 29.
7. Véase Is. 47, 8, donde Babilonia se jacta de la misma manera. Cf. 3. 17; 17, 6; Bar. 4. 12.
8. Será abrasada en fuego: "En el fondo de su simbolismo Juan encierra la idea principal que causa la ruina de la soberbia Babilonia. La pena del fuego (cf. 17, 16; 19, 3) era el castigo reservado por la Ley para el adulterio o la fornicación de carácter sacrílego (cf. Lev. 21, 9)" (Iglesias).
11 ss. Los lamentos de los mercaderes son el retrato de los hombres del mundo. Lejos de llorar la perversidad de la ciudad caída o siquiera compadecer su trágica suerte como hacen los reyes (v. 9), deploran ante todo sus propias pérdidas, porque nadie comprará ya sus mercaderías (v. 11). Su egoísmo no repara en la iniquidad tremendamente castigada por Dios, sino en que ello le trae un lucro cesante. Cf. Ez. 27, 12 ss.
13; Cuerpos y almas: Tremendo tráfico que recuerda el de Tiro con los esclavos (E2. 27, 13), pero al que Se añade aquí e1 de las almas.
17 ss. Cf. Ez. 27, 29 SS. El humo (la Vulgata dice el lugar). Cf. v. 9.
20. Los santos y los apóstoles: (Vu1g.: santos apóstoles). Esta invitación al júbilo tiene un eco deslumbrante en 19, 1-7.
21. Significa la sorprendente rapidez (cf. v. 8) Y el carácter irreparable con que será destruida la. fortaleza del mundo anticristiano. Véase igual acto en Jcr. 51, 63 S., a propósito de Babilonia.
22 S. Recuerda ante todo, como dice Pirot, el duro anuncio de Jeremías a Jerusalén (Jer. 25, 10; 7, 34; 16, 9). Cf. Is. 24. 1-13; 47, 9; 23, 8; Ez. 26, 13.
24. Sangre de Santos: cf. 6, 10; 16, 6; 17, 6; 19, 2; Mat. 23, 35 SS.; Jer. 51, 49. . Is. Véase 4, 11; 16, 7; S. 18, 10; 118, 137. Muchos observan aquí cuán dramático es el contraste entre el mundo, que se lamenta por la caída de Babilonia (18, 9 y 11), y el cielo, que se llena de la máxima exultación, lo cual se explica, dice Fillion, pues esa caída "va a facilitar y acelerar el establecimiento universal del reino de Dios". Cf. 18, Jer. 51, 48.

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