miércoles, 29 de agosto de 2012

Apocalipsis caps. 4, 5, 6


Capítulo IV
1 Después de esto tuve una visión y he aquí una puerta abierta en el cielo, y aquella primera voz como de trompeta que yo había oído hablar conmigo dijo: "Sube acá y te mostraré las cosas que han de suceder después de éstas." 2 Al instante me hallé (allí) en espíritu y he aquí un trono puesto en el cielo y Uno sentado en el trono. 3 Y Aquel que estaba sentado era a la vista como la piedra de jaspe y el sardónico; y alrededor del trono había un arco iris con aspecto de esmeralda. 4 Y en tomo del trono, veinticuatro tronos; y en los tronos veinticuatro ancianos sentados, vestidos de vestiduras blancas y llevando sobre sus cabezas coronas de oro. 5 Y del trono salían relámpagos, voces y truenos; y delante del trono había siete lámparas de fuego encendidas, que son los siete espíritus de Dios; 6 y delante del trono algo semejante a un mar de vidrio, como cristal; y en medio ante el trono, y alrededor del trono, cuatro vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. 7 El primer viviente era semejante a un león, el segundo viviente semejante a un becerro, el tercer viviente con cara como de hombre, y el cuarto viviente semejante a un águila que vuela. 8 Los cuatro vivientes, cada uno con seis alas, están llenos de ojos alrededor y por dentro, y claman día y noche sin cesar, diciendo: "Santo, santo, santo el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era, y que es, y que viene." 9 Y cada vez que los vivientes dan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, 10 los veinticuatro ancianos se prosternan ante Aquel que está sentado sobre el trono adoran, al que vive por los siglos de los siglos; y deponen sus coronas ante el trono, diciendo: 11 "Digno eres Tú, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria y el honor y el poder, porque Tú creaste todas las cosas y por tu voluntad tuvieron ser y fueron creadas."

Capítulo V
1 Y vi en la diestra de Aquel que estaba sentado sobre el trono un libro, escrito por dentro y por fuera. y sellado con siete Sellos. 2 Y vi a un ángel poderoso que, a gran voz, pregonaba: "¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?" 3 Y nadie en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aún fijar los ojos en él. 4 Y yo lloraba mucho porque nadie era hallado digno de abrir el libro. ni de fijar en él los ojos. 5 Entonces me dijo uno de los ancianos: "No llores. Mira: el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha triunfado, de suerte que abra el libro y sus Siete Sellos." 6 Y vi que en medio delante del trono y de los cuatro vivientes y de los ancianos estaba de pie un Cordero como degollado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios en misión por toda la tierra. 7 El cual vino Y tomó (el libro) de la diestra de Aquel que estaba sentado en el trono.
8 Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro Seres, vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero, teniendo cada cual una citara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los Santos. 9 Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: "Tú eres digno de tomar el libro, y de abrir sus Sellos; porque Tú fuiste inmolado, y con tu Sangre compraste para Dios (hombres) de toda tribu y lengua y pueblo y nación; 10 y los has hecho para nuestro Dios un reino y sacerdotes, y reinarán sobre la tierra? 11 Y miré y oí voz de muchos ángeles alrededor del trono de los vivientes y» de los ancianos; viera el número de ellos miríadas de miríadas, y millares de millares; 12 los cuales decían a gran voz: "Digno es el Cordero que fue inmolado de recibir poder, riqueza, sabiduría, fuerza, honor, gloría y alabanza? 13 Y a todas las creaturas que hay en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas
que hay en ellos oí que decían: "Al que está sentado en el trono, y al Cordero; la alabanza, el honor, la gloria y el imperio por los siglos de los siglos." 14 Y los cuatro vivientes decían: "Amén." Y los ancianos Se postraron y adoraron.

Capítulo VI
1 Y vi cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos., y oí que uno de los cuatro vivientes decía, como con voz de trueno: "Ven." 2 Y miré, y he aquí un caballo blanco, y él que lo montaba tenía un arco, y Se le dio una corona; y salió venciendo y para vencer. 3 Y cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente que decía: "Ven." 3 Y Salió otro caballo, color de fuego, y al que lo montaba le fue dado
quitar de la tierra la paz, y hacer que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada. 5 Y cuando abrió el tercer Sello, oí al tercero de los vivientes que decía: "Ven." Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía en su mano una balanza. 6 Y oí como una voz en medio de los cuatro vivientes que decía: "A un peso el kilo de trigo; a un peso, tres kilos de cebada; en cuanto al aceite y al vino no los toques." 7 Y cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto viviente que decía: '‛Ven." 8 Y miré, y he aquí un caballo pálido, y el que lo montaba tenía por nombre "la Muerte"; y el Hades seguía en pos de él; y se les dio potestad sobre la cuarta parte de la tierra para matar a espada y con hambre y con peste y por medio de las bestias de la tierra.
9 Y cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados por la causa de la Palabra de Dios y por el testimonio que mantuvieron: 10 Y clamaron a gran voz, diciendo: "¿Hasta cuándo, oh Señor, Santo y Veraz, tardas en juzgar y vengar nuestra sangre en los habitantes de la tierra?" 11 Y les fue dada una túnica blanca a cada uno; y se les dijo que descansen todavía por poco tiempo hasta que se contemplase el número de sus consiervos y de sus hermanos que habían de ser matados como ellos.
12 Y vi cuando abrió el sexto sello, y se produjo un gran terremoto, y el sol se puso negro como un saco de crin, y la luna entera se puso como sangre; 13 y las estrellas del cielo cayeron a la tierra, como deja caer sus brevas la higuera sacudida por un fuerte viento. 17 Y el cielo fue cediendo como un rollo que se envuelve, y todas las montañas e islas fueron removidas de sus lugares. 15 Y los reyes de la tierra y los magnates y los jefes militares y los ricos y los fuertes y todo siervo y todo libre se escondieron en las cuevas y entre los peñascos de las montañas. 16 Y decían a las montañas y a los peñascos: "Caed sobre nosotros y escondednos de la faz de Aquel que está sentado en el trono y de la ira del Cordero; 17 porque ha llegado el gran día del furor de ellos y ¿quién puede estar en pie?"

Comentarios
1. Las cosas que han de suceder empezarán en el cap. 6 con la apertura de los sellos, después de esta visión. Igual expresión usa Dan. 2, 29 y 45 y tal parece ser el objeto principal del Apocalipsis en cuanto profecía, según se ve en 1. 1 (cf. 1, 19 y nota), Para los que ven figurado en Laodicea el último periodo de la Iglesia (cf. 1, 12; 3, 15 y notas), aquí empieza el tiempo de la gran tribulación anunciada para el final. Algunos suponen que la puerto abierto es el ciclo y el llamado con voz de trompeta aluden a I Tes. 4, l4­17.
2 ss- Me hallé es espíritu, exactamente como en 1,l0, lo cual confirmaría lo que allí señalamos. Sobre la visión de Dios, cf. E:. 1, 22 ss. y nota. Todo este capítulo, lo mismo que el siguiente, se inspira en los Profetas, especialmente Is. 6: Ez. 1; Dan. 7. El rapto de Juan al cielo durará hasta el fin del cap. 9
3. No puede dudarse que aquí se nos muestra, en su excelsa y serena majestad, la Persona del divino Padre, Cf. 5, 7 y nota.
4ss. Los veinticuatro ancianos que están sentados alrededor del trono de Dios parecen simbolizar el Antiguo y el Nuevo Testamento: los doce Patriarcas y los doce Apóstoles, que -por su parte- representarían a todos los santos del cielo. En la explicación mística de S. Cirilo Alejandrino significaría el trono elevado, la soberanía de Dios; el jaspe, su paz inmutable; el arco iris, su eternidad; los sitiales de los veinticuatro ancianos, su sabiduría; las siete lámparas, el gobierno universal de su Providencia; los resplandores y el trueno, la omnipotencia de su voluntad: el mar de cristal, su inmensidad; tiene cubiertos el rostro y los pies por las alas de los Serafines para darnos a entender su misteriosa infinitud. "En esta plenitud esplendorosa nada impresiona tanto a los Serafines cubiertos de ojos como su santidad, pues ella los deja suspensos de admiración. Por eso repiten sin cesar el canto jubiloso: Santo, Santo, Santo eres Señor Dios de los Ejércitos. En efecto, Dios es llamado con frecuencia el Santo de Israel, porque este nombre incluye todos los demás. Cuando el Salmista quiere describir el esplendor de la generación eterna del Hijo de Dios, dice únicamente que procede del Padre en el esplendor de la santidad (S. 109, 3). Todas las otras perfecciones de Dios reciben de la santidad su brillo más subido, su última consagración"
5. Relámpagos, voces y trueno: son señales del poder de Dios (Éx. 19, 16; S. 28, 3 ss.). Las siete lámparas son los siete Espíritu: que vimos en 1, 4. En adelante no se habla más de ellos (cf. 5, 11) y se los considera identificados con los siete ojos del Cordero (3, 1; 5, 6). Señalamos aquí, a título de curiosidad, una reciente hipótesis de Greslebin, según la cual este capítulo del Apocalipsis sería lo que se representa en la puerta del templo del sol en Tiahusnaco. Su amor cree haber encontrado veinticuatro coincidencias entre el texto bíblico y las esculturas precolombinas de dicho templo.
8. Los cuatro viviente: aparecen como seres celestiales semejantes a aquellos que vieron los Profeta: como Serafines (Is. 6, 2 s.) y Querubines (Ez. 1, 5 ss.). El libro de Enoc (71, 7) añade los Ofaním. Los innumerables ojos (v. 6; E:. 1, 18) significan su sabiduría; las alas, la prontitud con que cumplen la voluntad de Dios. Más tarde se comenzó a tomar los cuatro animales como símbolos de los cuatro Evangelistas. Su himno es el Trisagion (Is. 6, 3; cf. Enoc 39, 12). Que viene: aquí se trata del Padre (v. 3). Cf. 21, 3.
9ss. Pirot hace notar que en adelante "el Trono será colocado, según la tradición de Is. 6, 1, en el interior de un Templo celestial (7, 15). Prototipo del terrestre (Éx. 25, 40; Hebr. 8, 5) con un altar de los holocaustos (6, 9), un altar de los perfumes (8, 3) y sin duda un Santo de los santos con su Arca de la Alianza (11, 19)". Añade que "esta porción del Templo será sin duda la residencia de divinidad".

1. Casi todos los intérpretes antiguos entienden por este Libro la Sagrada Escritura, principalmente el Antiguo Testamento, cuyas figuras y profecías referentes a Cristo eran antes difíciles de entender. Así. por ej. Orígenes ve descubiertos en él los acontecimientos predichos en el Antiguo Testamento, los cuales tan sólo después de la Resurrección comenzaron a ser comprendidos. Allo opina. más bien que en el Libro se contiene "toda la escatología" (cf. 4, 1 y nota). Los siete sellos que lo cierran señalan su carácter arcano (cf. IS. 29, ll; E2. 2, 9). El misterioso número siete se repetirá en las siete trompetas (8, 2), las siete copas (15, 1 ss.) y también en los siete truenos (10. 3), etc. Cf. v. 6 y nota.
5. El León de la tribu de Judá: Cristo, como hijo de David de la tribu de Judá. Véase la profecía de Jacob acerca de Judá en Gén. 49, 9 y las notas a Ez. 21, 27 y Am. 3, 4. La raíz de David (cf. 22, 16): titulo también mesiánico, tomado de Is. ll, 10. Cf. Rom. 15, 12; Ef. 1. 10; Apoc. ll, 15; S. 95-99.
6. El. Cordero inocente y Santo de Juan 1, 29 es aquí el poderoso e irritado. Cf. 6, 16 S. (Lagrange, Pirot). Los síete cuernos representan la plenitud del poder; los síete ojos la plenitud del Saber (cf. 1. 4; 4. S: Zac. 3. 9 y notas). En el cielo conserva aún el
Redentor las Señales gloriosas de su Muerte (cf. Luc, 24, 39; Juan 20, 27), según lo expresa S. Juan con las palabras Cordero como inmolado (Cf. I Cor. 5, 7. usado en .la liturgia de Pascua). Por eso Él es el único que se hizo digno de abrir el Libro (v. 9). Cf. Luc. 24, 26 y 46 s. Un fresco del benedictino chileno Dom Pedro Subercaseaux. reproducido en nuestra edición popular del Evangelio, ha representado. con gran acierto, en un ambiente de transparente luminosidad, esta escena que hoy se vive en el Santuario celestial (Hebr. 10, 19 s. y nota), poniendo en, los brazos del Padre a Jesús crucificado (el Cordero inmolado) que le ofrece su Sangre para interceder por nosotros (Hebr. 7. 24s.) Y que lleva, aunque está vivo, la lanzada que le dieron después de muerto (Juan 19. 33 s.) con lo cual se indica que se trata del Señor ya en el cielo. glorificado por el Padre después de su Resurrección y Ascensión. Cf. Marc. 16, ll; S. 2, 7 y notas.
7. El gran artista Alberto Durero, en una de sus célebres ilustraciones del Apocalipsis. combina este pasaje en que el Cordero recibe el Libro de los siete Sellos de manos de su Padre Dios. con el pasaje del profeta Daniel (cap. VII), donde el Hijo del hombre recibe del "Anciano de Días" la potestad eterna. en virtud de la cual todos los pueblos le servirán. Es de admirar la fusión que el artista hace de ambas escenas, al punto de que los millares y millones de seres que en Daniel rodean el trono del Anciano de Días, son sustituidos por la misma asamblea de los seres animados y de los veinticuatro ancianos que rodean esta escena del Apocalipsis. se advierte también, debajo del trono, hacia 1a izquierda. la figura siniestra de Satanás que sale huyendo, con lo cual el autor muestra una vez más su conocimiento de las Escrituras, al relacionar nuevamente con Daniel (que profetiza el levantamiento del "gran Príncipe San Miguel", en el capítulo doce) la derrota de la antigua serpiente o dragón, Satanás. y su precipitación a la tierra, que él Apocalipsis anuncia como resultado del triunfo de San Miguel (véase Apoc. 12. 7ss.). Cf., 13, 2 y nota.
9. Un cántico nuevo: ¡ Y tan nuevo! Como que celebra no ya sólo la Obra de la Redención, como Io hízo el mismo Juan en 1, 5 y 6, sino también, por fin. la plena glorificación del Redentor en la tierra (Hebr. 1, 6 y nota) vanamente esperada desde que Él se fue. Cf. 14, 3; S. 95,1 y 97, 1 y notas.
10 Reino y sacerdotes. Véase l, 6; I Pedro 2, ,9 y notas. Cf. Éx. 19, 6; Is, 51, 6; Rom. 8. 23.
11 Millares de millares: Cf v. 7 y nota; Dan. 7, 10.
12. Nótese la septiforme alabanza de los ángeles, que nos recuerda que Jesús completa la obra de la creación con los siete dones del Espíritu Santo. Vemos siempre reaparecer los números místicos o sagrados especialmente 7 y 4 (v. 1 y nota). Aquí los habitante del cielo dividen el pensamiento en siete miembros y los de la creación natural en cuatro (v . 13)

1. Vi Cuando el Cordero abrió: Así Se dice también en la apertura del sexto sello, a diferencia de los demás (cf. v. 12 y nota) Charles ha mostrado "que la Sucesión de los sellos corresponde las de las señales del fin en el pequeño apocalipsis sinóptico de Marc. 13, Mat. 24, Luc., 21".¡Ven ! Este llamado que en el original no está seguid por las palabras: y verás (como en la Vulgata), no se dirige a Juan sino al primero de los cuatro jinetes, como una orden de ponerse en marcha, del mismo modo que en los vv. 3, 5 y 7.
2 ss. Este primer jinete seria, en la opinión antigua, el mismo Cristo. Según Allo, si no es el Verbo mismo, como en 19, 11, es por lo menos el curso victorioso del Evangelio a través del mundo. Así lo vio también Loisy, dice Gelin; pero, si así fuera, ¿cómo conciliar ese triunfo del Evangelio con todo el cuadro catastrófico de la escatología apocalíptica y las palabras de Jesús en Mat. 24, 9ss., Luc.
18, 8, Juan l5, 20s.; 16, 2s., etc.? Buzy y otros ven aquí al ángel de la guerra, en tanto que Fillion hace notar que, faltando todavía muchas calamidades antes de la Venida de Cristo en el cap. 19 (cf. II Tes. 2, 3 ss.), este guerrero cuyo caballo blanco imita al de Jesús en 19, 11, "personifica la ambición y el espíritu de conquista que ocasionan tantos dolores". Adherimos a esta opinión que hoy parece ser comprobada en lo espiritual y aun en lo temporal por la historia contemporánea, y hacernos notar a nuestra vez, frente a opiniones tan diversas, cuán lejos se está de haber agotado el estudio de la Sagrada Biblia y cuán necesario es por tanto proseguirlo según las exhortaciones de Pio XII en la Enciclica "Divino Afflante". Los cuatro caballos recuerdan la visión de Zac. 1, 8; 6, l ss. donde, como bien dice Pirot. simbolizan calamidades contra los enemigos del pueblo de Israel y no es verosímil que en los tres
septenarios -sellos, trompetas, copas (cf. 5, 1 y nota)- sólo un elemento sea heterogéneo. ¿No hemos de ver, pues, con varios modernos, en este jefe conquistador semejante al de Daniel (Dan. 7, 21 y 25; 9. 26 s., etc.), al mismo Anticristo del cap. 13? Los colores de los caballos señalan, en la terminología de los apocalípticos, los cuatro rumbos o partes del mundo: blanco, el oriente; bermejo, el norte;. negro el sur; pálido, el oeste; y al mismo tiempo simbolizan los grandes acontecimientos y plagas que provocan sus jinetes. El caballo color de fuego significa la guerra; el negro, el hambre; en el pálido, el nombre de la muerte representaría la peste (Fillion. Buzy, Gelin), mientras el Hades o Scheol personificado como en 20, 4. sigue detrás para recoger las víctimas
4. Cf. Is. 34, 5; Mat. 24, 6s. Otra gran matanza se ve también en la 6• trompeta (9, 15 ss.), pero es dirigida por ángeles.
6. A un peso (equivalente de un denario), es decir, trece veces más del precio normal (cf. Ez. 4, I6). Pirot hace notar que esta carestía no era desconocida en tiempo de S. Juan por haber sido cada vez más descuidado el cultivo del trigo a causa de que el Estado romano se había hecho comprador y distribuidor del cereal y los pequeños propietarios se dedicaron a plantar viñas, de lo cual resultó un precio ruinoso para el vino, hasta que Domiciano, según Suetonio, prohibió aumentar los viñedos y mandó destruir por lo menos la mitad de lo existente.
9 s. Degollados: es el mismo término empleado para el Cordero en 5, 6. Estas almas, separadas del cuerpo, son representadas descansando en el cielo debajo de un altar semejante al de los holocaustos en el Templo de Jerusalén, lugar que les es dado sin duda por cuanto han sido sacrificadas como víctimas de holocausto. ¿Son éstos cristianos, o también israelita del A. T.? No lo dice como en otros pasajes (cf. 7, 4ss.). Una de las grandes llaves para entender el Apocalipsis es esta distinción, que a veces es difícil y a veces la olvidamos considerando el Apocalipsis un Libro exclusivo de los cristianos de la gentilidad, pues desde que S. Pablo anunció a los judíos rebeldes que la salvación pasaba a los gentiles (Hech. 28, 28). Israel como tal desapareció de los escritos neotestamentarios, salvo en la gran carta paulina a los Hebreos, cuya fecha no ha podido fijarse con exactitud y que algunos creen anterior a ese episodio. Como bien observa Pirot, Juan es aquí lo que los judíos llamaban un paitán, es decir, que habla continuamente con palabras de los profetas, al punto de que tiene más citas del A; T. que versículos (cf. introducción). Debe, pues, tenerse en cuenta el carácter especial de este Libro, que es una profecía escatológica en la que Juan -declarado "Apóstol de la circuncisión". como Pedro y Santiago (Gál. 2. 8•9)- hace actuar ya el misterio de la conversión de Israel, que S. Pablo y el mismo Juan anunciaron para los últimos tiempos (Rom. 11, 25 s.; Juan 19, 37; Zac. 12, 10; Apoc. l, 7) y nos presenta, entre otros misterios. la misión de Elías. que es para Israel (Mal. 4. Ss. y nota) y del cual dijo Jesús: "Ciertamente Elías vendrá y lo restaurará todo" (Mat. 17. 11). Así, pues, muchos puntos aún oscuros se aclararían sin duda el día en que pudiéramos distinguir netamente los que se refieren y los que no se refieren a Israel (cf. 7, 2 Y 8 1 notas). Sobre el altar celestial, cf. 4, 9 Y nota; 8, 3; Hebr. 13, 10.
10. Santo y Veraz, es decir. Cristo. Véase 3, 7; 19, 11; Zac. 1, 12; `S. 78, 10 S. Un autor moderno hace notar que esta súplica de los mártires, el primero de los cuales es S. Esteban. que murió pidiendo perdón para sus verdugos, está concebida en la forma de las imprecaciones de los Salmos. Ello se explica porque aquí se trata del tiempo de la justicia, como antes fue el de la misericordia (cf. Is. 6l, 1s. y nota). De ahí también el nuevo aspecto del Cordero (5. 6 y nota). Lo que desean estos santos es la resurrección de sus cuerpos (S. Gregorio Magno) como se verifica en la visión del cap. 20, comprendiendo Sin duda a todos los que sufrirán el martirio bajo el Anticristo (20, 4). Entretanto vemos aquí (lo mismo que en IV Esdr. 4, 35) cómo las almas aun de los salvados suspiran por la plenitud de su destino (cf, Filip, 3, 20 s.). Combinando el presente pasaje con 12, 7-17; II Cor. 5. 8 Y II Pedro 3,9, puede explicarse la causa que demora la Venida de Cristo. Cf. II Tes. 2, 6ss.
11. La túnica blanca (o estola) es como una prenda cierta del triunfo definitivo (cf. 3, 4; 7, 9; 19, 14). Pero estas oraciones de los santos son las mencionadas en 8, 3-5, como causa de las tribulaciones que caerán sobre la tierra en el séptimo sello para apresurar el final (cf. v. 12 ss.; 8, 1 y notas). Esto confirma, a la luz de S. Pablo, lo que hemos dicho más arriba sobre el primer jinete (v. 22 ss.), pues lo que detiene la liberación de estas almas es la necesidad de que primero venga la apostasía -o "el misterio de la iniquidad que ya obra" desde entonces (II Tes 2, 7)-  y luego se haga manifiesto el Anticristo (ibíd. v. 3); y es necesario que éste se revele abiertamente (ibíd. v. 8; cf. 19, 19 ss.). De ahí que el ven del primer sello (v. 1 s.) sea "el momento esperado y decisivo para la consumación del misterio de Dios" (10, 7) lo mismo que vemos en 13, 1.
12 ss. Algunos consideran que este sello, el 6º en orden de colocación en el libro, no es abierto sino después del 7º (8, 1), porque la gran tribulación (7º sello) es necesariamente anterior a las catástrofes cósmicas que aquí se anuncian y, que preceden inmediatamente a la Parusía (v. 17). El Señor dice en efecto que el oscurecimiento del sol, etc., se verificará "inmediatamente después" de la tribulación (Mat, 24, 29; Marc. 13. 24); que la Parusía vendrá a continuación de aquellos fenómenos (Luc. 21, 25); que las persecuciones contra los justos serán "antes de todo eso" (Luc. 21, 11-12). Es de observar que S. Juan, a diferencia de los otros sellos, dice aquí "yo vi cuando él abrió", lo cual podría ser una visión anticipada del fin. Y parece confirmarlo el hecho de que en 7, 14 (bajo el 6º sello) nos muestra ya a elegidos y a los que vienen de la gran tribulación, como si las calamidades del 7º sello hubiesen ya pasado. Según ello, éstas serian la respuesta de Dios a la oración clamorosa de los santos del 5º sello (6, 9-11), y así lo vemos en 8, 3-5. Quedaría también explicado así el silencio de media hora en el cielo (8, 1), fenómeno que nadie aclara y que consistiría simplemente en que cesaba de oírse aquel clamor de los santos (6, 10). La media hora seria el poco de tiempo de reposo que se les indicó en 6, 11. Gelin, que ha observado este fenómeno (cf. 8, 1 y nota), dice: "Juan utiliza el esquema sinóptico en el cual parece haber querido introducir este orden general: plagas sociales (1º a 5º) y luego las cósmicas (6º). Ha encerrado varias plagas en el 5º sello para poder derivar hacia el 7º, que está vacío, la segunda serie de calamidades." Pero no se entiende cómo podrían continuar estas pruebas sí la Parusía tiene lugar al fin del 6º sello. En todo caso, los acontecimientos escatológicos, de que habla San Pablo (I Tes. 4, 15 s.) no podrán ser anteriores a la gran tribulación o período del Anticristo, como dice cierta exégesis protestante, sino que se refieren, como está anunciado, únicamente a la Parusía, en la cual los muertos y "los que quedemos”, seremos, cuando Él descenderá del cielo (ibid. v. 16), arrebatados a su encuentro para estar con Él siempre (ibid. v. 17) y no sólo por un periodo. Esto explicaría, finalmente, la existencia de justos sobre la tierra en tiempos del Anticristo (cf. 13, 7; 20, 4), de modo que la promesa que Jesús hace a sus amigos de escapar a todas las calamidades (Luc. 21, 36), repetida a la Iglesia de Filadelfia (3, 10), ha de explicarse como una especial protección, mediante la cual "no perecerá ni un cabello de nuestra cabeza" (Luc. 21, 18).
Véase, p. ej., 12, 6 y 14. En cuanto a los sucesos aquí anunciados, véase los vaticinios de Jesucristo sobre la destrucción de Jerusalén y el fin del siglo en Mat. cap. 24 y en Luc. cap. 21. Cf. Is. 24, 19 ss.; Os. 10, 8; Joel, 2, 30-31; 3, 12-15; Amós 8, 9 s.
16. Sobre la ira del Cordero, véase 5, 6 y nota. En cuanto al gran día del furor, algunos suponen que es contra Israel como en Am. 5, 18, porque en 7, 1-8 se trata de sellar a aquellos de las doce tribus que habrían de librarse de ese día. Sin embargo, en el v. 15 se ve que se trata más bien de reyes de todas las naciones como en S. 109, 5 S. ¿Quién puede estar en pie? Cf. S. 1, 5 y nota.
2 ss. Este sello recuerda la orden de Dios dada en Ez. 9, 4. Cf. también 9, 4; 14, 1; 22, 4; Éx. 12, 23; Is. 44,,7. Las cifras 12.000 y 144.000 pueden ser simbólicas, para significar una gran muchedumbre, si bien no podemos asegurarlo, pues, como dice S. Crisóstomo, "cuando la Escritura alegoriza, nos advierte ella misma que alegoriza". Cf. 21, 16 y nota. No concuerdan los exegetas en la• explicación de este pasaje, aunque todos reconocen que el sello es la seña de elección y salvación. La diferencia consiste en puntualizar cuáles ,sean los salvados y explicar el carácter de su salvación contra las calamidades de la tierra y del mar (cf. 12, 14 ss.), Orígenes cree que se refiere a todos los cristianos, en tanto que otros ven aquí solamente los salvados del judaísmo, los que con la predicación de Elías se convertirán a la fe (Scio, Nácar•Colunga, etc. Véase v. 8; cf. 6, 9 s. y notas; 12, 1ss.). Tampoco hay unanimidad sobre si los 144.000 de este capítulo son los mismos que los del cap. 14, 3. En general se cree que no, pues de aquéllos no se dice que sean de Israel y además aparecen sobre el monte Sión, como quitados de la tierra, en tanto que aquí vemos una escena terrestre. Cf. Hehr. 12, 22 ss.

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